La relajación de las precauciones entre jóvenes, clave del contagio en A Mariña

La edad fue determinante para impulsar la transmisión, ya que tienen más vida social, más movilidad y son menos prevenidos
Una mascarilla en As Catedrais. ARCHIVO
photo_camera Una mascarilla en As Catedrais. JOSÉ MARÍA ÁLVEZ

La relajación de las medidas de precaución ante el Covid-19 por parte de los jóvenes fue clave para la transmisión en el brote de A Mariña. Lo reconoció este martes el gerente del área sanitaria, Ramón Ares, y lo destacó también el director asistencial, Rafael Monte, que hicieron hincapié en la necesidad de que los adultos de menor edad usen la mascarilla y mantengan el distanciamiento social en todo momento. "No se trata solo de que ellos no se contagien sino de que no contagien a su vez a sus familiares", explicaron.

La burbuja social entre los jóvenes es extensa y el rastreo de un círculo de amigos sale otro; entre los mayores es contenida

En el caso del brote mariñano la edad de muchos de los infectados fue clave para propagar el virus. La juventud tiene una vida social mucho más intensa y hace menos caso a las medidas preventivas por la convicción de que, en caso de infectarse, tendrán síntomas leves. "Es algo que se ve cuando se hace el rastreo. En un caso de una persona de 20 años sale un círculo de amigos, luego otro, luego otro... Han hecho deporte con unos, comido con otros, tomado algo con otros... En el de una persona de 50 años, por ejemplo, el círculo se cierra mucho antes", explica el doctor Monte.

La llamada burbuja social es, en las personas de mediana edad más controlada, fácil de identificar. En los jóvenes, mucho más extensa. Hay otra característica de los mariñanos que también ha ayudado a la transmisión: la movilidad entre concellos, lo habitual que es, por ejemplo, trabajar en uno, vivir en otro y tener amigos en un tercero. Por ese motivo, lo que podrían parecer brotes múltiples en una comarca son, en realidad, un único brote.

De la misma forma, ha influido las formas de ocio de la juventud, con más encuentros en fiestas y botellones que se caracterizan porque el número de asistentes no suele ser reducido y, al mismo tiempo, las medidas brillan por su ausencia. Puede que un joven salga de casa con mascarilla pero es poco probable que la utilice durante un botellón con sus amigos.

Finalmente, también ha tenido peso el hecho de que gran parte de los jóvenes  infectados son asintomáticos o los tienen tan leves que no les prestan ninguna atención. Eso permite que pase más tiempo antes de ser identificados, diagnosticados y aislados y les da, por tanto, más oportunidad de contagiar a otros.

El doctor Monte insiste en la necesidad de que todo el mundo respete el distanciamiento y que, en todos los momentos en los que no se pueda mantener la separación de seguridad de dos metros, se utilice mascarilla. Reconoce que un aspecto positivo es que, por el momento, los síntomas de los infectados son leves. No solo de los jóvenes, sino también de los ocho que, por edad o por patologías previas, son objeto de seguimiento por un equipo hospitalario.

Algunos llevan ya una semana, como ocurre también con el único ingresado, y no se han agravado pasado ese tiempo. Ese es un período clave para el pronóstico de la evolución.
 

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