La nueva vida de un policía total, Germán Rodríguez

Este agente lucense fue hasta hace un mes el comisario general de Información de la Policía Nacional, cuerpo en el que lleva 40 años combatiendo el fanatismo, desde Eta al yihadismo

Germán Castiñeira. EFE
photo_camera Germán Castiñeira. EFE

GERMÁN Rodríguez Castiñeira (Lugo, 1956) está a la espera de destino, tras ser destituido a finales de octubre como comisario general de Información de la Policía Nacional. Los 40 años que lleva de profesión se han caracterizado, según afirma, por combatir a "los fanáticos que ponen sus ideas por encima de la vida de los demás".

En los diez meses que el comisario Castiñeira, como le llama todo el mundo, estuvo al frente de este departamento fueron detenidos en España 26 yihadistas, entre ellos un imán egipcio en Vitoria, por adoctrinamiento, que fue deportado.

Mano a mano con la Fiscalía de Libia dirigió una operación –la primera en el mundo contra el robo de obras de arte en territorios asediados por grupos terroristas–, que permitió cercenar una de las fuentes de ingresos de los radicales islamistas. En marzo eran arrestados en Cataluña un anticuario y un marchante de arte que presuntamente se dedicaban a expoliar restos arqueológicos (mosaicos, sarcófagos...) en este estado magrebí, que vendían en los Países Bajos para financiar las actividades del grupo terrorista Daesh.

Con fama de gran negociador y estratega, viajó durante tres meses a países árabes para tender puentes con el fin de que fluyese ágilmente la información sobre posibles sospechosos.

A este cargo, llegó tras estar al frente de 14.000 agentes como jefe superior de Policía de Madrid. Recuerda con cariño esa etapa porque, según cuenta, "tenía mucha capacidad para transformar las cosas".

El comisario Castiñeira vivió de cerca los años de plomo de Eta, el 23-F, los saltos a la valla o los atentados del 11-M

Atajó la alarma social causada por un depredador sexual reincidente que asaltó a siete chicas, a alguna la trasladó desde la capital del Estado a Segovia. A mediados del año pasado la Policía detenía al conocido como "violador del ascensor". Beneficiado por la derogación de la doctrina Parot, había pasado 21 años entre rejas de los 273 a los que fue condenado por el asesinato de dos jóvenes en Valladolid y Burgos y por 18 agresiones sexuales.

Este comisario lucense fue antes, durante unos siete años, jefe de la Brigada Provincial de Información de Madrid. En 2011 puso a buen recaudo a uno los criminales más buscados por la Interpol, "cabeza de cerdo". Este ciudadano rumano, que idolatraba al legendario gánster estadounidense Al Capone, estaba considerado como uno de los mayores traficantes de seres humanos de Europa. La red de este capo explotaba a compatriotas suyas, que ejercían la prostitución en la Casa de Campo y el polígono Marconi.

Pero la lucha contra el yihadismo seguía presente en su día a día. Era el primer objetivo que tenía entre ceja y ceja como jefe de la brigada. Así, en 2014 desarticulaba la célula islamista que operaba en la mezquita de la M-30, la más grande en España.

Esa liza era también contra organizaciones radicales (extrema derecha e izquierda, neonazis, anarquistas...) y bandas latinas (Latin King, Ñeta, Dominican Don"t Play...).

PAÍS VASCO. Su primer destino ya fue toda una declaración de intenciones. En 1978 se marchaba a San Sebastián, tras aprobar las oposiciones de inspector. Cumplía así su sueño de ser policía, tanto por vocación como por cosanguinidad. Su abuelo, su padre y su hermano, que ha regresado a la capital lucense tras su jubilación, también fueron agentes de la ley, desde la guardia de asalto de la República hasta la Policía Nacional. Dejaba atrás la licenciatura de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, carrera que estudió por deseo de sus padres.

En el País Vasco vivió los conocidos como años de plomo de Eta, el periodo más sanguinario de la banda terrorista. Fue una montaña rusa de emociones encontradas. "Alternaba el pesar por los entierros de compañeros con la satisfacción de la desarticulación de comandos", recuerda.

Tras la amnistía por la llegada de la democracia es curiosamente cuando se acelera el proceso terrorista

"Tras la amnistía por la llegada de la democracia es curiosamente cuando se acelera el proceso terrorista. Había muchísimos comandos, sobre todo en Guipúzcoa, que era donde yo trabajaba. Dabas una patada a una piedra y salía un comando", dice.

Estuvo tres años. Fueron intensos. De minuciosas medidas de autoprotección. "Los momentos más vulnerables eran al entrar y salir de casa y al ir a comer a los restaurantes", precisa el comisario Castiñeira. Además de revisar los bajos de los vehículos, cuando iba a los establecimientos de hostelería se ponía de espaldas a la pared y a veces con la pistola "cargada y amartillada" encima de la mesa, tapada por la servilleta, para evitar ser una víctima más de un atentado.

La familia vivía aquella página negra de la historia reciente de España con preocupación porque "veían las noticias del Telediario, con una muerte cada tres o cuatro días".

Las fuerzas de seguridad no contaban entonces con la colaboración de las autoridades del país vecino, una colaboración que sería determinante, a su juicio, porque "en cuanto se terminó el santuario francés, empezó la decadencia de Eta". Pero eso sería, según asegura, "muchos años y muchas muertes después, a raíz de la entrada de España en la Comunidad Económica Europea".

Esa es historia pasada. "Los terroristas han sido derrotados por la Policía, por los jueces y en general por la ciudadanía, que le dio la espalda", apunta Rodríguez Castiñeira, que considera que lo que toca ahora es "la fase del relato de Eta, que trata de hacer una narrativa ennoblecedora, como si fuese la Resistencia francesa frente al nazismo en la II Guerra Mundial".

