La muralla vuelve a reinventarse

La peatonalización de A Mosqueira se une a otros cambios en la muralla que reflejan el último siglo y medio en Lugo ► El monumento fue abriendo puertas según las necesidades y sirvió de reducto defensivo en las guerras carlistas
Proyecto de peatonalización. EP
photo_camera Proyecto de peatonalización. EP

La anunciada peatonalización de A Mosqueira marca un nuevo giro en la historia de la muralla, hoy Patrimonio de la Humanidad y que en el último siglo y medio vivió cambios tan trascendentales como la apertura de nuevas puertas o el derribo de las casas adosadas, entre otros.

Las piedras milenarias que circundan la muralla llevan años observando los estilos de vida de los lucenses y siendo testigos directos de los cambios drásticos que transformaron esta ciudad en el último siglo y medio. El proyecto del Concello de peatonalizar A Mosqueira, se sumará al resto de las modificaciones, que son un espejo de la historia reciente de Lugo.

Hace justo un siglo, el alcalde Ángel López Pérez llevó al pleno municipal la aprobación de una inversión de 900 pesetas para restituir las cancillas de hierro que cerraban el paso al adarve a partir de las nueve de la noche, imponiendo multas a los que transitasen por allí después de esa hora.

No era algo nuevo. Al menos desde mediados del siglo XIX, ya existían estas puertas, según consta en documentación municipal revisada por el historiador Adolfo de Abel Vilela. Las cancillas no se ponían porque sí. Había una razón y las guerras carlistas tienen la respuesta. "Aínda hoxe se poden ver as ferraxes destas cancelas en sitios como as escaleiras do Cantiño ou a rampla da Porta de Santiago. Puxéronse nas guerras carlistas, cando o comandante xeral prohibía aos lucenses que subisen á muralla. Tamén se fixo porque polo adarve escapaba xente que era perseguida e tamén para evitar destrozos de gamberros como cando tiraban as tapas dos pretís", explica el historiador.

Las guerras carlistas dejaron su huella en la muralla en el reducto de María Cristina, el tramo sin cubos que va desde la Porta de Campo Castelo hasta A Mosqueira. Una obra que se hizo exclusivamente para servir de bastión de la ciudad para poder disparar con cañones al enemigo. "O reduto de María Cristina edificouse onde había antes o castelo, que estaba sobre a muralla. O castelo foi derrubado en 1757 polo bispo Izquierdo e alí fíxose o cárcere eclesiástico e levantáronse dúas casas que pagaban rendas destinadas a un fondo municipal para arranxar o acueduto", comenta Abel Vilela.

Otro rastro de las guerras carlistas en la muralla son las saeteras (ventanillas estrechas) para la fusilería que se hicieron entre las puertas de San Fernando y Nova.

PUERTAS. Un paso histórico fue también la apertura de puertas, como la de San Fernando, inaugurada para comunicar la ciudad con la nueva carretera de A Coruña, recién construida en 1853 y que sustituía al antiguo Camiño Real que seguía la estela de la vía romana hacia Brigantium.

"Chamábanlle a Porta do Boquete porque alí había un antigo paso polo que entraba na cidade o acueduto romano, aínda que o nome oficial sería a Porta do Príncipe Alfonso, que se lle puxo cando, cinco anos despois, a raíña Isabel II visitou a cidade co seu fillo, de tan só nove meses. Pero ninguén lle chamou así a esta porta. Ao final, todos lle dicían Porta de San Fernando, por estar ao carón do cuartel", indical Abel Vilela.

La Porta do Boquete necesitó, con el tiempo, de más anchura ya que en esta zona se concentraba mucho tráfico, especialmente cuando la Ronda da Muralla era bidireccional y en ese cruce siempre era necesaria la presencia de un policía municipal para regular el tráfico. Este hecho motivó que, en 1963, el Concello se plantease ampliar esta puerta, que fue reinaugurada en 1964.

