Ante el maltrato, adelante con lo que sea

Dos guardias civiles relatan su intervención para frenar una agresión machista en plena calle en la noche del sábado al domingo. "Si yo reculo cuando quiso pegarme, vamos a peor, huelen el miedo", asegura una de las protagonistas
Silvia -derecha- y Yolanda forman parte del equipo de Atestados de Tráfico en Lugo. XESÚS PONTE
photo_camera Silvia -derecha- y Yolanda forman parte del equipo de Atestados de Tráfico en Lugo. XESÚS PONTE

Silvia y Yolanda estaban esa noche de sábado fuera de servicio, de fiesta con otros tres compañeros del subsector de Tráfico de la Guardia Civil en Lugo. Serían alrededor de las cuatro de la mañana cuando, atravesando la Praza do Campo, oyeron unas voces y vieron algo que de inmediato movilizó al grupo: un hombre había acorralado a una mujer contra una pilas de sillas de una terraza.

"La tenía agarrada por el cuello y la estaba agrediendo", recuerda Silvia, que junto con otros dos compañeros se quedó con el agresor tras separarlo de su víctima. Mientras Yolanda y el otro guardia acompañaban a la chica "para tratar de tranquilizarla, ver qué necesitaba e informarle de que íbamos a llamar a la Policía", el grupo se las tenía tiesas con el agresor.

Silvia apreció que, "cuando se fue ella, él se alteró más aún. Y entonces yo creo que vio dos chicos y una chica y lo que hizo fue ir a por mí. Levantó la mano para pegarme y se la agarré, y de inmediato mis dos compañeros ya lo agarraron y lo redujimos. Aun así seguía muy violento, nos dijo incluso que también era guardia civil. No lo comprobamos, pero la actitud no es de un guardia civil", analiza.

El hombre seguía agresivo tras ser reducido y les decía que también era guardia civil: resultó ser un pizarrero cuarentón

En realidad, y por desgracia, es una actitud que puede mostrar cualquier persona, porque el machismo no entiende de clases ni profesiones. La del detenido, por otro lado, resultó ser pizarrero.

A veces, tampoco entiende de razones. Yolanda explica que la víctima, una chica de 32 años, "en un principio no quería llamar a la Policía; estaba llorando y bastante nerviosa, pero cuando fue pasando el tiempo se fue frenando. Decía que nos agradecía mucho todo lo que habíamos hecho, pero que no quería denunciar". Sirvió de poco, ya que este grupo de agentes cumplió con su obligación de llamar a la Policía, del mismo modo que es su obligación legal actuar en caso de delito, estén de servicio o no. "Yo creo que cualquier persona en esa situación intervendría", confía Yolanda, "si no te ves capacitado para meterte, al menos sí para llamar a la Policía".

Por fortuna, Silvia sí estaba capacitada, pero tiene claro que "cuando cortamos la agresión, él intentó poner su ego por encima y a quien vio más débil fue a mí. Creo que huelen el miedo: si yo reculo cuando trata de agredirme, vamos a peor. Hay que correr el riesgo y voy adelante con lo que sea. Si ve que tenemos miedo va a peor". Con actitudes como esta, a quien seguro les irá peor es a los maltratadores.

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