"Yo no pedí esta enfermedad; fue un reflejo de algo más profundo"

Nicolás padeció anorexia y, tras dos años, sale de la enfermedad conociéndose más y pide información para los jóvenes
 

Una mujer utiliza su móvil.EP
photo_camera Una mujer utiliza su móvil.EP

Empezó cuidándose para ser más atractivo y cuando se dio cuenta pesaba 43 kilos (con una altura de 1,69 metros). A Nicolás la anorexia lo cogió por sorpresa. Era un chico y este tipo de trastornos afectan más a las mujeres, sin embargo, unas altas expectativas sobre sí mismo le llevaron a una situación obsesiva en la que dejar de comer fue solo la punta de un ‘iceberg’ que bajo la superficie ocultaba la inseguridad, la presión por sacar adelante los estudios, el miedo a defraudar, la no aceptación de su propio cuerpo y la necesidad de aprobación en las redes sociales. "Yo no pedí tener esta enfermedad, fue un reflejo de algo más profundo que me estaba pasando", indica Nicolás. "Tenía 18 años y decidí apuntarme al gimnasio porque quería verme como otra gente que conocía, por eso eliminé las grasas o el aceite de palma de la dieta y empecé a seguir algunas páginas web con consejos para muscularse", cuenta Nicolás. El joven señala que nunca le habían dicho que estaba gordo, ni había sufrido acoso en el instituto. De hecho, solía ser sociable y extrovertido y siempre había tenido una constitución delgada. "Pero yo no me veía bien, quería estar mejor y, además, tenía miedo por no ser capaz de acabar el Bachillerato, que empecé para complacer a mis padres aunque yo prefería hacer un ciclo medio", indica.

Entre la presión por aprobar y la obsesión por tener un mejor físico, lo que en un principio parecería un hábito saludable acabó por convertirse en una obsesión. Fue consciente del cuando sufrió un desmayo y en Urxencias le realizaron una analítica que reveló un débil estado de salud. Le diagnosticaron anorexia y empezó un largo tratamiento para recuperar una alimentación saludable y contra la depresión que continúa a día de hoy. "Fue la peor experiencia de mi vida", explica. Después de varias recaídas hoy estudia el ciclo medio que siempre quiso hacer y se recupera de la enfermedad. "He aprendido muchas cosas de mí: me conozco mejor, intento aceptarme tal y como soy y sé gestionar mis pensamientos", cuenta.

De este modo, explica que el proceso de recuperación es satisfactorio. "Eres consciente de que mejoras cuando comes, porque te sientes con más fuerzas y te encuentras mejor", explica. En este sentido, en los momentos más duros de la enfermedad tenía que permanecer en casa para ganar peso, una realidad que limitada mucho su vida. "Dar un paseo un poco más largo de lo normal ya implicaba un problema, porque gastabas más energía de la que tenías y perdían un kilo", cuenta. de este modo, la enfermedad fue también una forma de aislarlo de sus amigos, de modo que no podía hacer ningún plan fuera de casa. "Ellos vinieron alguna vez a visitarme, pero me cambió mucho la vida, aunque me apeteciese hacer algún plan la realidad es que físicamente no podía, siempre estaba cansado y apático", cuenta.

Nicolás se tomó su recuperación muy en serio. Después de un tiempo de tratamiento los resultados no eran los esperados y no conseguía recuperar todo el peso deseado. Por eso ingresó en el hospital voluntariamente y, tras diez días de tratamiento pidió el alta voluntaria para seguir recuperándose en casa.

"Nadie me lo recomendaba, pero yo seguí las pautas a rajatabla y desde entonces solo hice ganar peso", termina.

La importancia del entorno
Nicolás cree que a los jóvenes se les da poca información sobre los trastornos de la alimentación, pero también sobre la autoestima y la importancia de aceptarse a sí mismo.
Además, considera muy importante que el enfermo tenga un acompañamiento adecuado por parte de su entorno. "A veces yo sentí que me hacían sentir culpable de lo que me pasaba, o que me decían la típica frase, ‘ya estamos’, cuando me costaba comer", cuenta.
Por otra parte, agradece la comprensión y el trabajo de la asociación Bulimia y anorexia y de su psiquiatra, Graciela Cabos, y la psicóloga del colectivo. "Sin ellas todo esto habría sido mucho más difícil", cuenta el afectado.

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