Las prostitutas reducen sus tarifas a la mitad por la crisis y se ahogan en deudas

Las mujeres afrontan la desescalada con miedo y más marginalidad todavía de la que tenían antes de la pandemia del Covid-19
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photo_camera Rinconada del Miño, donde cada vez hay menos prostitución. AÍDA SOENGAS

"Flojo, esto está muy flojo. Mucho más que antes. Pero sí hay clientes. Ahora bien, tomamos todas las medidas de precaución y de higiene habidas y por haber. Utilizamos constantemente gel hidroalcohólico y mascarilla, además de preservativo. Para la masturbación, me pongo también guantes y me ducho antes y después. Es como si estuviese en un hospital. Se hace un poco raro el uso de la mascarilla pero, al final, hasta da más morbo".

Josefa —por decir un nombre— es transexual y se anuncia como travesti. Ejerce la prostitución en un piso y vive de esto. Como otras mujeres, el coronavirus la hundió todavía más en la marginalidad. El parón del confinamiento supuso un descenso total en la demanda de estos mal llamados servicios. La nueva normalidad se presenta, entre estas mujeres, con los bolsillos y las neveras totalmente vacías, con deudas, y con todo el miedo del mundo a coger el virus. Pero, para muchas, esto es todavía lo que hay.

"Ahora tenemos muchos menos clientes. Antes, podía atender a tres o cuatro al día. Ahora, uno o ninguno. Estos meses fueron muy duros. Fui sobreviviendo como pude: primero, tirando de los ahorros hasta que los agoté por completo y después, pidiendo ayuda en Cruz Roja y en el Concello, donde me dieron vales para la comida. Pero no queda otra que seguir para poder salir adelante. Ahora les exijo a todos mis clientes mascarilla. Si no la tienen, no entran. Y tuve que bajar los precios a la mitad. Ahora cobro entre 30 y 50 euros, la media hora; antes era entre 60 y 100. Los clientes vienen siendo los mismos: la edad media es entre 30 y 40 años, solteros y casados y con un salario. Eso no cambió", dice María, nombre falso para la entrevista, que también recibe a hombres en su casa.

Muchas de estas mujeres son inmigrantes. No solo venden su cuerpo para sostenerse ellas sino también para sostener a sus familias en sus países de origen. Lúa es brasileña. Hasta ahora, enviaba remesas de dinero a su madre enferma. Ahora lleva ya tres meses que no puede hacerlo y no deja de emocionarse cuando lo piensa.

"Ahora no tengo ni un céntimo. Tengo a mi mamá en Brasil, enferma, que depende de mí y no tengo dinero para mandarle. Necesito mucha ayuda social. Casi no tengo ni qué comer. Me está echando una mano un grupo de ayuda de A Piringalla y Aliad. Comencé a ir también al Banco de Alimentos. Pero lo peor es que yo no tengo derecho a las ayudas del Estado porque no tengo Seguridad Social. Esto es tremendo. Hay mucha menos clientela porque hay miedo a contagiarse. No sé cómo voy a sobrevivir", cuenta Lúa, también nombre ficticio.

Moitas delas agardan pola paga de ingreso mínimo para deixar de seren explotadas

Aliad Ultreia atendió, durante estos tres meses, a unas 80 mujeres prostituidas, a las que les facilitó alimentos y dinero para el pago de alquileres, medicación y suministros de vivienda. Para ello, contaron con la colaboración de dos empresas lucenses —Torre de Núñez y la arrocería Os Cachivaches— y el apoyo económico de la Secretaría Xeral da Igualdade.

Desde Aliad, observaron que muchas mujeres se quedaron sin ingresos pero también sin un sitio donde vivir, agravándose más su situación de vulnerabilidad social. "De súpeto, atopáronse sen ningún ingreso e moitas non teñen acceso a axudas porque están sen empadronar. Van rotando de cidade en cidade, facendo o que elas chaman "prazas" tamén moitas viven en baixos ou pisos compartidos onde, aínda que queiran e vivan en Lugo, non poden empadroarse porque esas vivendas están a nome doutras persoas. Tamén moitas están en España en situación irregular, sen papeis e viven ao día. Carecen de todo tipo de dereitos sociais", indica Ana Barba, educadora social de Aliad Ultreia,

La esperanza de estas mujeres está ahora en la paga del ingreso mínimo vital, a la que aspiran prácticamente todas. "Preguntan día si e día non cando se pode solicitar. Moitas destas mulleres agardan por esta paga para deixar de seren explotadas. Este é o momento. A paga permitiralles non ter que expoñer a súa saúde para recuperar os atrasos e pagar as débedas", añade Ana Barba.

Hay más de 300 chicas y la mayoría en pisos, con rentas de 180 euros semanales

Aliad Ultreia hace seguimiento a más de 300 mujeres prostituidas al año en Lugo, una cifra que —según la educadora social, Ana Barba— se mantiene "bastante estable" en el tiempo. Este colectivo lleva años trabajando con estas mujeres a través de programas como Senlleiras, Donas o Tecendo Futuro. Desde Aliad Ultreia se observa que la mayor parte ejerce en pisos. "Están controladas por un proxeneta, pero en pisos onde as mulleres son tratadas como mercadurías", añade Ana Barba.

Los precios que pagan estas mujeres por los pisos son exorbitados. "Moitas volverán á prostitución agora porque acumulan débedas de aluguer. Hai rentas de 180 euros á semana", indica Ana Barba.

La prostitución en pisos da lugar a frecuentes confrontaciones con los vecinos, que se resisten a ver cómo son explotadas mujeres en sus propios edificios. Esto sucedió en Armando Durán hace años y el problema se repite ahora en Acea de Olga.