La jueza del tarot: "Si quieres le echo las cartas al juez que te lleva el caso"

María Jesús García apuntala con su conocimientos judiciales las adivinaciones en un asunto sobre un divorcio

La magistrada María Jesús García. EP
photo_camera La magistrada María Jesús García. EP

SEGURA DE SÍ misma, la jueza maneja las cartas del tarot con destreza. Saca una a una del interior del fajo, no de arriba ni de abajo, y las lanza sobre la mesa blanca inmaculada. Antes de hablar, reflexiona, las toca con breves impactos de dedo y mira cuáles cayeron al derecho y al revés, algo fundamental en los llamados «arcanos mayores», en los que ella presume de tener «gran experiencia».

La sesión es una impostura en toda regla. Sus adivinaciones no pueden ser tales, porque las premisas de las que parten son mentira. El periodista se inventa una supuesta separación de su esposa y entra así en materia judicial, sin estridencias, para que la magistrada no sospeche. Y ahí es donde María Jesús García no puede ocultar sus amplios conocimientos del sistema judicial para construir su argumento adivinatorio.

Primero pregunta por la presentación de la demanda, luego si lo que quiere el cliente es la custodia compartida y más tarde si la otra parte quizá podría haberse inventado «algo de malos tratos» para tener a la Justicia de su mano. La mecánica consiste en saber el nombre de la persona sobre la que va a adivinar y su signo zodiacal. Lee el tarot primero al cliente, luego a su esposa, después a los niños, también al abogado. E incluso llega a proponer leer el tarot del magistrado que llevará el caso: «¿Sabes quién es el juez? Podemos leerle las cartas para saber cómo teva a ir», explica.

María Jesús García concluye que el proceso de divorcio va a ser laborioso, pero que la Justicia al final va a triunfar, que se confíe en la Justicia, aunque ella misma también expresa sus dudas: «Confío en la Justicia, creerás, pero luego leerás cualquier cosa en el periódico y dirás... pues la Justicia parece que tampoco acierta mucho».

«HÁBLALE A LAS VELAS». El episodio de las velas tampoco tiene desperdicio. El interlocutor le dice que no cree en la colocación de cirios para arreglar el futuro, pero aún así la jueza se empeña en recetarle dos, de color blanco: «Prueba, hombre, no vas a perder nada». Se levanta y vuelve con las dos velas: «Tu escribes encima, con una tijera, todas aquellas cosas que quieres que salgan bien, y luego te la pones en casa, encendida con cerilla de madera. Si no quieres ponerte a escribir encima, pues hablas con ella y ya está».

«Las cartas orientan mucho. ¿Y qué me dices de las velas? ¿No crees que en ellas? Prueba, hombre, no vas a perder nada»

La jueza, al ver un poco descreído al cliente, se esfuerza por alabar las bondades del tarot. «Las cartas orientan mucho», le dice, antes de ofrecerle otra tirada que el periodista no espera: los santos. «Mírale que miedo le dan», espeta dirigiéndose a su empleado, presente en toda la sesión. Miedo tampoco era para tener, porque los santos estaban, cómo no, del lado del cliente.

Quien abre y cierra la puerta es su compañero, al que ella se refiere como «empleado del hogar». Ella niega que sea pitonisa y dice que es él quien se dedica a esa práctica, algo que este periódico pudo comprobar que es mentira tras
asistir a la sesión que aquí se relata. Ayer, en el teléfono de atención de los folletos, el hombre contesta al diario El País: «Soy yo quien ha montado un chiringuito de tarot y ahora vosotros me habéis jodido el chiringuito y puede que también mi trabajo de criado. Su señoría trabaja en el juzgado y allí solo atiende a presos y a parientes de presos, ese es su trabajo».

Cartel con el que la jueza se anuncia como tarotista.EPYA NO DA CITAS. Ni a 15 ni a 20 euros. Ayer el número telefónico ya no funcionaba. Al parecer el negocio dejó de funcionar, o al menos está en ‘stand by’ hasta que pase la polémica sobre la que tendrá que pronunciarse el Consejo
General del Poder Judicial. Tampoco hubo rastro el jueves de su presencia en los bares de la zona, donde es habitual la pareja acompañada del perro.

La jueza que controla a más de un millar de presos desde un juzgado de Lugo podría haber puesto punto y final a su polémica segunda actividad, la de pitonisa. Quizá cree que así puede atajar la investigación abierta por el CGPJ.
Ella sabe que no le está permitida tal actividad, como deja claro cuando atendió a este periódico: «Lo hace mi empleado, él no es funcionario».

Además, si su actividad fuera meramente como aficionada podría pasarse por alto, pero como comprobó este periódico ella misma es la que cobra las consultas. «¿Y lo del dinero del matrimonio lo tenéis arreglado? Sí, déjelo estar».