San Roque aún atrae en Lugo peticiones de protección

Las contraventanas del templo quedaron abiertas para facilitar rezos
La capilla dedicada por Lugo a San Roque. AEP
photo_camera La capilla dedicada por Lugo a San Roque. AEP

Ante la incertidumbre, todo vale. Y hay quien también ha mirado a San Roque en esta pandemia. Los devotos no olvidan la tradicional devoción de Lugo por el santo, al que la ciudad rinde tributo anual desde 1768. Durante ese año la enfermedad asolaba Europa y los feligreses acudieron a pedirle ayuda al santo. La tradición cuentan que, gracias a su intercesión, Lugo permaneció libre.

Por ello, cada 16 de agosto, la corporación municipal, encabezada por el regidor de Lugo y acompañada por representantes de los partidos y el cabildo de la catedral de Lugo, renueva esta ofrenda en la capilla de San Roque. Es una tradición que se mantiene, aunque con reparos y, por ejemplo, en la última edición, el teniente-alcalde Rubén Arroxo no acudió debido a que defiende la separación entre instituciones e iglesia.

El centro de culto se reabrió este lunes y la única misa semanal se celebrará los domingos

Después de más de 250 años, esta tradición se mantiene vigente gracias a que el obispado de Lugo permitió que las contraventanas que protegen las puertas de acceso a la capilla de San Roque se mantuvieran abiertas durante el confinamiento, para que los fieles pudiesen realizar sus plegarias.

El centro de culto católico volverá a abrirse a los feligres a partir de este lunes y la única misa semanal se celebrará los domingos, a las 11.30 horas, a partir de esta misma semana. La eucaristía será oficiada por el párroco de Santiago A Nova, Luis Varela Castiñeira, parroquia a la que pertenece la capilla de San Roque. "Los lucenses tuvieron la ocasión de hacer sus plegarias, puesto que desde el exterior se veía el retablo de San Roque, y así pudieron agradecerle su ejercicio como gran protector de la ciudad de Lugo contra las epidemias", cuenta Luis Varela Castiñeira.

VIDA DEL SANTO. San Roque perdió a su padre de niño y a su madre a los veinte años, y desde este momento dedicó su vida a socorrer a los afectados por la peste en España, Francia e Italia. Sus conocimientos de medicina no le sirvieron para librarse de contraer la enfermedad. Sufrió en sus propias carnes la soledad y la marginación que causaba la peste y fue encarcelado tras ser confundido con un delincuente.

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