Así las cosas, la pandemia, el aumento de los ertes y despidos y el cierre de diversos comercios y empresas ha contribuido a que el número de personas que se ven obligadas a recurrir a la mendicidad en la ciudad de Lugo haya aumentado en los últimos meses.
Las puertas de acceso a la muralla cercanas al centro histórico suelen ser paradas habituales de estas personas. Lugares donde reciben los donativos de ciudadanos anónimos que ayudan con la voluntad. La llegada del frío y la lluvia recrudeció la situación de desamparo de la gente que se ve obligada a esperar la ayuda del prójimo, sentadas en el suelo.
Muchos de estos ciudadanos, que no pasan por la mejor situación económica, son fácilmente reconocibles por los carteles que portan con los que solicitan la colaboración de los demás bajo un par de frases aclaratorias.
María, nombre ficticio, es una súbdita rumana que desembarcó en la ciudad de la muralla hace seis años. El reflejo de sus ojos azules no se ha apagado. Se mantienen brillantes y a la expectativa. Como sus esperanzas de encontrar un futuro laboral estable, que se vieron truncadas por el protagonismo del covid-19.
Su currículo laboral pasa por empleos en la hostelería donde alternó demasiados contratos temporales, y en el servicio de limpieza doméstico, oficio que aún desempeña por horas. "Trabajé durante algunos años en la hostelería en algunos pueblos de la provincia y más tarde me vine a Lugo", relata con semblante circunspecto.
Gracias a la labor de Cruz Roja Lugo y los servicios sociales municipales, las personas con menos recursos afrontan el futuro en busca de una segunda oportunidad.