Mª Jesús Álava: "En una década la proporción de adolescentes conflictivos pasó de casi el 50 al 70%"

Los límites, las normas, la sobreprotección y la adolescencia cada vez más conflictiva son los temas abordados por la psicóloga María Jesús Álava Reyes en una charla en Afundación

María Jesús Álava Reyes. EDUARDO BUXENS
photo_camera María Jesús Álava Reyes. EDUARDO BUXENS

Poner límites para crecer, ese debería ser el objetivo de cualquier educador. La psicóloga María Jesús Álava Reyes centra una charla en A Fundación, dentro del ciclo 'Educación siglo XXI', en la importancia de los límites en la educación para evitar males presentes y futuros. Destaca también la importancia del humor en las relaciones entre padres e hijos.

¿Por qué son tan importantes los límites a la hora de educar? 

Son absolutamente necesarios. Las normas y pautas se negocian; los límites, no. Sin embargo, su falta acaba creando inseguridad y poca confianza en los niños y, al final, si no los tienen, no serán unos adultos libres. 

¿A qué se debe la falta de límites? 

Muchas veces se debe a la sensación de culpa por falta de tiempo que suelen tener los padres, al pasarse el día trabajando, y tratan de compensarlo no marcando límites. Lo cual es un gran error. Lo que se debería hacer, para compensar esa falta de tiempo, es despejar las dudas de los chicos, estar con ellos... Sin embargo, no suele ser así. Los invadimos con juegos y tecnología, caen en un consumismo tremendo y no los estamos preparando para su vida futura. 

¿Cuáles son los efectos que produce esta falta de límites? 

Muchas veces a los padres les pasan desapercibidas estas conductas derivadas de la falta de límites como, por ejemplo, las actitudes egoístas, agresivas y narcisistas. Este tipo de reacciones se deben a que se encuentran perdidos buscando un modelo educativo que les dé confianza. 

¿Cómo se corrigen esas actitudes? 

Educando en las emociones, hablándoles con palabras que los chicos entiendan, haciendo exposiciones breves, manteniendo la palabra cuando nos comprometemos a algo y escuchándolos. Se pueden negociar las normas pero es importante que no sean ellos los que marquen los límites. No hay que ceder nunca para evitar males mayores porque eso generaría cada vez menos autocontrol. Los educadores tienen que saber decir no y también dejar claras las consecuencias en caso de que los chicos sobrepasen los límites. También es importante que el modelo educativo de la familia y del colegio sean coherentes porque eso les infunde seguridad. Otro consejo es no centrarse solo en los éxitos y fracasos escolares. Lo más importante es el esfuerzo. Y frente a conductas agresivas, los padres han de tener gestos y acciones firmes y seguros. En esos casos, no es momento de dialogar aunque se ha de ser justo y equitativo. 

Cuanto más apliquemos el sentido del humor, más situaciones conflictivas se van siempre a resolver

Todo esto suena bien en la teoría ¿pero cómo se lleva a la práctica? 

Los objetivos se consiguen de uno en uno. Cuanto más apliquemos el sentido del humor, más situaciones conflictivas se van a resolver. El humor dispara la creatividad y da equilibrio emocional. 

¿Tan importante es el humor? 

Sí porque supone una actitud vital en general, se desactivan las tensiones y se facilitan más encuentros y una comunicación que sea más clara y tajante.

¿Existe mucha sobreprotección? 

Sí. Les damos todo a cambio de nada, les quitamos todas las piedras del camino e impedimos que desarrollen sus propios recursos. Al final, creamos adultos cada vez menos satisfechos y eso es porque tienen todo a cambio de nada. 

¿Abundan los adolescentes especialmente conflictivos? 

Sí, en solo diez años pasamos de menos del 50 por ciento al 70. Los padres han de estar muy atentos a algunas señales como si varía el rendimiento escolar. La mayoría de los casos conflictivos son entre chicos de 13 a 16 años, pero también cada vez se equiparan más hombres y mujeres. 

¿Todavía hay adolescentes de más de 18 años? 

Sí y eso depende de la actitud paterna. Hay veces que el medio escolar es el modelo porque la situación en casa es muy conflictiva. Y hay conductas que con 30 años se siguen presentando.

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