Sin techo, pero con banquillo: juzgan a un hombre que acuchilló a otro en A Chanca

Se enfrenta a doce años de cárcel en un juicio que pone de relieve el drama de las personas alcoholizadas que viven en la calle 
 
Bernardino, durante el juicio. EP
photo_camera Bernardino, durante el juicio. SEBAS SENANDE

La Audiencia Provincial albergó este miércoles el juicio contra Bernardino R.V, acusado de haber herido de gravedad con una hoz a otro hombre, hecho que reconoció aunque alegó que lo hizo en defensa propia y bajo los efectos del alcohol.

No le sirvió, sin embargo, para despertar la benevolencia de la Fiscalía, que en principio lo sentó en el banquillo como supuesto autor de un delito de homicidio en grado de tentativa (por el que pedía ocho años de prisión) y que al final elevó la calificación a tentativa de asesinato y la pena solicitada, a doce años.

El cambio de criterio de la representante del ministerio público legó al final de una vista que no sirvió para aclarar el confuso modo en que habían sucedido los hechos enjuiciados, pero sí para dejar al descubierto el drama social de las personas sin techo que viven en la calle arrastradas por el alcoholismo y las adicciones.

El acusado y la víctima se conocieron unas horas antes en la estación de autobuses, donde el primero solía estar consumiendo alcohol con otras personas

Bernardino R.V, es una de ellas, así como Maricarmen y Fernando, sus dos supuestas víctimas. El acusado y Maricarmen, según se atestiguó en el juicio, eran viejos conocidos que pasaban las horas muertas en los alrededores de la estación de autobuses mientras compartían alcohol.

A veces también la casa inacabada y sin luz ni agua en A Chanca en la Bernardino dice que el dueño le dejaba vivir. Hasta allí fueron los dos con Fernando, un extremeño al que acababan de conocer por la tarde en la estación de autobuses y que aceptó porque "la noche estaba muy mala".

En la casa okupada, en una oscuridad solo alterada "por la mínima claridad de la luna", como describió la escena el acusado, estuvieron tres horas, hasta que a las 2.30 estalló la situación: Fernando salió huyendo descalzo hasta una casa próxima para pedir ayuda, perdiendo sangre por el costado perforado por una punzada de hoz y el brazo y el hombro rajados por el filo.

La hoja había penetrado 4 centímetros entre las costillas y le había provocado un neumotórax. Cuando llegó la Policía les dijo que lo había atacado un tal Bernardino, en la casa de arriba. Cuando los agentes fueron hasta allí, Bernardino los estaba esperando para reconocer que había sido él.

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Hasta ahí, los hechos sobre los que no hay duda. Sobre el resto, un manto de confusión confeccionado con miseria, amistades de banco público y memorias destrozadas durante años de alcoholismo crónico. 

No fue posible aclarar cómo y por qué llegaron hasta la casa, quién invitó a quién o como se cruzaron los insultos. La víctima aseguró que el acusado lo había estado amenazando tres horas para que le diera su dinero, "lo único que tenía", hasta que estalló y los atacó "por la espalda y de sorpresa" con la hoz, y que luego forcejeó con él para escapar y salvar su vida. "Se volvió a Maricarmen y le dijo: ‘Este tiene que morir aquí desangrado y tú vas a morir degollada como lo cuentes", acusó.

Bernardino no niega que le clavara la hoz, pero dice que fue lo primero que encontró a mano en la casa para defenderse no solo de Fernando, sino también de Maricarmen, porque le estaban revolviendo sus cosas, le habían quitado las llaves de la puerta y Fernando le había "dado una torta" que lo lanzó contra una silla.

"Cogí la hoz para intimidarlo y que se fuera de casa, pero el forcejo pude clavársela, pero no me acuerdo dónde. No se veía nada", se justificó el acusado, ahora medicado en prisión para no sentir el "mono" del alcohol porque "cuando bebo soy una persona descontrolada".

No fue posible localizar a la testigo principal y también víctima secundaria, porque es una sintecho que está en paradero desconocido

Maricarmen, la única persona que presenció todo y a la que supuestamente también amenazó el acusado al ponerle la hoz en el cuello, ni siquiera pudo ser localizada para testificar.

Nadie sabe en qué estación dormirá ahora. Sí se escuchó su testimonio grabado en fase de instrucción, por momentos tan confuso e incoherente que parecía seguir en aquella casa oscura, borracha para soportar una noche muy mala.

De todo esto, la Fiscalía sacó en claro que si el ataque había sido "por la espalda y de manera sorpresiva", la calificación debía ser de asesinato en grado de tentativa y que el acusado merecía no ocho, sino doce años de cárcel.

La defensa, ejercida por el abogado Iago Regueiro, propuso un delito de lesiones agravadas por uso de arma y atenuadas por la borrachera del momento y el alcoholismo de los años. 

Bernardino volvió a dormir bajo el techo de la prisión, en espera de sentencia.

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