Tan cerca, pero también tan lejos

Van ya casi dos meses sin poder viajar y reencontrarse con la familia. Una situación nueva para todos ellos, pese a estar acostumbrados a ver a los suyos solo de visita. La espera para poder coger el coche o el avión se hace cada vez más dura. Solo las videollamadas calman las ganas de cada uno de compartir espacio con su gente.
Carmen Lence, delante de Leche Rio. A la derecha, arriba, Dago Peña, del Breogán, Y Jaume Grau, del CD Lugo.EP
photo_camera Carmen Lence, delante de Leche Rio. A la derecha, arriba, Dago Peña, del Breogán, Y Jaume Grau, del CD Lugo.EP

DARÍA EL ORO Y EL MORO por poder estar con los suyos compartiendo el mismo espacio y sin una pantalla de ordenador o móvil de por medio, pero el confinamiento por el coronavirus lo impide desde hace casi dos meses. Si antes estaban lejos de sus familias por cuestiones de trabajo, ahora lo están mucho más ya que es imposible viajar para reencontrarse. Tan solo internet les ayuda a todos ellos a salvar las distancias.

Jordi Bello y su hija, Zeltia, de tan solo dos años y medio, no se despegan del teléfono móvil que les permite entrar en contacto con Cristina Fernández, la pareja de Jordi y madre de la niña. Unos 800 kilómetros de distancia separan ahora a esta familia, puesto que Jordi trabaja en Mercadona, en Lugo, y su mujer es policía nacional destinada en Valencia, donde trabaja desde el pasado mes de enero después de un tiempo de baja maternal y excedencia.

Cristina nunca se imaginó que su reincorporación laboral iba a ser tan dura. Contaba con la distancia, con hacer un viaje semanal en coche para no dejar de estar con su familia y también con la posibilidad de que pronto pudiesen vivir juntos, de nuevo, bien en Valencia o en Lugo. Pero llegó el coronavirus y los viajes no se pudieron hacer, por lo que la distancia se está haciendo, desde entonces, más larga que nunca.

"No se lleva bien. Los echo mucho de menos aunque nos pongamos en contacto por videollamada. Es duro no poder hacer una vida meramente normal. Pensé que ya sería difícil estar yo en Valencia y ellos en Lugo pero, con el confinamiento, fue mucho peor. Nadie contaba con esta situación, ni con no poder viajar y eso es lo malo", afirma Cristina.

Esta policía tuvo que hacer dos escapadas en este tiempo a Lugo, con muchas dificultades, para poder atender a su hija dado que hubo momentos en que no tenían con quién dejarla. "Mi pareja tenía que trabajar y con los abuelos no podía estar. Me costó llegar pero era una situación límite porque, además, yo estaba de libranza y podía encargarme de la niña. Eso sí, cuando llegué a Lugo, no salí de casa para respetar al máximo el confinamiento. Realmente, lo hice porque, en ese caso, estaba justificadísimo el viajar de una provincia a otra", explica.

Ahora lleva ya una temporada sin venir a Lugo. El contacto solo es por videollamada. "Lo mismo no es que en persona, pero ayuda. Incluso, me pongo a jugar con la niña y pasamos una hora", dice.

Jordi y la niña también lo pasan mal. "Es una situación complicada. La niña echa en falta a su madre. Pregunta por ella y siempre quiere hacer videollamadas. Estamos enganchados al teléfono. La verdad es que estamos deseando que termine todo esto. Pensábamos en un traslado rápido de ella o mío pero ahora la situación está complicada para acercarse. Lo que está claro es que esto no es vida", asegura Jordi.

EMPRESARIA. Carmen Lence cogió las riendas de la empresa que montó su padre, Jesús Lence, hace unos meses. Hasta entonces, vivía en Boston, Estados Unidos, con su familia. Cuando volvió para dirigir Leche Río se planteó estar aquí y allí, pasando una semana al mes en Estados Unidos y tres en Lugo. Hasta hace poco, el plan funcionó, salvo la última vez

"Tenía un vuelo para ir a Estados Unidos sobre el 20 de marzo, una vez decretado el estado de alarma, pero me anunciaron que estaba cancelado. Desde entonces hasta hoy. Miré varias formas de ir pero, aun así, estaría complicado: no hay vuelos des de España y tendría que ir hasta otro país y desde allí volar a Estados Unidos. Pero lo peor sería que allí también hay confinamiento y lo mismo voy y me tengo que quedar confinada. Tampoco mi marido y mis hijos lo tendrían fácil porque podrían salir del país pero se arriesgan a no poder entrar después", cuenta.

Ahora Carmen espera poder ver a sus hijos una vez que estos terminen las clases en junio y vengan de vacaciones a Lugo, donde pasarán el verano. "Lo peor es pensar que mañana les pase algo grave a ellos y no poder ir", dice.

Carmen Lence asegura que, si no fuese por el confinamiento, se adaptaría bien a esta vida. "Esto no es nada extraño en familias que, por el trabajo de uno de ellos en multinacionales, viven lejos uno de otro", apunta.

DEPORTISTAS. Tampoco lo está pasando demasiado bien Jaume Grau, jugador del CD Lugo. En su caso, echa de menos a sus padres, su abuela y sus amigos, que viven en Tavernes, un pueblo de Valencia. Estaba lejos de ellos, pero no tanto como ahora. "Venían a menudo a verme. Yo me escapé solo dos veces: en Navidad y cuando jugamos en Zaragoza. El último al que vi fue a mi padre, que vino a Lugo en febrero. Desde entonces, solo tuve contacto por videollamada. La semana del estado de alarma iba a venir un amigo y ya no pudo. También tenía pensado venir a Lugo mi madre. Siempre es difícil estar fuera de casa pero esta situación es un pelín más porque te sientes más lejos. Al final, vas perdiendo el contacto aunque el otro día fue mi cumpleaños ¡y lo celebramos todos juntos por videollamada!", afirma Jaume.

Todavía más complicado lo tiene el jugador del Breogán Dagoberto Peña, Dago. Desde Navidad, no ve a su hijo ni a su mujer, que viven en Miami, Estados Unidos. Entonces, vinieron ellos. Se planteaban volver en Semana Santa. Fue imposible. "Estuvieron un mes en diciembre y pensábamos volver a reunirnos en Semana Santa. La situación es difícil y a mí también se me complica regresar a casa. Además, tampoco sé cuándo podría ir. Por lo demás, la cuarentena no me va mal. La estoy pasando solo en casa pero lo voy llevando con el ordenador, la lectura y las series de Netflix. Aprendí también a cocinar mejor. Ahora salgo también a hacer deporte para estar en forma. El Breo nos dio unas rutinas diarias pero, aun así, me puse a buscar por internet actividades de cardio, que consumes en media hora 600 calorías, y el otro día, que salí a correr, no me sentí tan atrasado", comenta Dago.

Este jugador del Breogán trata de resarcirse de la separación familiar como todo el mundo, con videollamadas. "Me conecto con ellos muy a menudo. Allá también están confinados. Mis padres y mi hermana bromean mucho con los tours que se hacen de la cocina a la sala y de la sala a la habitación. Pero, aun así, están un poco más libres que nosotros", afirma.

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