Luces y sombras de 16 años de poder

Cuatro mandatos y 16 años dan para mucho, bueno y malo. Lo que nadie puede negar es que Lugo se transformó de un modo significativo en este tiempo y que la ciudad tomó conciencia de sí misma y de sus posibilidades. Lástima que muchos de esos proyectos que se iniciaron con tanta ilusión se quedaran por el camino
José López Orozco, vestido de emperador en el Arde Lucus y saliendo de los juzgados tras una comparecencia
photo_camera José López Orozco, vestido de emperador en el Arde Lucus y saliendo de los juzgados tras una comparecencia

LAS DOS IMÁGENES que acompañan esta información definen de manera muy precisa quién es José López Orozco, un alcalde capaz de posar con el mismo gesto vestido de emperador romano en el Arde Lucus que ante los juzgados donde tuvo que declarar como imputado. La misma cara de dos monedas, una que ayudó a revalorizar la Marca Lugo hasta niveles antes insospechados y otra que se depreció entre dudas y sospechas.

Si en algo parece haber coincidencia a la hora de valorar el legado de Orozco al frente de la alcaldía de Lugo es en que durante sus 16 años consiguió que Lugo aprendiera a quererse, que se despertara un orgullo de ser lucense que, si acaso existió antes, llevaba mucho tiempo dormido. Y eso no solo ayudó a mejorar los ojos con los que se miraba la ciudad, sino que esa mirada ayudó a mejorar la ciudad misma. Es quizás su gran obra, por la que será recordado, más intangible que un gran parque, una nueva puerta en la muralla o una peatonalización, pero igual de importante y duradera.

En este camino hacia la autoestima contó con la ayuda inestimable de la Unesco, que reconoció la muralla como patrimonio de la humanidad y lanzó una carrera hacia la promoción turística, que se convirtió en uno de los motores del presente y de las esperanzas de futuro de Lugo.

Comenzó así, de la mano de los distintos gobiernos de Orozco, un proceso que continúa y que tuvo su principal reflejo en la zona monumental: se completó la peatonalización, la rehabilitación de A Tinería pasó a ser una prioridad, se revalorizaron restos romanos, se creó una red de museos, se avanzó en el paseo interior, se reformaron plazas como la de San Marcos, se dieron ayudas a los hosteleros y comerciantes para cambiar hasta los toldos de las terrazas, se pensaron nuevos usos para el mercado y plaza de abastos, se iniciaron las obras de la vieja cárcel...

Y funcionó tan bien, que el mayor reproche con el que se va de la alcaldía es haber frenado en pleno impulso: cada vez hay más coches en el centro, al relajarse las condiciones de la peatonalización, la prostitución sigue siendo la cara visible de una Rinconada en la que se invirtieron millones, y sus casas y bajos todavía no tienen la vida suficiente.

ARDE LUCUS. No obstante, para mostrar al resto del mundo este pequeño tesoro histórico se acertó al buscar el escaparate perfecto: el Arde Lucus, que nació casi como engendro para mitigar las primaverales ganas de fiesta de los lucenses después de un largo invierno y ha terminado por convertirse en un reclamo casi a la altura de la mismísima muralla.

Hay que poner también en el haber de Orozco que gran parte de todas estas obras e inversiones se realizaron gracias a los alrededor de 50 millones de euros de fondos europeos que su equipo supo captar, a través del Urban y de otros planes. Esto ha ayudado a que pueda retirarse presentando una gestión económica muy reseñable, ya que todo apunta a que deja unas arcas públicas bastante saneadas, dentro del agujero negro general que es la financiación municipal.

FALLOS DE GESTIÓN. Por el contrario, varios de los logros de los que antes se hablaba han corrido el riesgo de convertirse en auténticos problemas, en especial por los errores de gestión, o directamente por su ausencia. Un ejemplo evidente son la red de museos y centros de interpretación, que permanece infraaprovechada por las dificultades para su mantenimiento en activo, o el MIHL, un vanguardista edificio camuflado en la zona norte de la ciudad que costó más de diez millones de euros y que se usa poco más que como almacén de ocurrencias.

Orozco siempre presumió, por otro lado, de sus políticas sociales. Tenía motivos. Además de una importante y constante inversión directa en los más desfavorecidos, creó una importante red de centros sociales por los barrios, de centros de reunión vecinal en las parroquias, instituciones como A Casa das Linguas y hasta guarderías, cubriendo muchas veces carencias de otras administraciones. Aunque también empleó estas inversiones para hacer política personal y partidista, echándoselas en cara a esas administraciones cuando no eran de su color.

Pero también supo colaborar con ellas cuando vio la ocasión, como es el caso de la red de abastecimiento y la nueva potabilizadora de agua, uno de los cambios más radicales y menos reconocidos que se dio en este tiempo: los lucenses pasaron de no beber otra cosa que agua embotellada a disponer en sus grifos de un agua de notable calidad.

También bajo su mandato se logró que Fomento hiciera por fin un puente sobre el Miño, pero este es mérito mayor del entonces ministro José Blanco, mientras que al alcalde se le achaca el dudoso honor de haber decidido construir un puente contra un talud, sin haberle dado continuidad hasta la ciudad porque en ese momento pesó más el pacto que necesitaba para gobernar que el bien común.

LA SOMBRA DE O GARAÑÓN. Es, desde luego, una sombra evidente, aunque no tan alargada como la que proyecta el edificio de O Garañón sobre las cuestas del Parque. Poco se puede decir que ya no le hayan dicho los vecinos o los juzgados. Y eso que de juzgados, Orozco se va sabiendo un rato. De hecho, se tiene que ir por saber tanto.

Y es que en el terreno urbanístico no se ha lucido precisamente. Entre otros reproches, se va sin haber conseguido aprobar la totalidad de un nuevo plan de ordenación urbana, o sin haber arreglado el problema en O Carme. Más o menos igual de oscura se juzga su labor como responsable de personal del Concello, donde conflictos como el de la Polícia Local se han enquistado.

Este problema policial ha agravado además otros, como el del caos circulatorio. Encargó y pagó un plan de movilidad que deja en un cajón y no ha sabido arreglar el eterno problema del deficitario transporte urbano. Hay más, desde luego, tanto en lo bueno como en lo malo. Son 16 años con la misma cara.

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