"Nos quitaron las sonrisas"

Hacía casi dos años que no iba a ver a su familia, en Ivano-Frankivsk, al oeste de Ucrania. Ahora Olga Glapshun —una profesora ucraniana que lleva casi una década en Lugo— acaba de regresar de una visita a su país, al que no había ido desde que comenzó la guerra. Lo que vio fue muy distinto de lo que recordaba.
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photo_camera Olga Glapshun. SEBAS SENANDE

Le podían las ganas de ver a su familia y su país. Por eso, no le importó coger hasta tres medios de transporte distintos para llegar a Ucrania. Olga Glapshun sabía que el país con el que se iba a encontrar era muy distinto al que vio por última vez, hace dos veranos. "Estuve dos semanas en Leópolis y Yaremche, en la provincia de Ivano-Frankivsk, cerca de la frontera con Polonia. El viaje fue una odisea tuve que ir en avión hasta Varsovia, ya que todavía no hay vuelos directos a Ucrania, y luego coger autobuses. Allí decían que los rusos iban a bombardear la estación de tren para cortar la ayuda que llega a Ucrania desde Europa y la gente tiene miedo", dice.

Olga se vio en la necesidad de volver a Ucrania para ver cómo estaba aquello después de un año y tres meses de guerra. "Quise ir sobre todo para ver cómo está mi familia dado que, aunque ya pasaron varios meses, sigo durmiendo poco por las noches y me despierto muchas veces con la ansiedad de conectar el móvil y ver lo que está pasando allá", cuenta.

Se encontró un país a cuya gente se le borró la sonrisa. "Todo aparenta normal pero no es así, parece que nos quitaron las sonrisas para siempre", asegura y remarca la escasez que hay en ciertas capas de la sociedad. "En casa de unos amigos, vivían ocho personas en dos habitaciones porque se quedaron sin casa", comenta.

Olga Glapshun vio que había suficiente comida en los supermercados pero, en cambio, los precios subieron una barbaridad, lo que aumenta la miseria en el país. "Hay grupos de mujeres que se juntan para hacer empanadas y comida caliente, que luego reparten, arriesgando su vida, cerca de la frontera donde hay pueblos muy bombardeados por los rusos. En esas zonas, cerca de Polonia, están destruyendo todo. Hay gente que pasa hambre y pueblos que se quedan sin agua por los bombardeos", afirma.

Sirenas

A Olga no le fue fácil adaptarse al continuo sonido de la sirena que alerta de los bombardeos rusos. "Se oía todos los días y cuando la oyes, sientes mucho miedo. Es horrible, desagradable, se te pone la piel de gallina al ver cómo la gente corre a refugiarse en los garajes. De repente, en un centro comercial suenan las sirenas de un posible bombardeo y todos los comercios cierran mientras que la gente corre a un refugio. Yo misma también fui, me asusté mucho. Lo bueno es que ahora hay refugios públicos en todas partes", apunta.

Solidaridad

La cara positiva de su reciente visita a Ucrania fue ver la unión que hay en el país. "La gente está concienciada de que hay que ayudar al Ejército y hacen donaciones. También vi que ahora hay más gente que habla ucraniano cuando antes se hablaba incluso más ruso que ucraniano", dice.

Olga Glapshun no piensa, por ahora, volver a su país. Esta maestra de Lengua y Literatura Rusa lleva ocho años afincada en Lugo, a donde llegó huyendo de los primeros conflictos de su país con Rusia tras invadir Crimea en 2014.

Ahora ve cómo muchos compatriotas suyos, que vinieron el año pasado para dejar atrás el escenario de guerra en su país, regresan a Ucrania. 

"Se marcharon muchos porque, aunque se adaptaron bien aquí, echaban mucho de menos no poder estar en su país", cuenta Olga Glapshun.
 

No es cuestión de si somos hermanos o no (Olga Glapshun)
La mayoría es consciente de que, en el centro de Europa, hay una lucha por la libertad y la independencia. Otros ven la guerra como un fenómeno terrible y simpatizan con los ucranianos. Pero, entre estas personas, por extraño que parezca, hay partidarios de Rusia. Les resulta difícil creer lo que está sucediendo ahora y encontrar el porqué. A veces, para encontrar la respuesta, hay que hacer la pregunta correctamente. Por ejemplo: ¿Cómo surge el amor, el apego a otro país? La frase —basada en el hecho del origen común de rusos y ucranianos— "son dos pueblos  fraternos" no da ninguna respuesta.

