La revolución que estalló en Lugo

Lugo fue cuna de la única revolución gallega. Ocurrió en abril de 1846. El comandante Miguel Solís se plantó en la Praza Maior con un destacamento  y se levantó conta el centralismo del Gobierno. La revolución permitía revivir, durante veintisiete días, el reino que había sido Galicia hasta su disolución, trece años antes
Solís, a la izquierda, Narváez, a la derecha, y la Praza Maior de Lugo, en una foto antigua.EP
photo_camera La Praza Maior, en una foto antigua, y Solís, a la izquierda, y Narváez, derecha. EP

TODA REVOLUCIÓN tiene su grito de guerra y la que estalló en Lugo, el 2 de abril de 1846, también lo tenía. Era "Patria y libertad". Quienes hablaban en estos términos eran militares, de ideología liberal y provincialistas, un movimiento que pretendía restaurar el poder que tenía el Reino de Galicia –disuelto en 1833– frente al cada vez más opresor centralismo del Gobierno de España, entonces dirigido por otro militar –en esa época, conservador– el general Ramón María Narváez.

El militar que eligió Lugo como la cuna de esta revolución, cuyo germen fue la Praza Maior, se llamaba Miguel Solís Cuetos. No era lucense, ni siquiera era gallego. Era andaluz, de San Fernando, Cádiz, pero acabaría encontrando su destino y también su brutal muerte en Galicia cuando, una vez ahogada la revolución, fue uno de los fusilados que pasarían para la historia como los "mártires de Carral".

Miguel Solís haría su carrera militar en Galicia, a donde llegó justo un año antes de la revolución, en 1845. Fue destinado a A Coruña como primer comandante, accediendo al Estado Mayor de la Capitanía General de Galicia, cuyo titular era Francisco Puig Samper. Allí, conoció a Juana de Vega, viuda del ministro Francisco Espoz y Mina, con amistades del círculo liberal e instigadores de la posterior revolución.

Solo un año después, Solís decidió coger los sables contra el Gobierno de España, asentado en Madrid. Y lo hizo el 2 de abril de 1846 desde Lugo. Al mando del Segundo Regimiento de Zamora, encabezó un levantamiento liberal que tuvo su continuidad, días después, en A Coruña, Santiago, Vigo, Pontevedra, Tui y Baiona, y que causó más de un quebradero de cabeza al general Narváez, que fue siete veces presidente con Isabel II.

SUBLEVACIÓN. ¿Por qué la revolución comenzó en Lugo? Para no hacerlo en A Coruña, donde el comandante jefe de Estado Mayor del capitán general de Galicia Miguel Solís fue destinado y donde él mismo se vería obligado a arrestar a su propio jefe, el general Puig Samper, por el que sentía aprecio personal.

La revolución estalló en Lugo sin tiros ni sangre. El progresista Manuel Becerra –que sería ministro en la Primera República– constituyó una Junta de Gobierno en Lugo. A falta de tiros, sí hubo, en cambio, una alocución de Miguel Solís, en la que hacía una llamada al honor, la salvación de una reina inocente, el afianzamiento de las instituciones y la paz.

Así lo contaba la crónica que publicaba el 17 de abril de 1846 La Revolución, el periódico oficial de la recién creada Junta Superior Provisional del Gobierno de Galicia. "A la inmortal Lugo cupo la gloria de ser la primera que dio ese grito santo que es el eco de todos los corazones y en la bandera enarbolada sobre los muros de aquella ciudad están escritos los pensamientos y deseos de toda la nación". Una revolución bajo una bandera "patriota, grandiosa y santa", decía el periódico, y un lema: "Isabel II, libre y constitucional. Abajo el sistema tributario, libertad, independencia nacional, cortes constituyentes".

La sublevación de Lugo trató de ser sofocada con tropas llegadas de Málaga, que asediaron la plaza durante tres días pero sin éxito, tras la respuesta del pueblo, el Ejército, los carabineros y la milicia nacional, "que rivalizaron en valor, sufrimiento y entusiasmo", afirmaba el periódico.

La proclama que hacían llegar los sublevados a través de La Revolución hablaba de la reconquista de "pan y derechos" y de una Galicia, "colonia de la Corte", que iba a levantarse "de su humillación y abatimiento".

decreto. Las armas fueron acompañadas de un decreto. La Junta Superior Provisional del Gobierno de Galicia aprobaba, el 16 de abril de 1846, un documento cuyo primer artículo declaraba nulos "todos los actos del Gobierno de Madrid desde el 2 de abril".

Pero, además, el decreto contaba con veinte artículos más, que derogaban otras medidas a mayores. Por ejemplo, los ayuntamientos serían cesados en sus funciones y reemplazados por los que existían en 1843. También quedaría abolido el sistema tributario y, además, cualquier funcionario que infringiese esta disposición sería castigado con el cuádruple de las cantidades que perciba.

Otra disposición era que ningún ciudadano necesitaría, desde entonces, documento alguno que le garantice "transitar dentro del radio de cinco leguas", quedando suprimidos los llamados «pases».

La Junta también dispuso que "toda la sal existente en los almacenes de Galicia se expenderá al precio de 25 reales la fanega".

En el ámbito militar, todos los licenciados del Ejército residentes en Galicia se organizarían en batallones que tomarán el nombre de Defensores del Pueblo y estos podrán tomar armas cuando lo disponga la Junta Superior Provisional recibiendo "4 reales diarios y ración de pan".

Los guardias civiles –un cuerpo creado dos años antes por el Gobierno central– pasarían a estar a las órdenes del general en jefe de las tropas de Galicia y formarían el cuerpo llamado Guías de la Libertad. La Junta Superior dispuso también la creación de un escuadrón de caballería en cada provincia. Para ello, se requisarían todos los caballos y yeguas de siete cuartas de alzada "con la rebaja de cuatro pulgadas". Además, para conseguir tener un ejército bien nutrido, se les concedería a todos los soldados que se adhiriesen al alzamiento dos años de rebaja en su servicio.

MÁRTIRES. Tras el avance de la revolución en las principales ciudades gallegas, Solís fue elegido capitán general de Galicia, con mando supremo sobre todos los ejércitos sublevados. En Vigo, desembarcarían 20.000 fusiles, procedentes de Londres. Sin embargo, serían días contados para la revolución y para Solís porque el 23 de abril el capitán general fue derrotado por las tropas del Gobierno central, dirigidas por el entonces mariscal de campo y posterior presidente del Gobierno José Martínez de la Concha, en la batalla de Cacheiras. Solís se refugió en Santiago pero acabó entregándose.

Ahí firmaría su destino. El ya excapitán general sería uno de los doce mártires de Carral, fusilados el 26 de abril. Al día siguiente, se rendían los sublevados y ahí terminó la revolución.

Motivos
ALCALDES A DEDO Y PAGAR PARA VOTAR

El provincialismo nació como reacción a la Ley de Ayuntamientos, con la que el Gobierno designaba a los alcaldes, y la de Diputaciones, con más control político en provincias.

Impuestos
La reforma tributaria duplicaba la contribución.

Elecciones
La Ley Electoral exigía 400 reales para poder votar y una renta de 12.000 reales para ser candidatos a diputado.

 

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