El comisario lucense asistía en octubre pasado en La Moncloa al acto institucional en el que se solemnizó la derrota de Eta con la entrega a España por parte de Francia de los conocidos sellos de la banda terrorista.

Tantas veces saltaban las alarmas de que se iba a producir la sublevación militar que cuando tuvo lugar pilló a más de uno con el pie cambiado

23-F. Si en el País Vasco le tocó vivir uno de los episodios coetáneos más cruentos de España, en su siguiente destino, tras un paso testimonial por Barcelona, coexistió con un acontecimiento que pudo cambiar el rumbo de la historia del país, el fallido intento de golpe de estado.

Rodríguez Castiñeira arribaba a Madrid a las puertas de 1981 para integrarse en la brigada antigolpe, recién creada por la Comisaría General de Información. Fue como el cuento del lobo. Tantas veces saltaban las alarmas de que se iba a producir la sublevación militar que cuando tuvo lugar pilló a más de uno con el pie cambiado.

Rodríguez Castiñeira fue uno de los 20 policías, comisarios e inspectores, que tuvieron los arrestos de plantarse en la noche del 23-F en las puertas del Congreso de los Diputados, tomado por el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero, y firmar un manifiesto en contra del golpe.

Treinta y siete años después de aquella rebelión cree que se corrió "muchísimo peligro de que se produjera otra guerra civil".

SALTOS A LA VALLA. Los avatares profesionales han situado a Rodríguez Castiñeira, a lo largo de toda su carrera, en los lugares más calientes en los momentos más indicados. Tras aprobar las oposiciones de comisario, en el año 2000 fue destinado a Melilla, como segundo jefe de la comisaría de la ciudad autónoma. y fue testigo de los primeros saltos a la valla. Se dio cuenta del "gravísimo problema que se le venía encima a España", problema que 18 años después considera que "va a peor".

Recorrió entonces de incógnito la carretera Transahariana, que comunica con Argelia, para conocer más de cerca la situación.

Además, Melilla era un enclave estratégico en la lucha contra el tráfico de hachís que procede del norte de África con destino a Europa y asomaban la cabeza los primeros grupos salafistas-corriente ultraconservadora del Islam-. "Aquel problema que entonces era embrionario estalla en 2001 con el atentado a las Torres Gemelas en Estados Unidos y en 2004 con el 11-M en Madrid", precisa.

En la ciudad norteafricana creó una estructura de información para detectar esos movimientos que tenían como epicentro los barrios musulmanes. En Melilla no se ha producido nunca un atentado. El comisario Castiñeira cree que una de las razones es porque los terroristas tendrían crudo huir. "Con tres llamadas telefónicas cierras completamente las fronteras, la terrestre, la marítima y la aérea", advierte.

Pasaron 13 años sin que hubiera ningún atentado en España, mientras que en Francia y Alemania se estaban produciendo casi cada tres meses

11-M. Tres años después regresaba a Madrid para ponerse al frente de la comisaría del distrito de Retiro, con 200 agentes a su mando. Eran las vísperas de la masacre en cadena que en marzo de 2004 se cobró la vida en las vías del tren de 193 personas e hirió a más de 2.000.

Los efectivos que dirigía Rodríguez Castiñeira, que asegura que fue "una etapa muy desagradable de mi vida", se encargaron entonces de prestar auxilio a las víctimas y de la asistencia a la Policía Científica para la identificación de los cadáveres, entre otros cometidos.

Un mes y medio después, cuando estaba de comisario de servicio de Madrid, vivió la inmolación del comando de Leganés que participó en el atentado del 11-M, que voló por los aires y se llevó por delante a un subinspector del Grupo Especial de Operaciones (GEO) de la Policía Nacional.

Aunque España está en el nivel 4, sobre 5, de alerta antiterrorista, entre el 11-M y los atentados en Cataluña de agosto de 2017 pasaron 13 años sin víctimas, lo que, a su juicio, pone de manifiesto que "aquí se ha hecho una labor preventiva muy buena".

"Pasaron 13 años sin que hubiera ningún atentado en España, mientras que en Francia y Alemania se estaban produciendo casi cada tres meses", afirma.

Ese quehacer precautorio, según detalla, es "muy callado, de control exhaustivo de retornados, sobre todo de Siria, redes sociales, movimientos proclives al yihadismo..., en conexión directa con la Audiencia Nacional".

Prevención, pero también resolución por parte de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. "El atentado de Estados Unidos no se esclareció hasta un año y medio o dos años después; en el de Londres, que es el tercero más grave tras el 11-S y el 11-M, también estuvieron un tiempo parecido hasta que detuvieron a alguno de los autores y, sin embargo, en España a los tres días se prendió a la mayoría", resalta el comisario Castiñeira.

Afición
Un amante de la equitación


Entre la lucha contra Eta y contra el yihadismo, Castiñeira hizo un alto cuando estuvo al frente de la unidad de caballería, tras ascender a inspector jefe en 1995. Mezclaba así dos de sus pasiones, policía y equitación.

Citas futbolísticas
A finales de los años 90 dirigía las patrullas a caballo por las zonas verdes de Madrid, como los parques del Retiro y del Oeste; en las grandes citas de fútbol y en poblados chabolistas como La Celsa o El Cerro de la Mica, llamados supermercados de la droga, para combatir el trapicheo y las reyertas.

Sus huestes escoltaron al Real Madrid cuando obtuvo la séptima Copa de Europa y se batieron "en una batalla campal" con los hooligans del equipo inglés de fútbol Leicester, en su primera visita a España.