"Me quedó mucho miedo, ahora me asusto por nada. Esto no se olvida"

Pensó que había estallado uno de los expositores con carne frente a los que estaba aquel día de 1987. Pero no, la explosión y posterior bola de fuego de la que huyó por los pasillos del Hipercor era obra de Eta. Adelina Somoza salvó su vida pero se asusta al mínimo ruido. Los atentados de Bruselas devolvieron a su memoria el humo y el miedo de ese día
Adelina Somoza, mostrando uno de los injertos de piel que le hicieron en un brazo
photo_camera Adelina Somoza, mostrando uno de los injertos de piel que le hicieron en un brazo

LE PASÓ MEDIA vida por delante, pero a Adelina Somoza Rodríguez siguen humedeciéndosele los ojos cuando recuerda aquellas primeras y, quizá, últimas palabras que le dijo su amiga, Bárbara, con la que había ido de compras a Hipercor, el 19 de junio de 1987, tras el atentado y desde una camilla: "Adelina, ¿qué será ahora de nuestros hijos?".

Bárbara murió y dejó dos niñas huérfanas y Adelina —una vecina de Portomarín, que vivió el atentado con 44 años— salvó su vida, recuperó un cuerpo quemado al 44 por ciento y pudo ver crecer a sus hijos. Ambas, vecinas puerta con puerta en Barcelona, habían quedado aquel día para comprar unos zapatos en Hipercor. Desconocían que una bomba de Eta cambiaría para siempre sus vidas en unos segundos.

¿Qué sentimientos se le vinieron a la cabeza viendo las imágenes de los atentados en Bruselas?

No podía verlas. Cuando miraba para esa gente, pensaba: "Pobrecita, ¡lo que le espera!". Yo lo pasé muy mal hasta que logré recuperarme de todas las quemaduras. Todavía hoy sufro las consecuencias pero el daño también es psicológico. Me quedó mucho miedo encima. Me asusto por nada. Tampoco soy capaz de meterme en sitios donde hay mucha gente. Desde entonces, duermo fatal y despierto muchísimo. Tampoco puedo ver películas donde haya disparos y violencia.

No olvida, ¿pero perdona?

No se olvida y me cuesta perdonar. Ahora mismo, soy incapaz de ir al País Vasco.

¿Siente que volvió a nacer?

Volvimos a nacer todos, no solo yo. Pero también es cierto que nunca pensé cómo iba a quedar hasta que me vi en casa y me di cuenta de que no me valía por mí misma y tenía que depender de otra persona para todo: para ir al servicio, ducharme, sentarme... Todo esto me ayudó después, cuando me diagnosticaron un cáncer, porque pensé que peor ya no podía ser y no tuve miedo a nada.

¿Cómo recuerda el atentado?

Aquel día me llamó mi vecina para ir a Hipercor a comprar unos zapatos. Subimos a la primera planta, donde estaba la sección de calzado, y solo vimos dos cajeras. No había gente pero pensamos que era temprano. Eran las cuatro y cuarto de la tarde. Lo sé porque se me quedó parado el reloj cuando estalló la bomba. Bajamos a la planta de alimentación y mi amiga se fue a la zona de los quesos y yo me quedé en la de carnes. De repente, veo que, delante de mí, sale un fuego enorme. Torcí la cara y la tapé.  Me dejé la piel de la mano derecha y algo de la izquierda pero eso me salvó de que me quedasen marcas en el rostro. Me retiré hacia atrás y vi que, por el pasillo, venía una bola de fuego. Empezaron a caer estanterías y yo también, debajo de ellas. Todo aquello se estaba quemando. Logré levantarme y grité por mi amiga. Estaba todo a oscuras y se oían varios gritos y no sé cómo aparecí en unas escaleras. Desde allí, me llevaron a mí y a una pareja a una ambulancia. Fui de las primeras en ser rescatadas. Me quedé tan atontada que no sentía dolor ni nada, pese a que tenía la piel de la mano derecha totalmente levantada.

¿Sabía qué había pasado?

No, me enteré por la Policía. Pensé que había explotado el expositor frigorífico de la carne hasta que, luego, cuando nos recogió la Policía oí cómo una mujer culpaba a los agentes por no haber hecho nada por impedir el estallido del coche-bomba. Porque los terroristas llamaron a la Policía advirtiéndoles de lo que iba a pasar y allí, fuera, había efectivos policiales pero dejaban entrar a la gente y no desalojaron. Tampoco mandó desalojar el jefe del centro comercial, pese a que había sido advertido por los terroristas. Creyó que era una falsa alarma y, al final, estalló la bomba y se llevó por delante 29 vidas, además de los 56 heridos que hubo, 19 de nosotros muy graves.

¿Cómo quedaron los heridos?

Mal, muy mal. Nos llevaron al hospital Vall d’Hebrón y a todos nos metían en una sala donde nos quitaban la ropa y echaban mucha agua. Aquello era tremendo. Estábamos todos con la cara negra, el pelo quemado y la piel levantada por las quemaduras. A una chica, muy delgada, le quitaron el pantalón y, con él, la piel de las piernas. A mi amiga la vi pasar en una camilla y me preguntó qué sería de nuestros hijos. Tardó un mes en morirse. Le tenían que cortar las dos piernas. Ya no quería vivir.

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