La segunda puerta que se abrió en la muralla fue la de A Estación. El San Froilán de 1875 tenía su espectáculo asegurado: la llegada a Lugo del primer tren, que permitía viajar hasta A Coruña en un tiempo entonces récord, nada menos que cuatro horas. La revolución que supuso el ferrocarril llevó a la necesidad de abrir otra puerta más en la muralla, que comunicase rápidamente la estación con la plaza de Santo Domingo, lugar de parada de carruajes.

Para hacer la Porta da Estación se derribaron dos cubos. Esta primera puerta tenía troneras. Tan solo 43 años después, en 1918, se remodelaría. quitándole las troneras. Y se le cambió el nombre por el de Castelar.

En 1887, se construyó lo que es ahora O Vello Cárcere, la prisión del partido judicial de Lugo. Era necesaria una puerta en la muralla, , para comunicarse con el centro, y así se hizo la Porta do Cárcere o de Campo Castelo.

La siguiente puerta que se abrió fue la de Bispo Aguirre. Fue en 1894, la excusa era buscar una entrada y salida rápida hacia el Seminario y también hacia el cementerio, ubicado donde está ahora el solar del Gran Hotel.

En 1900, se derrumba un trozo de la muralla en la Porta Nova. Esta sí que era una de las pocas puertas originales del monumento, con capilla, pero hubo que hacer otra que es la actual.

La construcción del hospital provincial de Santa María motivó la apertura de otra puerta más en el monumento en 1929, pero ocho años antes se dinamitó un trozo de la muralla cuando era alcalde Ángel López Pérez. La decisión municipal dio lugar a un pleito que provocó que la muralla luciese un enorme agujero durante ocho años hasta que se hizo la puerta.

Las puertas más antiguas de la muralla también tienen su historia. La de Santiago se conocía tradicionalmente como Porta do Poxigo y, durante mucho tiempo, su uso estuvo restringido al clero que, por ella, accedía a sus huertas, aunque también fue la única que permanecía abierta durante los episodios de pestes. Esta puerta fue ampliada para adaptarla al paso de carruajes.

La de San Pedro era conocida, durante la Edad Media, como Toledana porque por aquí entraban los comerciantes que venían desde Toledo y otros puntos de Castilla.

La Porta Falsa tuvo un uso original puramente militar, desde la Edad Media, porque llevaba a unas trincheras. Se le llamó así porque acostumbraba a estar cerrada. En el siglo XVI, se ampliaría para facilitar el paso a los trabajadores de una fábrica de tejas instalada en el Barrio del Pájaro, promovida por Juan Francisco de Castro, el que da nombre a la calle Doutor Castro.

Hace un siglo, el Ayuntamiento decidió derribar las escaleras que daban a A Rinconada, junto a la Porta Miñá. A cambio, se levantó un muro con el fin de "impedir la comunicación directa de aquella barriada con la muralla", decía el cronista de El Progreso.

Uno de los cambios más grandes ocurrió dieciséis años antes de que se abriese la de O Boquete o San Fernando. Se trata del derribo de las torres de la muralla, que tuvo lugar en 1837. El responsable del proyecto fue Alejo Andrade. Como recuerdo, dejó intactas las ventanas de A Mosqueira.

Otro cambio importante que afectó al monumento fue la operación Muralla Limpia, llevada a cabo en 1972 aunque hace medio siglo comenzaban a derribarse las primeras viviendas adosadas en la Porta de Santiago. Hasta entonces, muchos lucenses habían vivido, literalmente, de espaldas a la muralla. A lo largo de toda la ronda, 85 casas y negocios se apoyaban en sus paredes. La operación permitió dejar ver la silueta del monumento, oculta por los edificios hasta entonces, y recuperar la mirada de esas piedras que, desde hace algo más de dos milenios observan el devenir de los lucenses.

Ahora, la ciudad se prepara para la extensión hacia A Mosqueira del proyecto peatonalizador.

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