Historias de Lugo

Maestros cortados por ley

La figura del maestro estuvo circunscrita, desde hace al menos siglo y medio, a lo que regulaban por ley los políticos. Pero si férreo era el control que los gobiernos hacían de ellos, más lo era el que había sobre las maestras a quienes se les exigía una conducta virtuosa

Escuela de Vilela-Ribadeo, en 1964. AEP
photo_camera Escuela de Vilela-Ribadeo, en 1964. AEP

El molde de la figura del maestro y de la maestra fue forjado, al menos desde finales del siglo XIX y hasta la muerte de Franco, por el arquetipo social que se pretendía imponer desde el poder político. Tanto los requisitos de acceso a las llamadas escuelas normales -denominación derivada de las normas de enseñanza y donde, desde 1839, se preparaba a los futuros maestros- como también el ejercicio de la profesión estuvieron mediatizados por los intereses políticos de los distintos gobiernos que ocuparon el poder.

Esta actitud se manifestaba todavía mucho más hacia las maestras que hacia los maestros. Esto se debía a que –también desde el poder– se pretendía imponer un modelo de mujer virtuosa, dependiente del marido y madre de familia con valores cristianos y "buenos modales", adquiridos ya en las escuelas para ser reproducidos después con sus hijos.

Acceso
Un ejemplo de ello son los requisitos de acceso que se les exigía a las futuras alumnas de la Escuela Normal de A Coruña, publicados en el Boletín Oficial de la Provincia de Lugo del 21 de agosto de 1869, en periodo liberal tras la revolución de La Gloriosa.

A ellas se les pedía una fe de bautismo y de casada (si lo fuere) y una autorización escrita del padre

También se les exigía un atestado de buena conducta y una certificación médica de no padecer ninguna enfermedad contagiosa. Se prohibía expresamente la admisión "a las que tengan defectos corporales que las inhabiliten para ejercer el magisterio", decía el anuncio publicado en el boletín.

Si los aspirantes a maestros eran hombres, la Escuela Normal de Lugo, en este caso, solicitaba un atestado de buena conducta firmado por el alcalde y el cura párroco (en lugar de la fe de bautismo y de casada). Existía también la misma prohibición para los aspirantes con "defectos corporales".

Señorita
La situación no mejoró para las maestras en 1923, cuando se instauró en España la dictadura militar del general Primo de Rivera. La "señorita" –apelación con la que se empezó a nombrar a las maestras– estaba sujeta a un rígido contrato con el Consejo de Educación en el que había una serie de condicionantes para poder ejercer su profesión. El más importante y también el que justificaba la denominación de «señorita» era el de permanecer soltera. En caso contrario, el contrato quedaría anulado y sin efecto.

Las maestras, en 1923, no podían ir en coche acompañadas de hombres salvo que fuesen su hermano o padre

Pero hay más restricciones. Por ejemplo: no podían andar en compañía de hombres, deberían estar en casa desde las ocho de la tarde hasta las seis de la mañana, se les prohibía pasearse "por heladerías del centro de la ciudad», no podían viajar sin permiso, vestir ropas «de colores brillantes" ni teñirse el pelo, tenían que usar al menos dos enaguas y los vestidos no podían subir más de 5 centímetros por encima del tobillo. Tampoco podían usar polvos faciales, maquillarse o pintarse los labios.

Además del matrimonio, otras situaciones que supondrían la anulación del contrato de maestra serían fumar cigarrillos y beber vino, cerveza o güisqui.

Por si fuese poco, las maestras de 1923 debían, además, llevar a cabo ciertas tareas en la escuela, diferentes a la docencia. Estas serían: barrer el suelo una vez al día, fregar al menos una vez a la semana con agua caliente, limpiar la pizarra una vez al día y encender el fuego a las siete de la mañana de modo que el aula esté caliente a las ocho cuando llegasen los niños.

Madres
Tres meses después del inicio de la Guerra Civil, el 27 de octubre de 1936, el gobernador civil de Lugo, Ramón Bermúdez de Castro, publicaba en el periódico ribadense La Comarca del Eo una circular en la que daba una serie de recomendaciones a las maestras a la hora de educar a las jóvenes "que han de ser las madres del mañana". La circular no podía ser más tendenciosa hacia el posterior modelo franquista de mujer.

De esta forma, se las instaba a preparar a esas "madres del mañana para poder educar a sus hijos en las normas de la moral cristiana" simultaneando la enseñanza con la práctica "de las labores femeninas e industrias del hogar propias de la región tales como el hilado de lanas, labores de punto, lecciones de corte y confección en prendas". En una palabra –resumía– "todas aquellas que son susceptibles de ser realizadas en un ambiente de convivencia femenina como en tertulia casera".

Solo ganaban 1.000 pesetas al año

El dicho "más pobre que un maestro de escuela" tiene su razón de ser. Hace poco más de un siglo, en 1910, el sueldo de un maestro era solo de 1.000 pesetas al año, muy inferior a lo que cobraba entonces un peón, que podrían llegar a 1.500 en las regiones más industrializadas como el País Vasco.

Horario
El horario de la escuela en 1910 comenzaba, por lo general, a las nueve, con la oración, y terminaba por la mañana a las doce para reanudarse las clases a las dos y hasta las cinco. En los colegios privados, había las "permanencias" hasta las siete, que los padres pagaban aparte para que los alumnos llegasen a casa con los deberes hechos. 

Un cuarto de hora después de entrar, el maestro hacía revista de aseo. No existía el recreo y había clases de lunes a sábado. En cambio, no había aulas los jueves por la tarde. 

Las materias eran Gramática, Geografía, Cálculo, Lectura, Historia, Dibujo, Historia Sagrada, Gimnasia, Artes y Oficios, Ciencias Naturales y Caligrafía. 

 

Un libro de Historia considerado "nocivo" para el dogma católico

Uno de los primeros libros de texto censurado en las escuelas lucenses, tras la declaración de la Guerra Civil, fue Historia del mundo para los niños, de V. M. Hilyer. Una circular del gobernador civil de Lugo Ramón Bermúdez de Castro prohibía, en octubre de 1936, el uso en las escuelas esta obra por considerarla "nociva para el dogma católico por los errores de orden moral e histórico que contiene y por la tendencia internacionalista que lo inspira al objeto de entibiar en la niñez el sacrosanto amor a la patria".

El gobernador civil advertía a los maestros que «la infracción de esta orden será por mí corregido con toda severidad». A su vez, aprovechaba la oportunidad —decía en la circular— para recordar a los maestros de esta provincia "la mayor escrupulosidad y el mayor celo en la depuración de los textos de que se valen para la enseñanza en sus respectivas escuelas".

También les pedía o, mejor dicho, les exigía que depurasen los libros que los niños podían llevar a los centros, aunque no fuesen los de texto. Se refería a obras, impresos o lecturas que, según él, pudiesen entibiar o desvirtuar en la niñez los sentimientos de religiosidad y amor a la patria que informaron siempre la gloriosa ideología de la tradición española.

Instrucción
El gobernador civil también se dirigía a los agricultores para que enviasen a sus hijos a la escuela "para allí recibir la debida instrucción e, igualmente, el complemento de la educación moral que deben recibir".

A su vez, el gobernador pedía a los maestros de las clases nocturnas que impartan a sus alumnos conferencias "en las cuales deben exaltar el sentimiento españolista de esos futuros ciudadanos poniendo a su consideración hechos que exalten, ante todo y sobre todo, el orgullo de ser español".