Los okupas de O Pazo no estaban este miércoles para bromas. Una bandada de niños —una decena, tranquilamente— se apelotonaba en la entrada, con la verja abierta después de casi dos décadas cerrada, desde que fue dejó de funcionar como prostíbulo. Tras los niños, vinieron las mujeres —sin ánimos de recibir a periodistas— y tres o cuatro hombres —con caras de pocos amigos y lanzando amenazas a los visitantes—.
En la entrada, entre la maleza, había varios objetos tirados. "Iros de aquí si no queréis que los niños empiecen a tiraros piedras. Ya hablamos y ahora hasta que sea el juicio seguiremos aquí", gritaban, intentando aproximarse.
La matriarca, Elisa García, más calmada, insistía en que no iban a hablar de su situación. "Ya hablamos, vinieron varias televisiones y volvieron los de la inmobiliaria. No vamos a decir más", afirmaba, más apaciguada.
Entre tanto, los propietarios —que residen fuera de Lugo— están dispuestos a denunciar la ocupación, según manifestó Asier Barja, de la inmobiliaria Ronda, que tramitaba la venta del edificio por 850.000 euros. Sin embargo, este miércoles todavía no se había recibido ninguna denuncia en la comisaría.
Varios agentes de la Policía Nacional se trasladaron hasta O Pazo, alertados por la Policía Local de que los okupas estaban manipulando el contador de la luz para engancharse de una forma fraudulenta.
