El grito del cielo

Un registro de aves en el centro de Lugo

Beatriz Rodríguez-Morales es una ornitóloga amateur que observa y alimenta las aves que pasan por su terraza
Beatriz Rodríguez-Morales y Rafael Mallo García, en su terraza de Clérigos. XESÚS PONTE
photo_camera Beatriz Rodríguez-Morales y Rafael Mallo García, en su terraza de Clérigos. XESÚS PONTE

Es un día cualquiera. Beatriz Rodríguez-Morales se despierta y lo primero que hace es poner un pie en la terraza de su casa, una de las que tienen la suerte de lindar con la muralla romana. Un reyezuelo listado parece buscar alimento entre las hojas de uno de los pequeños cipreses que allí crecen. El pajarito, uno de los más pequeños de Europa, apenas se inmuta con su presencia. Es un día cualquiera, pero con la emoción de ver esa ave por primera vez. Una emoción que se alarga y que aún hoy modula su voz al explicar la franja naranja que el reyezuelo tiene en la cabeza, casi fosforita.

Ella y su compañero, Rafael Mallo García, se acostumbraron a registrar las aves que pasan por su terraza. Con el reyezuelo, ya van cerca de doce. Gorriones, palomas torcaces, mirlos, urracas, grajillas, petirrojos, colirrojos, carboneros, currucas capirotadas, cornejas, mosquiteros y halcones peregrinos llenan las páginas de su cuaderno.

Los más presentes son los gorriones. Desde que hace un poco más de dos años pusieron comederos y bebederos su población casi se dobló. Beatriz matiza que no se puede asegurar la relación directa, pero sin duda una buena fuente de alimentación ayudó a su crecimiento. Primero probaron con alpiste y migas de pan, pero lo que más les gusta es el trigo gallego ecológico, que ahora ya crece en las macetas, esparcido por las aves.

"Temo o día no que corten esa árbore", indica, señalando el aligustre que crece al lado de la muralla y da cobijo a los vecinos alados. Un árbol, para ella, significa una bandada, un tiempo medido por un gorjeo de fondo, un encuentro diario, una relación.

"Trátase de observar, de mirar á nosa volta, de sermos conscientes do que nos rodea"

Ingeniera de Montes, Beatriz está escribiendo una tesis sobre los servicios de los ecosistemas. Esa relación, que es también una relación afectiva, es uno de esos servicios. "Hai moito xa investigado sobre o benestar que produce o contacto coa biodiversidade, tamén para a saúde", comenta. Pero aún para quienes no disfruten de esa relación, la relación existe. Es obligatoria. Cuenta que en la China de Mao hubo una campaña para exterminar los gorriones con el objetivo de aumentar la productividad de los cultivos. Tras provocar su extinción en el país, las plagas fueron tan grandes que trajeron hambrunas consigo. China se vio obligada a recular, y buscar gorriones en la Unión Soviética.

ESE LUJO QUE MIRAR. La biodiversidad puede estar en una terraza del centro de Lugo. Para reconocerla, hay que abrir los ojos. Distinguir en los edificios del otro lado de la calle el lugar favorito de las grajillas, o en un hueco entre las piedras de la muralla la casa de una pareja de colirrojos. También hay que aprender los nombres. En la designación de ‘pájaros’ nunca entran tantos como pronunciando los distintos nombres de las especies, como los que salen de la boca de Bea. Ella reconoce el momento en el que apenas sabía distinguir uno de otro. Su interés fue creciendo. Realizó varios cursos a través del Centro de Extensión Universitaria e Divulgación Ambiental de Galicia (Ciuda) y A Casa das Insuas. También fue voluntaria en varios proyectos. Aprendió a construir casas nido, y enseñó a otros a hacerlo.

"Trátase de observar, de mirar á nosa volta, de sermos conscientes do que nos rodea", di. Los ojos bastan. Es como un regalo diario. Y es que ya antes de salir de la habitación, cada mañana, los pájaros entran en ella. "Espertamos co canto do merlo", dicen los dos. A veces utilizan los prismáticos. Solo hace falta ese segundo para que el día transcurra ya de forma distinta. Tal vez, para que el curso del mundo discurra de forma distinta todas necesitemos abrir un poco más los ojos, llenarlos de pájaros.

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