Primero, tenemos que hacer la pregunta correctamente planteada: ¿Y las condiciones y los detalles de la Rus de Kiev —el Estado que todos llaman la cuna de estos pueblos desintegrado hace ocho siglos— contribuyeron a que se ataran con amor fraternal? 

En 1169, cuando el príncipe Andrei Boholubsky unió los principados del norte, agredió a Kiev. Por pura envidia y odio, las tropas de Boholubsky saquearon y mataron sin piedad a los habitantes de Kiev y quemaron todo, incluidas las iglesias. Además de la increíble crueldad, a diferencia de otros príncipes, Boholubsky no se quedó a gobernar en Kiev, regresó a sus tierras y se declaró el único príncipe de Vladimir-Suzdal, donde más tarde incluyó el asentamiento de Moscú, que acababa de surgir en el terreno pantanoso de la periferia más lejana de la Rus de Kiev, mezclándose con los pueblos ugro-fineses. Así fue la base de Rusia.

¿Cómo se desarrollaron estos dos pueblos a lo largo de ocho siglos? Lo que más influye en la formación de la mentalidad de un pueblo es su capacidad para desarrollarse libremente o, al menos, luchar por esa oportunidad. El Estado Moscovia se formó bajo el poder de la Horda de Oro, basado en la obediencia absoluta, la crueldad y el despotismo. La obediencia servil a los mongoles fue reemplazado por la autoridad total y no menos horrible del zar Iván El Terrible o la dictadura de Putin.

En Ucrania no hubo, en cambio, presencia permanente de mongoles. Los príncipes de las tierras centrales limitaron el pago de tributos y los principados occidentales se desarrollaron en un contexto europeo, como parte del gran ducado de Lituania.

Los ucranianos —entre ellos nuestros gloriosos cosacos— siempre eligieron vivir en libertad. Guillaume Sanson, el famoso cartógrafo europeo, delineó en su mapa ‘Ucrania o País de Cosacos’, que tenía la frontera con Moscovia. Dentro del Imperio Ruso, intentamos guardar nuestras características étnicas y nunca se detuvieron los movimientos de liberación nacional. Y después de la disolución de la Unión Soviética seguíamos luchando por una democracia real, protestando contra injerencias rusas, organizando ‘maidanes’ — revoluciones como la Euromaidan en 2013-14—. Gracias a esto, se conservó la identidad, la lengua, las tradiciones y el espíritu del pueblo.

En cuanto a los "pueblos fraternos", nunca nadie usó esta frase hasta que fue acuñada por la propaganda de la Unión Soviética (es decir, de Rusia), cuyo objetivo era formar una nueva unidad: el pueblo soviético. Hay que estar de acuerdo en que la idea fue exitosa, porque a priori confiamos en las relaciones familiares pero ¿acaso es apropiado hablar de pueblos fraternos si a veces es imposible llegar a un acuerdo entre dos hermanos? Tal vez, sea más correcto hablar de países de buena vecindad, de aliados, cuyo objetivo es desarrollar la cooperación y con esfuerzos conjuntos elevar el nivel de vida respetando siempre las leyes internacionales.

Como vemos ahora, Rusia no reconoce estas leyes. La amenaza para todo el mundo es más evidente que nunca y los ucranianos son conscientes de esto y ofrecen una resistencia heroica dando lo más valioso: sus vidas. Por lo que es muy amargo escuchar a veces que no actuamos por nuestra propia voluntad, sino por instrucciones de Estados Unidos. Sí, frecuentemente los líderes mundiales influyen en el curso de los acontecimientos. Pero ¿por qué, entonces, la lucha del pueblo cada vez se renueva con más fuerza?  La influencia de estos líderes es temporal pero para las personas las palabras de los políticos nunca serán más importantes que las de sus abuelas. Y los soldados ucranianos recuerdan estas palabras escuchadas en su infancia: "Somos ucranianos, como nuestros antepasados. Y esta es nuestra tierra". ¡Y eso es lo que los inspira para luchar!

Y si alguien aún tiene dudas de quién tiene razón si Ucrania o Rusia, creo que la respuesta fue la que dio Pedro Sánchez: "Rusia es el país agresor y Ucrania, el agredido, que lucha por su libertad. Por tanto, hay que estar del lado del agredido".

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