Un superdelegado al que nada le es ajeno

La omnipresencia de Balseiro, contrapoder institucional en Lugo, incomoda a los adversarios y genera algunos recelos dentro del PP

El delegado de la Xunta en Lugo, José Manuel Balseiro. VICTORIA RODRÍGUEZ
photo_camera El delegado de la Xunta en Lugo, José Manuel Balseiro. VICTORIA RODRÍGUEZ

LA PROPUESTA del delegado de la Xunta en Lugo, José Manuel Balseiro (O Valadouro, 1962), de reabrir el debate sobre el uso del cuartel de San Fernando, donde en su día el Ejecutivo autonómico comprometió el museo gallego de la romanización, acentuó las conjeturas que llevan tiempo circulando en algunos ámbitos sobre el papel que juega este veterano político afincado en San Cibrao y sobre cuál sería su situación en el partido. Conjeturas que en gran parte se deben a su don de gentes y ubicuidad, que hacen que hoy por hoy sea el gran contrapoder institucional en Lugo, del Concello, la Diputación y hasta del Gobierno central. Esta circunstancia no solo incomoda a los adversarios, sino que también genera algunos recelos dentro de su partido.

Desde el momento en que llegó a la Delegación de la Xunta, hace tres años, Balseiro la dotó de un contenido mucho mayor del que tenía, lo que hizo que él mismo adquiriera protagonismo. Venía de la mesa del Parlamento —tras ser concejal de Cervo y diputado durante varios lustros, además de secretario provincial del partido durante un tiempo— cuando Alberto Núñez Feijóo decidió el intercambio de puestos con la que había sido delegada de la Xunta en Lugo hasta entonces, la soberina Raquel Arias.

Balseiro siempre defendió que la Delegación de la Xunta tiene el "protagonismo que lle pertence, porque é a administración que máis inviste na provincia, máis que todas as demais xuntas", repite cada vez que tiene ocasión.

Balseiro dotó a la Delegación de un contenido mucho mayor del que tenía

Sin embargo, ese protagonismo no existía antes y en realidad tiene mucho más que ver con su forma de ser. Propios y adversarios reconocen su instinto político y su gran capacidad de trabajo, que se ve complementada por un gabinete dedicado y eficiente.

Quienes conocen los orígenes de Balseiro recuerdan que ya siendo primer teniente de alcalde en Cervo tenía casi más presencia que el regidor, y que aun siendo diputado nunca dejó de atender su concejalía y de recibir a los vecinos. Hace casi cuatro años que dejó de tener responsabilidades en la dirección provincial del partido, pero sigue siendo una referencia para alcaldes y militantes. Tanto es así que también para los adversarios políticos, además de para muchos ciudadanos, Balseiro es desde hace tiempo una de figuras imprescindibles del PP en Lugo.

Al delegado de la Xunta en Lugo nada le es ajeno y su presencia pública constante —no hay día sin que tenga un acto y lo habitual es que sean varios—, unida al hecho de que otros correligionarios opten por una actividad más fuera de los focos, hace que a veces dé la sensación de que se mete "en leiras doutros" o que eclipsa a compañeros en los ámbitos local y provincial. Esta podría ser la primera lectura sobre lo sucedido con San Fernando. Balseiro planteó abrir el debate sobre cuál sería el uso más idóneo para el viejo cuartel y sobre la posibilidad de aprovechar alguna infraestructura ya existente, como el MIHL, para ubicar el nuevo museo, lo que obligó al PP local a modificar su discurso. Hasta ese momento siempre había defendido el museo en San Fernando.

Hubo quien pensó que Balseiro, que en realidad ya había lanzado esta propuesta el año pasado, iba por libre, pero la Consellería de Cultura confirmó posteriormente que defiende lo mismo. En realidad, ya lo había sugerido el propio conselleiro hace un año en este periódico. El superdelegado vino a poner el cascabel al gato, y no lo hizo por casualidad esta semana, sino a propósito de la campaña iniciada por el área socialista del gobierno local para reclamar que la Xunta cumpla su compromiso en San Fernando. Una campaña que además dio lugar a una plataforma cívico-empresarial para reivindicar la infraestructura, a la que Balseiro afea que no sea así de combativa en relación al nuevo auditorio. El delegado atribuye el retraso en la apertura de este centro al "bloqueo" del gobierno local.

Hay quien lo ve de campaña permanente, pero esa es en realidad su forma de hacer política

Es esta una acusación que tiene muchos pliegues, porque el auditorio es un asunto que afecta a los dos socios del bipartito —el PSOE tiene que recibir el centro y el BNG, gestionarlo— y el interés de cada uno de ellos podría no coincidir. Balseiro lo sabe bien y en verano empezó a meter la cuña tratando con alfombra roja al primer teniente de alcalde, el nacionalista Rubén Arroxo, y contraponiendo su capacidad de "diálogo" con la de la alcaldesa.

Esta maniobra, unida al azote que es en muchos otros temas que incumben al Concello, incomoda en las filas socialistas, que últimamente hicieron notar ausencias del político lucense en algunos actos o que en otros no estuviera en primera línea. Y llegaron a poner en duda su relación con miembros del partido y el Gobierno gallego.

Su omnipresencia produce, inevitablemente, recelos dentro del PP, pero fuentes muy distintas coinciden en que en general la relación entre el partido y la Delegación de la Xunta y entre esta y San Caetano no solo no es mala sino que mejoró con Balseiro, que, por otro lado, es el primero que sabe que el abecé de la política es no enfrentarse a quien manda.

A nadie se le escapa que en 2020 hay elecciones y que empezará a haber movimientos de quienes aspiran a estar en puestos de salida, pero si otra característica tiene el mariñano es la de ser un hombre de partido. Además, su trabajo es muy valorado por Feijóo. Hay quien lo ve de campaña permanente, pero esa es en realidad su forma de hacer política.

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