El arquitecto José Antonio Fernández Trigo fue el encargado de llevar a cabo el proyecto, aprobado en 1994. Así, el anfiteatro cuenta con un escenario de 840 metros cuadrados y un graderío con capacidad para 2200 personas.
En la actualidad, la instalación pena en el olvido institucional. A día de hoy, ninguna administración quiere hacerse cargo de su mantenimiento. Pese a todo, hubo algunas propuestas para recuperar el anfiteatro.
Entre ellas, destaca la del ingeniero lucense Nicolás André Pérez, cuyo proyecto de fin de carrera en la Universidad de A Coruña versó sobre la posibilidad de dotar a la instalación de cubierta, y así recuperar un espacio marginal en el campus lucense.
"La motivación de mi proyecto fin de carrera fue la de recuperar este espacio, y dotarlo de los elementos necesarios para fomentar su uso. Para ello seguí tres directrices a mi juicio fundamentales, cuya ejecución conjunta puede generar sinergias: reforma, restitución y reacondicionamiento", admite André Pérez.
La primera línea de actuación consistiría en cubrir el espacio para protegerlo de aquellas situaciones meteorológicas que dificulten su uso. "Establecí una serie de condicionantes de diseño a tener en cuenta", aclara el ingeniero de 30 años. "Quería intervenir mínimamente en la obra construida y en la permeabilidad visual e integración en su paisaje tan natural. Tenía que ser una cubierta singular, para que el campus pueda usarla como reclamo y que fuese económicamente viable ejecutarla, que presentase un mantenimiento reducido", matiza Nicolás André.
La segunda directriz consiste en restituir los elementos dañados, para ello "propongo el decapado de grafitis, la reposición del baldosado y la limpieza superficial del anfiteatro", explica el autor del proyecto que se completa con una última fase: el reacondicionamiento de su entorno. Se recuperaría la idea del proyecto original del anfiteatro como gran plaza central, con la reintegración del anfiteatro dentro del campus.
"Propongo el diseño de un nuevo itinerario peatonal que vertebre los distintos equipamientos, constituido por caminos peatonales de pavimento terrizo", agrega su autor.
CUBIERTAS. Finalmente la idea se materializó en dos cubiertas independientes de tipología malla-tesa, con geometría de paraboloide hiperbólico, revestidas de una membrana de PTFE.
"Como particularidad, la cubierta de mayor tamaño necesitaría salvar una luz de 75 metros, y alcanzaría sobre el centro de la orchestra una altura de 11,52 metros", relata Nicolás André, que actualmente trabaja en Temha, una oficina de ingeniería.