Fin de un ciclo

El Lugo que dejan 10 años de macrocausas

La actividad en organismos públicos se paralizó, bien por el temor a imputaciones bien por los documentos que el juzgado se llevó

Pilar de Lara. PEPE TEJERO
photo_camera Pilar de Lara. PEPE TEJERO

"Yo me subrogo a las juezas". La incoherencia de la frase pronunciada en su día por uno de los principales protagonistas de las macrocausas, Jorge Dorribo, encierra un simbolismo  tragicómico. Porque como Dorribo, medio Lugo se subrogó (adherirse, remitirse) a dos magistradas que no dejaron títere con cabeza y cuyas operaciones judiciales cambiaron las costumbres de esa ciudad donde nunca pasaba nada.

Funcionarios que no dan un paso sin total seguridad
Quizá es la consecuencia que más afectó a la actividad ciudadana. Los sucesivos registros en edificios públicos, como el consistorio lucense o la Diputación, pusieron en alerta al funcionario de a pie, al ver que sus compañeros de superior rango, sobre todo con cargos relacionados con el urbanismo, desfilaban hacia el juzgado como imputados o testigos. Cualquier vecino que realice ciertos trámites  administrativos puede comprobar que la exigencia es máxima. Hasta cierto punto, debe ser lo normal, aunque durante muchos años no lo fue. Los trámites se ralentizaron y algunos directamente se volvieron imposibles, porque la documentación necesaria estaba intervenida por el juzgado. "Por un metro de acera no se instaló una gran empresa en As Gándaras", contaba amargamente uno de los afectados hace unos meses. En otro momento se hubiera hecho algún arreglo. Con la presión judicial encima, ni de broma.

"¿Eres de Lugo? Vaya la que tenéis montada allí"
La imagen exterior de la ciudad quedó inevitablemente marcada por la corrupción. La sucesión de redadas en poco más de dos años —ordenadas por dos juezas, lo que resulta aún más mediático— pusieron a la provincia en un mapa de la corrupción cada vez más poblado. Al mismo tiempo que estalla la Gürtel o el caso Noos, en Lugo surgían la Pokemon o la Carioca, ocupando espacio casi a la par en los informativos nacionales. La imputación del exministro socialista José Blanco, con aquella novelesca historia del maletín de la gasolinera de Guitiriz, fue una caramelo demasiado dulce para los medios de Madrid y Lugo saltó a la actualidad nacional por la puerta grande. Unos años antes ya se había calentado motores con el surrealista registro de la Diputación en la operación Muralla, a cargo del exfiscal jefe Jesús Izaguirre, con detenido esposado incluido recorriendo los pasillos de San Marcos.

Pero esto era otra cosa. En Madrid, cuando se habla de juezas, macrocausas y Lugo, siempre el productor de turno manda un equipo con redactor y cámara para hacer una conexión en directo. Nunca antes se habían visto camiones con antenas parabólicas en el techo en el entorno de los juzgados. Se convirtió en una constante. Cuando ya se habían calmado las aguas y languidecían las operaciones de Pilar de Lara, apareció la jueza del tarot para mantener Lugo en los titulares.

Hasta 70 teléfonos móviles llegaron a estar intervenidos al mismo tiempo solo en la provincia de Lugo

El acceso a los sumarios en formato digital
Los periodistas anteriores a 2010 solo habían revisado sumarios en papel, en los juzgados o en despachos de abogados. Unos post-it de colores marcaban los lugares clave de la causa, las declaraciones principales, el escrito de acusación... Revisar un sumario para llegar al meollo requería cierta pericia y experiencia, porque el tiempo que dejaban para verlo y copiar unas notas era muy escaso. De repente, los sumarios llegaron a las redacciones en pendrives o discos duros portátiles. La digitalización puso al servicio de los periodistas un material ingente, con mucho tiempo para consultarlo, y con total libertad. Sí, es cierto, las causas son secretas para quien no es parte, pero resulta muy fácil hacer una copia o colgar los tomos en una nube. Cualquier periodista con una buena red de fuentes se hizo enseguida con los expedientes completos. La consecuencia fue que durante meses los periódicos se llenaron de informaciones, digamos, no publicables en otras épocas. Cualquier informe de la Guardia Civil, Policía o SVA era suficiente excusa para hacer un titular agresivo sobre los imputados. Con el tiempo se fue viendo que muchos de esos encausados quedaban libres o la investigación era sobreseída. La llamada pena de Telediario se magnifica cuando el periodista maneja el sumario digital. Esta también fue la época de los anónimos, al menos una decena de cartas sin remitente llegaron tanto a los periódicos como al juzgado, dando cuenta de supuestas actividades ilegales en ese Lugo, ciudad tranquila. 

El temido efecto rebote de la sociedad corrupta
En 2011 una manifestación de varios cientos de personas recorrió las calles de Lugo en apoyo a dos juezas que, en teoría, habían destapado las actividades corruptas que gangrenaban la sociedad lucense. Por ejemplo, quien más o quien menos conoció a alguien a quien le quitaron una multa de tráfico. Tras las detenciones, nadie retiraba sanciones. Olvídate. Seguramente lo mismo sucedió en otros ámbitos a raíz de la operación Carioca o Pokemon. Aquellos que se saltaban la ley empezaron a cortarse y eso duró unos años. Una vez quedó evidenciado que todo, o casi todo, quedaba o podía quedar en nada, la sensación de impunidad regresó. Hay incluso quien sospecha que de forma más acusada. Muchas veces se analizó si Lugo era una ciudad especialmente corrupta, pero la conclusión es que parece un mal endémico de núcleos de pequeño tamaño. La diferencia es que aquí la impunidad con la que algunos actuaban se juntó con el celo de dos juezas con ansia de levantar las alfombras.

Los camiones con parabólicas en el techo para hacer conexiones en directo pasaron a ser algo habitual en los juzgados

La psicosis del teléfono y el borrado de whatsapps
Hasta 70 teléfonos llegaron a estar pinchados por las fuerzas del orden solo en la provincia de Lugo. Por cada móvil intervenido es necesario un agente que revise cientos de conversaciones, normalmente aburridas e insulsas. No es exagerado decir que durante meses nadie hablaba de nada por teléfono. Todo aquel que quería ocultarse optaba por una rápida frase para quedar en un lugar y colgar cuanto antes.

Lo mismo en Whatsapp. El célebre "borra todo" solía ser el último mensaje de cualquier diálogo que se preciase. Había incluso teorías sobre la impunidad o no que daría esta red de mensajería, o sobre el uso de otras similares que encriptan los textos.

El trabajo de los agentes se transformó por completo
La vieja guardia de la comisaría y la comandancia se preciaba de pisar la calle, de tener controlados a los que les podían dar los soplos para descubrir a los delincuentes. La implantación del Sitel (sistema de escuchas) y sobre todo la facilidad con la que los jueces comenzaron a autorizar intervenciones teléfonicas metió a los agentes en las oficinas. Era perfecto poder escuchar a los malos. El problema fue cuando empezaron a llegar las primeras sentencias invalidando escuchas por falta de pruebas.

Otro cambio en la Guardia Civil llegó de la mano de varias operaciones antidroga (alguna llevada en secreto sumarial años). La jueza De Lara movilizó muchos recursos para seguir a estas redes en el sur de España, adonde se desplazaron constantemente agentes desde Lugo para investigar sobre el terreno. Los mandos solo pueden obedecer y, además, desde el caso Carioca nadie en la comandancia pone en cuestión ni una sola decisión de la magistrada.

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