"Perder a un hijo es doloroso, pero verlo en una secta es peor, es perderlo en vida"

La madre de uno de los acólitos de Sabiduría Sanadora, que se instaló en Lugo y A Mariña, narra el proceso de captación

El gurú, en la tienda 24 horas que montó con los otros miembros de la secta en Lugo. EP
photo_camera El gurú, en la tienda 24 horas que montó con los otros miembros de la secta en Lugo. EP

Julio (nombre ficticio) tenía 18 años y era "un ejemplo de hijo", hasta que su camino se cruzó con el de Víctor S. y todo se rompió en la familia de Manoli. Poco a poco, su único hijo comenzó a cambiar, a estudiar terapias alternativas hasta el punto de abandonar su carrera de Enfermería, a plantear ideas peregrinas sobre hacerse millonario junto a sus nuevos amigos. Poco después, se había ido de casa a vivir con el grupo que lideraba Víctor S. y se había convertido "en el esclavo" del gurú.

Manoli lleva diez años tratando de recuperar a su hijo, peleando contra un sistema en el que no encuentra amparo legal y sufriendo por la impotencia: "Es un enorme sufrimiento", lamenta, "perder a un hijo es muy doloroso, pero verlo en estas condiciones es peor, porque es perderlo en vida. Es mi único hijo, y saber que está de esclavo del otro...".

Julio es uno de los acólitos de la secta que, como adelantó El Progreso este jueves, se instaló durante un par de años en Lugo y en A Mariña, que ahora está siendo investigada por la Guardia Civil y por un juzgado de Corcubión por supuestos delitos de estafa continuada y apropiación indebida.

El gurú, con la chica con la que ha tenido dos hijos. EPEl motivo son las deudas que fueron dejando tanto en la provincia de Lugo como en la de A Coruña con los pequeños negocios que iban montando y llevando a la quiebra. El grupo, conocido como Sabiduría Sanadora porque es el nombre del blog creado por el gurú, lo forman en estos momentos el líder, de 30 años; una chica de 25 con la que tiene dos hijos [ambos, en la foto]; Julio, de 30 años, y otros dos chicos de edad similar.

Manoli aclara que ninguno de ellos "es idiota, son universitarios", lo cual hace si cabe más inexplicable cómo han caído bajo la influencia de este peculiar gurú que presume de ser experto en una pseudomedicina indú llamada ayurveda, curar enfermedades, leer el futuro o ser experto en inversiones bursátiles. Su hijo lo conoció en la universidad de Murcia donde ambos estudiaban y compartieron interés por las terapias alternativas, empezando por el reiki hasta llegar a renegar de la medicina científica.

El gurú asegura de sí mismo que tiene 280 de cociente intelectual, que lee el futuro y que puede tratar todas las enfermedades

"A la par", recuerda esta mujer, "empezamos a notar cambios en las actitudes, en las expresiones y en la dinámica familiar: no quería ir a eventos familiares, ni a Nochebuena. Y su padre y yo sufrimos unas operaciones y él no quiso estar". Y hacía y decía cosas que a su madre le hacían pensar que "se estaba volviendo loco. Decía que no quería trabajar y que se iban a hacer millonarios con inversiones, porque Víctor había ganado 300.000 euros en Bolsa, pero que no los había podido cobrar por problemas fiscales porque los ganó mientras vivía en India. Me contaba cosas que no tenían ni pies ni cabeza".

ESQUIZOFRENIA. Un día, Julio les dijo que se iba a vivir a un desértico campo murciano en una tienda de campaña, a 40 grados y a siete kilómetros de la fuente de agua más próxima. Ella y su marido le llevaban comida, sin llegar a entender nada, hasta que en una conversación con Víctor S. todas las alarmas saltaron: "Vino un día a comer a casa y nos dijo que mi hijo tenía alucinaciones, que él mismo le había diagnosticado esquizofrenia y que lo había mandado al campo tres meses a curarse porque necesitaba liberarse de los estímulos exteriores".

El gurú diagnosticó esquizofrenia a uno de los acólitos y lo mandó tres meses al desierto murciano a vivir en una tienda de campaña

Las siguientes conversaciones, algunas ya grabadas con cámara oculta por un detective ante la sinrazón que estaban viviendo, incrementaron la preocupación. "Me contó", relata Manoli, "que con 17 años había pertenecido a una sociedad secreta que dirigía un inglés que ayudaba a mujeres que habían sido violadas tratándolas con hipnosis, que tenía un 280 de cociente intelectual, que tenía superpoderes, que estaba muy interesado en la figura del demonio y un montón de disparates más".

Manoli no renuncia a recuperar a su hijo, pese a que legalmente poco puede hacer porque es mayor de edad. Pero advierte que el gurú "o se quiere quedar con todos o está como un cencerro y sin tratar, lo que es un peligro para todos, sobre todo para los dos niños. Es una bomba de relojería".

Preocupación por los dos niños
La secta Sabiduría Sanadora ha sumado en los últimos años a dos miembros a su grupo: los dos niños que el gurú tuvo con la única chica que vive con ellos, una joven de 25 años. Se trata de una niña que ahora tiene 3 años y que nació cuando el grupo vivía en A Mariña y de un niño de un año, que nació en Cee. 

Estas dos criaturas se han convertido a la vez en una de las grandes preocupaciones y en una de las mejores bazas de las familias de los acólitos, que siguen peleando por recuperar a sus hijos. De hecho, su nacimiento permitió que la madre de la chica recurriera judicialmente para que se le concediera el permiso para ver a sus nietos. El juzgado le dio la razón, le concedió un régimen de visitas que le permite verlos dos veces al mes y, además, el juicio dio la oportunidad a las familias de volver a establecer un contacto, aunque mínimo, con los otros miembros del grupo que acudieron como testigos. 

Sin embargo, y pese a que en diversas etapas el grupo ha sido controlado por los servicios sociales, en estos momentos ninguna administración mantiene la vigilancia sobre el estado de los pequeños. Hay que tener en cuenta que se trata de una secta que rechaza todo tipo de medicina convencional (la chica no tuvo ningún seguimiento ginecológico durante su embarazo y pretendía dar a luz en casa, aunque finalmente lo hizo en el hospital de Burela presionada por los servicios sociales), que sigue estrictas dietas alimenticias, cambia constantemente de ciudad y rechaza usar jabón.

 

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