Sonsoles Ónega clama a la fe ante la corrupción y los atentados yihadistas

La periodista, que llenó la iglesia de A Nova con su pregón de la Semana Santa, repasó «emocionada» su infancia en Lugo
Público asistente al pregón, entre ellos el padre de la periodista Fernando Ónega
photo_camera Público asistente al pregón, entre ellos el padre de la periodista Fernando Ónega

Sonsoles Ónega invitó ayer a los lucenses a «tener fe» ante los problemas que asolan actualmente a la humanidad. La periodista -que llenó la iglesia de A Nova con su pregón de la Semana Santa- hizo referencia a la corrupción, los atentados yihadistas, la violencia de género, los desahucios, la tragedia de las pateras y el desencanto de los ciudadanos con la clase política. «Nos preguntamos dónde estás, Señor, cuando un hombre mata a una mujer, cuando los terroristas matan turistas, o cuando las mareas devuelven cadáveres. Necesitamos fe ante tanta injusticia», dijo.

Ónega señaló que la Semana Santa «es tiempo de gracia, de salir al encuentro de los olvidados», y destacó el papel tan destacado de los voluntarios y las organizaciones como Cáritas. «Gracias también a las instituciones, cuando estáis», apuntilló.

Sonsoles Ónega se confesó «emocionada» y repasó los recuerdos de su infancia en Galicia. «Lugo es mucho Lugo para una hija, nieta y bisnieta de lucenses. A mí la vida me pilló en Madrid, pero esta es mi tierra soñada. Hoy», añadió, «vengo a rendir pleitesía a vuestra Semana Santa y me siento vecina de Lugo». La pregonera ensalzó la ciudad y destacó «su muralla, su olor a eucalipto, sus gentes y su catedral, la más bonita del mundo».

Antes del pregón, los asistentes al acto -entre los que se encontraban el obispo de Lugo, Alfonso Carrasco Rouco; el alcalde, José López Orozco, y el subdelegado del Gobierno, Ramón Carballo, entre otros representantes de la vida política lucense- disfrutaron de un concierto a cargo de la mezzosoprano Elisabet Filgueira Gesteira, acompañada al piano por David Robles Pacho. Su interpretación de Lascia ch’io pianga, de Händel; Ave María, de Schubert; Pie Jesu, de Fauré y Mon coeur s’ouvre á ta voix, de Saint-Saëns, desataron los aplausos del auditorio.

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