El juez le deniega la incapacidad permanente a una lucense con pérdida de memoria

"Los médicos no dan crédito", asegura el marido de la reclamante, que debe atenderla constantemente debido además a sus problemas de columna y deterioro cognitivo

 

José Manuel y María José. VICTORIA RODRÍGUEZ
photo_camera José Manuel y María José. VICTORIA RODRÍGUEZ

El juzgado de lo Social número 3 de Lugo acaba de denegar la incapacidad permanente total a María José Viña Castro, de 55 años, pese a sufrir pérdida de memoria, déficit de concentración, deterioro cognitivo y problemas de columna -lumboartrosis y estenosis del canal lumbar- que la hacen caminar con dificultad, además de polineuropatía sensitiva de grado severo y posible síndrome de Sjogren.

El fallo judicial obliga a reincorporarse a la vida laboral a esta mujer, pese a que su inserción sería realmente difícil dados sus graves problemas de memoria. "Está en una entrevista y le preguntan algo y, antes de contestar, ya no sabe lo que le preguntaron. De esta forma, dime tú qué trabajo podría hacer", afirma su marido, José Manuel Seijas Veiga.

La afectada recurrirá el fallo al entender que, en su situación, podría tener derecho a una pensión por incapacidad dado que, además, dispone de informes favorables de una psicóloga clínica, de un psiquiatra y de una neuróloga, en los que se indica que la paciente precisa de supervisión y cuidados constantes y no se encuentra capacitada para desempeñar un trabajo autónomo. Otro informe más de un neurocirujano indica que sus problemas de columna no son operables porque es una enfermedad crónica e irreversible.

Pese a eso, la sentencia indica que, en estos informes, no se establecen las limitaciones funcionales y orgánicas de estas patologías y tampoco el grado de deterioro cognitivo que pueda tener. El fallo se basa en que no se aportaron pruebas que acrediten "que las patologías que padece le impiden el desarrollo de su profesión".

"Nos estropearon el futuro. Mi mujer no puede trabajar. Duerme casi dieciocho horas al día y, por desgracia, no es capaz de hacer nada, ni se acuerda de nada. Le tengo que decir que se cambie la ropa, que se peine, que se lave, darle la medicación... Solo es capaz de andar 50 metros, cae muchas veces y no sabe ni el día que es", cuenta José Manuel.

La incapacidad permanente le proporcionaría una pensión de 314 euros que, al tener ya los 55 años cumplidos, podría elevarse a 500.

María José Viña llevaba año y pico de baja hasta que el Instituto Nacional de la Seguridad Social la obligó a reincorporarse al trabajo al no serle reconocida la incapacidad permanente. La mujer presentó una reclamación previa, que también fue desestimada por el INSS y dio pie al juicio, al entender la afectada que las patologías que presenta son crónicas e irreversibles y le impiden el desarrollo de su profesión, la de camarera, pues hace años regentó un bar con su marido. "Los médicos no dan crédito a que no se le dé la incapacidad. Ya no importa el grado, sino simplemente la incapacidad. Cuanto más cuando fue propuesta por una inspectora de Sanidad", dice José Manuel.

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