La memoria del pánico en O Ceao

En junio de 2019, un accidente químico en la misma zona también generó quejas por las infraestructuras antiincendios del polígono
Los bomberos participan en el operativo que controló el accidente químico de O Ceao3.XESÚS PONTE
photo_camera Los bomberos en el operativo que controló el accidente químico de O Ceao. XESÚS PONTE

El incendio del domingo no tuvo parangón en la historia de la ciudad de Lugo. Sin embargo, si hubiese que asignarle un hermano menor, este sería sin duda el accidente químico que tuvo lugar en junio de 2019 en la nave de Leche Río, en el mismo polígono industrial que hoy sufre las consecuencias del fuego devastador. Y si bien el impacto de aquel accidente no es comparable con el del domingo, sí lo son las criticas a la falta de presión del agua, por ejemplo. Quizá por ello, la propia Leche Río puso este domingo a disposición de los bomberos sus cisternas de leche para cargar el agua que les faltaba.

En aquel momento, el accidente bloqueó el funcionamiento de este centro neurálgico de la actividad industrial lucense, pero también desató la alarma de los vecinos. El miedo no se situaba, sin embargo, en la combustión, sino en la toxicidad producida por el derrame de miles de litros de ácido nítrico, utilizados en la empresa para limpiar los conductos del circuito de la leche. No se trataba de fuego, pero el efecto de esta sustancia sobre la piel podría asemejarse al de las llamas.

Mientras se desconoce lo que este domingo detonó esta catástrofe sin precedentes para varias empresas, en aquel momento el origen se situó en el error de un transportista, que conectó la manguera del camión, con policloruro de aluminio, en el tanque de ácido nítrico. El temor a las explosiones, que este domingo mantuvo más de un corazón encogido, también había sobrecogido en aquel momento a la población, aunque Leche Río lo había descartado al no tratarse de una reacción exotérmica.

MIEDO A LA INTOXICACIÓN. La nube tóxica obligó aquel día de junio a que los empresarios y trabajadores se encerrasen dentro de las naves para no tener contacto con el humo. Por fortuna, no hubo que lamentar en este accidente daños humanos; la lluvia sirvió para mitigar los efectos de la nube, que sí llegó a generar escozor en los ojos y garganta de varios operarios, así como molestias y dificultades respiratorias que no se llegaron a complicar.

El accidente obligó a que los trabajadores se encerrasen en las naves, pero la amenaza real fue mucho menor que el temor

La tensión se prolongó aquel día durante más de cuatro horas, hasta que se dio por controlada la situación. La actuación de los bomberos, ataviados con trajes especiales para este tipo de emergencias, consistió en el bombeo de agua pulverizada, para que con ella las partículas tóxicas fuesen arrastradas hacia el suelo.

El miedo fue, en aquel caso, más grande que el daño real. Las estaciones de medición de la calidad del aire de Meteogalicia ni siquiera registraron valores que se alejaran de la normalidad durante o después de que se activase la alarma. La normalidad se recuperó sin complicaciones, y rápidamente lució bien distinta a la del día de hoy, un día triste.