El Lugo de... Manuel Curiel

Fotograma en la muralla

El creador de la Semana de Cine no filmaría el guión de su vida sin la puerta de Bispo Odoario
Manuel Curiel ante la puerta de San Fernando. VICTORIA RODRÍGUEZ
photo_camera Manuel Curiel ante la puerta de Bispo Odoario. VICTORIA RODRÍGUEZ

Manuel Curiel tiene el fotograma fijo de la puerta de Bispo Odoario delante de su ventana. Es un afortunado, porque justo ese punto de la muralla es su lugar favorito de la ciudad. Tiene allí un vínculo paisajístico y también emocional, reconoce, dado que ha vivido en esa zona desde que llegó a la ciudad hace más de 50 años.

Se ve que Curiel, que primero tuvo su casa en Germán Alonso, es constante en sus pasiones. Y qué mejor ejemplo de ello que el hecho de que lleve 45 años sosteniendo sobre sus espaldas la Semana de Cine de Lugo.

Son muchas las ediciones de ese festival, pero mucho más larga y entregada es su historia con el cine. El niño de Cinema Paradiso casi da risa si se compara con este fonsagradino, que desde muy chico, y con frecuencia a espaldas de la familia, hacía de todo en el cine de la localidad con tal de entrar gratis a los pases de todas las películas. "Pasé más tiempo en los cines que en mi propia casa", dice con cierta nostalgia.

Recuerda que en A Fonsagrada hacía la cartelera del cine, ejercía de acomodador e iba a buscar las películas de la semana al coche de línea. No dejaba, claro, de entrar al cuarto de proyección y de devorar películas.

Aquella pasión cinematográfica siguió en Lugo, cuando se vino a la ciudad para estudiar el Bachillerato. Llegó con una carta de recomendación de Cosme Iglesias Travín en el bolsillo, dueño del cine Victoria, al que conocía ya bien porque tenía también el cine de A Fonsagrada, Gracias a esa alianza, Curiel se ocupaba de repartir los prospectos del cine en el Paseo de los Domingos, entre la calle Raíña y el Cantón, donde los lucenses echaban horas y horas, y después él entraba gratis a todas las sesiones en compensación por hacer llegar a la gente la publicidad con los programas del Victoria.

En las mismas siguió cuando se fue a Santiago, donde no se perdía los programas de sesión continua del Salón Teatro, y más tarde su vida continuó en la misma senda en A Coruña y en Barcelona, donde participó en la creación de un cineclub, en Hospitalet.

A Barcelona se fue Manuel Curiel por trabajo. Toda su vida laboral trascurrió en Seguros Galicia, pero su primer destino fue la Ciudad Condal y con el tiempo ya pudo volver a Galicia, asentarse finalmente en Lugo y centrar gran parte de su vida en ese entorno de la puerta de San Fernando que tanto le gusta.

Pero Curiel tuvo en la ciudad una especie de segunda casa: el Gran Teatro. Allí vio mucho del cine que le gusta y allí vio crecer la Semana de Cine, esa cita cultural indisolublemente ligada a su persona, por mucho que Fonminá no sea solo él.

No hay Gran Teatro desde hace mucho y el festival se ha ido expandiendo y ocupando un buen número de espacios culturales de la ciudad, por la que se reparten las proyecciones. 

Pero la cuna del festival sigue estando donde siempre, en casa de Curiel, junto a San Fernando. Allí se pega maratones diarios de ocho horas para ir seleccionando todas las películas que los lucenses podrán ver en la cita con el cine de septiembre. Cuenta que es primeros de febrero y ya tiene en casa 350 películas que ver.

El cine, es obvio, tiene colonizada su casa, llena de películas, libros y hasta aparatos cinematográficos. Desde que los hijos se independizaron, el terreno doméstico conquistado por el cine no ha parado de crecer, reconoce, a la vez que advierte que su mujer está acostumbrada ya a la enorme pasión que creció sin fin en aquel niño de A Fonsagrada que dejó corto al Totó retratado por Giuseppe Tornatore en su película.

Otros lugares
A Milagrosa
Para Curiel, A Milagrosa es su segundo lugar en Lugo. Allí se ha encontrado durante años y años con los amigos, disfrutando de la zona de vinos. Casi desertó del centro en favor del ambiente que encontraba en ese barrio popular, cuenta.

Gran Teatro
No existe ya el edificio, pero el lugar que ocupó sigue siendo muy especial para Curiel, que disfrutó allí de horas de cine e hizo que todo Lugo las disfrutara también.

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