Una madre entregada que dio con un hombre que hablaba a tiros

O Chamaco es una persona reservada y con dificultad para expresar sus pensamientos, que creció en un ambiente familiar conflictivo
Ana Gómez y O Chamaco. EP
photo_camera Ana Gómez y O Chamaco. EP

Ana Gómez Nieto vivía por y para sus dos hijos. Tenía solo 40 años, pero se había convertido en madre muy pronto, en una relación anterior, y no le había resultado nada fácil sacarlos adelante. Había nacido en Pedrafita, donde su familia era muy conocida y donde ella incluso pasó una temporada trabajando en el centro de control de la autovía.

Durante unos años, sin embargo, se marchó del pueblo, buscando la estabilidad para ella y para sus hijos. Las circunstancias la llevaron a Ribadeo, donde vivió tres años y donde parece ser que conoció a José Manuel Carballo, un hombre natural de Navia de Suarna y diez años menor que ella con el que comenzó una relación sentimental estable en octubre de 2014. Poco después, la pareja se trasladó junto a los hijos de ella a Becerreá y en mayo de 2015 ya estaban casados. No llegó a pasar otro año y él ya la había matado.

Por la zona le llamaban O Chamaco y era muy conocido por toda la comarca por su afición a la caza, prácticamente la única que se le conocía. Es el mayor de doce hermanos y tampoco lo había tenido fácil en la vida: su familia, totalmente desestructurada, era un foco de conflictos y desde muy pronto tuvo que aprender a buscarse la vida. Los que le conocen hablan de él como una persona extraordinariamente reservada y con una personalidad inmadura, con dificultad para expresar sus sentimientos y pensamientos, introvertido y de pocas palabras. Por lo que parece, siempre tuvo problemas de nervios y ansiedad.

Con Ana encontró su primera relación estable. Hasta entonces, ni siquiera había tenido novia formal. Tal vez por eso se enganchó tan pronto de ella, quizás en busca de una familia y una estabilidad que nunca tuvo. Pero no necesitó ni muchas palabras ni mucho tiempo para empezar a enseñar su verdadera cara.

Con su matrimonio inmerso en problemas económicos y emocionales, Ana decidió que no aguantaba más con aquel hombre que la amenazaba con escopetas. Se puso en contacto con los servicios sociales municipales en busca de una ayuda para poder huir de esa casa con sus hijos, un apoyo que le permitiera dar el primer paso. Luego consultó también su situación con trabajadoras de la Casa da Muller de Lugo, donde le recomendaron que se marchara de casa y que denunciara las amenazas ante las fuerzas del orden para poder poner en marcha la protección para víctimas de violencia de género. No le dio tiempo, O Chamaco zanjó el asunto de la manera que mejor sabía expresarse, disparando una escopeta.

Cuando, una vez detenido, lo llevaron a declarar en el juzgado de Becerreá, fue incapaz de articular palabra; directamente se desplomó desmayado. La segunda vez que se intentó, otro ataque de nervios hizo imposible escuchar su testimonio. Los informes forenses hablan de ansiedad, nervios, inestabilidad psiquiátrica... Lo poco que se escuchó de su boca fue un llanto incontrolado.

Su abogada, Paloma Becerra, explica que para ella también es difícil comunicarse con él, por esa manera de ser tan introvertida, pero que su arrepentimiento "es indudable". También descarta que se le pueda considerar una persona agresiva, y resalta que nunca había tenido ni el más mínimo problema violento. Desde hace más de tres años está en prisión, donde se comporta como un preso modelo. Quizás así ha encontrado la estabilidad que buscaba.