El matrimonio civil se impone al religioso en menos de dos décadas

El fenómeno tiene bases sociológicas y es independiente de los polémicos cursos que propone la Iglesia y que hoy no son obligatorios
Dani Faílde y Lorena Espiga. VICTORIA RODRÍGUEZ
photo_camera Dani Faílde y Lorena Espiga. VICTORIA RODRÍGUEZ

El matrimonio civil se ha impuesto en Lugo en menos de dos décadas. En el año 2000 hubo en la provincia 1.017 enlaces católicos, 269 civiles y otros tres de otras religiones. En 2017, el último año del que tiene balance el Instituto Galego de Estadística, las tornas se habían dado la vuelta y los enlaces católicos se habían reducido a 253, mientras que los civiles crecieron hasta los 795. En ese ejercicio hubo otros cinco matrimonios de otras religiones.

En Lugo, la catedral, por ejemplo, sigue siendo un espacio referencial para los enlaces, pero la casa consistorial le ha robado protagonismo y, así, el año pasado hubo solo en el Ayuntamiento de Lugo 68 bodas. En el conjunto de la diócesis se celebraron, en tanto, 230 matrimonios religiosos. En el ámbito más rural, los enlaces en la iglesia siguen siendo más habituales, mientras que en los entornos urbanos es donde los civiles más han crecido.

Ese cambio de tendencias obedece más a nuevas realidades sociológicas que a hechos como que la Iglesia organice cursos matrimoniales para las parejas que optan por enlaces religiosos, en opinión de Nicolás Susena, delegado de familia de la diócesis y director del Centro de Orientación Familiar del obispado lucense.

Tras arreciar las últimas semanas la polémica por la propuesta de la Conferencia Episcopal de cursos de varios años para los futuros matrimonios católicos, Susena no cree que esa formación sea el motivo de que las bodas civiles se hayan disparado.

De hecho, en este momento los cursos de la Iglesia "son recomendables, pero no obligatorios", recalca Susena, que defiende que esa formación en las parroquias tiene incluso avales "científicos", ya que, sostiene, se ha probado que es una herramienta buena para las parejas.

Asume que el divorcio, que la Iglesia no acepta (si bien existe la nulidad), puede haber influido en los cambios sociales que han disparado el matrimonio civil, pero cree que la Iglesia debe mantener su propuesta de formación de las parejas y trabajar en la idea de que "queremos un amor para siempre".

La católica no es, por lo demás, la única iglesia que en Lugo imparte formación a las parejas antes de las bodas, aunque evangélicos u ortodoxos, al ser comunidades más pequeñas, están menos condicionadas por procesos como el de secularización de la sociedad, que se ha acelerado durante las últimas décadas y ha afectado sobre todo a la que era la religión mayoritaria.

"LES HABLAMOS A LAS PAREJAS NUESTRA VIVENCIA DEL AMOR"

Dani Faílde y Lorena Espiga llevan casi dos años formando en las parroquias de Lugo a las parejas que acuden a los cursos prematrimoniales

Dani Faílde y Lorena Espiga se casaron hace casi siete años y desde hace ya casi dos son una de las parejas que imparten los talleres prematrimoniales que organiza la Diócesis en la ciudad. Nunca se les había pasado por la cabeza la idea de ir a hablar de matrimonio a otros, pero recibieron la propuesta y aceptaron.

"En general, las reuniones son como una puesta en común y hablamos de nuestra vivencia del amor durante el noviazgo y la importancia de fortalecer el amor en esa etapa", dice Dani. Añade que también hablan con las parejas "de los retos y dificultades que se presentan en el matrimonio, que es algo ya mas serio".

¿Hablan de sexo con las parejas a las que les dan los cursos prematrimoniales? "El sexo no es de las temáticas que más se abordan y queda más para la intimidad de cada pareja, aunque en los encuentros a veces pueden salir dudas", explica Faílde.

Él reniega un poco de presentarse como un profesor del matrimonio. "No diría que son cursos en el sentido de dar una lección, es algo informal, distendido y el contenido depende de las inquietudes de las parejas que vienen", explica.

Cuenta que esos encuentros se centran sobre todo en hablar con las parejas que se van a casar en la iglesia de "cómo llevamos la fe en nuestro día a día y cómo integramos esa fe que creemos que es importante para nuestro matrimonio en una vida en la que a veces parece que no hay tiempo para todo y más, como es nuestro caso, cuando ya tienes un hijo y organizarse se hace todavía más complicado".

La pareja, que ha participado en la preparación de novios en distintas parroquias de Lugo, se embarcó en la experiencia porque tiene un fuerte compromiso religioso. "Somos un matrimonio que siempre ha ido a misa y que participamos en las actividades de las parroquias", detalla.

La religión forma parte de su vida cotidiana y ese compromiso con la fe los llevó a implicarse en la formación prematrimonial, una actividad a la que los empujó Nicolás Susena. Este, consciente de que hay quien reprocha a los curas que hablen de matrimonio, sin conocerlo, dice que "por eso los cursos los dan matrimonios, para que su testimonio sirva a quienes van a casarse; ellos pueden contar: "Esto lo hemos vivido y lo resolvimos así", sostiene.

La aprobación de los padres es la clave en las bodas de musulmanes
Los musulmanes no tienen cursillos prematrimoniales. Sin embargo, el consentimiento del matrimonio depende, en gran parte, de los padres de ambos novios. Una vez que la pareja muestra su interés en casarse, los padres se visitan mutuamente y si hay acuerdo, hay boda. Si no lo hay, la boda está complicada. "Es muy importante que estén de acuerdo los padres. Si no, es muy difícil que haya boda", explica Driss Kharroubi, eximán de la mezquita de Mar Cantábrico.