Si el del año pasado fue un San Froilán casi testimonial, reducido al mínimo a causa de la pandemia, el de este fue atípico, pero no tanto como se podría haber esperado. En algunos momentos, pareció prepandémico y, en otros, aún lejos de los que que hubo antes de 2020.
A darle una pátina de normalidad contribuyeron las temperaturas suaves y las ganas de fiesta, además de una situación epidemiológica impensable hace tan solo un mes –en estos momentos los casos activos en la ciudad no llegan ni a diez–. En esa tesitura, lucenses y visitantes disfrutaron de unas patronales diferentes.
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BARRACAS. La decisión de que hubiera barracas fue tomada in extremis por la alcaldesa, Lara Méndez, después de que la concejala de cultura repitiera en distintas ocasiones que no se podían montar porque la situación sanitaria lo desaconsejaba o porque la normativa de la Xunta lo impedía.
Una vez acordado que sí habría se sucedieron las tradicionales reivindicaciones de los feriantes para que ninguno quedase fuera o para ocupar el mismo lugar que otras ediciones. En eso sí se asemejó a un San Froilán habitual porque no es raro que antes del montaje haya desencuentros entre barraquistas y Ayuntamiento. Esas iniciales dudas sobre su conveniencia no empañan ahora su éxito.
Hubo colas todos los días del puente y el propio festivo y una afluencia quizás no idéntica a unos festejos precovid, pero sí muy considerable todos los días.
Los propios feriantes admiten que está siendo "parecido" a otros años y algunos incluso reconocen que mejor porque, si bien han rebajado los precios y el acceso al ferial se controla para evitar abarrotes, no han pagado nada por instalarse.
Para controlar los aforos, el Concello decidió cerrar perimetralmente el recinto y controlar la presencia de visitantes a través de drones. Los lucenses, después de año y medio de pandemia que ha trastocado mil usos sociales, han esperado en fila con paciencia para acceder, incluso los niños ansiosos por catar un scalextrik o un saltamontes, al fin.
Las ganas de barracas se podrán satisfacer un día más de lo previsto después de que Méndez anunciase el lunes que autorizaba la apertura del ferial hasta este miércoles, día 13, con el compromiso de que las entradas se rebajarán a 1,5 euros para los niños y dos euros para los jóvenes y adultos.
CONCIERTOS. Otro de los factores que animan a tildar de éxito este San Froilán casi prepandémico fue el de las entradas para los conciertos, agotadas poco después de abrirse el período de reserva. Este método se aplicó para poder controlar el acceso a los recintos con escenario, que se cerraron este año, y limitar los aforos, algo imprescindible en una pandemia.
El resultado fue desigual. En muchos conciertos los sitios se llenaron y, en otros, aún habiéndose agotado las entradas, se veían sillas vacías. De cualquier forma, había ganas de música en directo y muchos los siguieron desde fuera.
También se certificó de nuevo la buena salud de las orquestas y la fidelidad de su afición. A Augas Férreas llegaron visitantes de otras zonas de Galicia solo para ver las actuaciones de sus favoritas. En este caso, el recinto gustó aún más a los asistentes porque se podía estar de pie y bailar.
PULPO. Una ausencia sonadísima este año fue la de las casetas del pulpo, la más típica de las tradiciones del San Froilán, que siempre fueron además de fiestas, ferias. No hay feria sin pulpo, así que, después de que el bancal del parque se quedara sin pulpeiras cuando no se presentó ningún restaurante al concurso municipal porque no les acababan de convencer las condiciones, lucenses y foráneos tuvieron que buscarlo en otros establecimientos, tanto en las afueras como en el centro.
Los restaurantes no pararon en todo el puente. Los que pusieron calderos los tuvieron en funcionamiento para servir cientos de comidas y muchos ven como, poco a poco, regresan las pulpadas tradicionales que, a lo largo de octubre, reúnen a amigos o compañeros de trabajo.
MARCHA. La celebración de un San Froilán más convencional benefició a los hosteleros de forma clara. Parte del éxito de las patronales de Lugo depende de cuestiones ajenas al programa, como el tiempo o cuándo caen las fechas en el calendario y si, entre el 4 y el 12, se cubren dos fines de semana o solo uno.
En este todo fueron ventajas: el tiempo permitió exprimir las terrazas y, aunque solo afectó a un fin de semana, en realidad hubo quien pudo hacer dos puentes. Así las cosas, los bares de la zona de vinos y del resto de la ciudad recibieron flujos constantes de lucenses y visitantes tanto a la hora del vermú como de los vinos de la tarde.
También en el ocio nocturno se reflejó la afluencia de las patronales. Cuando en la noche del sábado cerraron los locales de madrugada, la marcha siguió en la calle hasta que la presencia de la Policía animó a dispersarse.
Hacía mucho que no se veía un botellón tan monumental, en el que se mezclaron jóvenes que suelen reunirse en O Carme o la muralla con aquellos que simplemente acaban al raso la copa que se pidieron en el pub.
Además, la descentralización de partes del programa, como las actuaciones o eventos deportivos en el parque de A Milagrosa, o las verbenas en Augas Férreas, ayudaron a que las fiestas se reflejaran en terrazas y bares de estos barrios.
TRÁFICO. Cuando se presentó el plan de tráfico del Ayuntamiento para este San Froilán, a muchos conductores les quedó claro que la mejor opción para los días en los que estuviera instalado el ferial era prescindir del coche. Algún día, como el domingo, según la Policía Local, entraron en la ciudad 80.000 coches. Además, se intensificaron los controles. Si todos los años aumentan, en este, con el recinto ferial acotado, se incrementaron aún más y el acceso al centro estuvo todavía más restringido.
Algunas personas que deben usar el coche por trabajo se quejaron de que el plan de tráfico resultó confuso y que les costaba tener claro por dónde podían circular o qué alternativa al circuito habitual podían tomar.
Al margen de los conductores, también vecinos del Parque, donde se instala el ferial, se quejaron de las dificultades para acceder a sus garajes e incluso para llegar a sus casas a pie. El hecho de que estuviera cerrado el recinto y de que se formaran largas colas les obligó a tener que mostrar el DNI a la Policía para poder cruzar el ferial y llegar a sus viviendas.
El Domingo das Mozas entraron en el ferial 38.878 personas. Fue el día de mayor afluencia, pero en la jornada previa acudieron 27.452 visitantes. Los datos del conteo realizado por el Concello reflejan el éxito y el tirón de las barracas. En la jornada festiva del martes 12 se registró la entrada de 24.716 personas.
Colas
Las cifras explican bien las colas de estos días, pero hubo jornadas relativamente más flojas. El día 4 hubo 13.044 visitantes, el 5 fueron 18.772, el 6 llegaron 12.220, el 7 pasaron 15.458 y el 8 desfilaron por allí 14.900 personas. El día 11, en cambio, se registraron 12.689 entradas.