Pilar de Lara relata en su auto el estado de miedo en el que trabajaban las mujeres, en especial por el carácter violento e incontrolable del dueño, García Adán. Este, cuentan numerosos testigos, iba siempre armado con una pistola que no dudaba en sacar para apuntar a la cabeza a las mujeres que lo contrariaban e incluso a clientes problemáticos.
También le gustaba hacer prácticas de tiro con sus armas en la parte de atrás del Queens y las agresiones físicas a las chicas eran habituales.
En esta espiral de violencia y droga, de Lara recoge una de las escenas vividas por una de las testigos, que ella califica como «normal»: «Adán se subió en la mesa del comedor, se quitó su pantalón, se quedó en calzoncillos, tiró al suelo un montón de billetes, allí había más de 2.000 euros, y gritó: ‘Quien me la chupe, se queda con el dinero».