Los lucenses llevan años "indefensos" ante el aluvión de robos y daños cerca del hospital

El robo de 1.500 euros a un taxista o de un ordenador a una profesora son solo dos ejemplos de una década de quejas por los gorrillas

El Hospital Universitario Lucus Augusti abrió sus puertas hace poco más de una década y la actuación de los gorrillas —que ya habían hecho acto de presencia en el antiguo Xeral— se intensificó. A lo largo de la última década, los conductores mostraron sus quejas en multitud de ocasiones al sentirse totalmente "indefensos" ante la actuación de estos aparcacoches ilegales y sin ningún tipo de decoro.

Muchos lucenses sufrieron robos y daños en sus coches tras negarse a pagar por aparcar en la calle y lo denunciaron ante las fuerzas y cuerpos de seguridad. Sin embargo, sospechar que estos delitos habían sido cometidos por los gorrillas no era suficiente y demostrarlo resultaba complicado, por lo que todo solía quedar en nada. 

De hecho, la Policía acudió al entorno del centro hospitalario en multitud de ocasiones e identificó a los aparcacoches ilegales —incluidos los dos hombres detenidos esta semana— pero según explicaron desde comisaría, "no se podía actuar de otra manera porque no había nada contra ellos". Pillados en plena acción, como el pasado día 20, la cosa podría cambiar.

La Policía ya había identificado varias veces a los detenidos, pero no podía actuar porque "no había nada contra ellos"

INCIDENTES. En los últimos años, los ciudadanos achacaron incontables incidentes a los gorrillas, que en algunos momentos llegaron a poner tarifas y a exigir 3 o 5 euros por ocupar una plaza. En octubre de 2013, una enfermera salió de trabajar y se encontró con las ventanillas de su coche destrozadas a pedradas. Los autores le robaron una cartera, dos pantallas de DVD y una mochila con ropa.

Dos años después, en septiembre de 2016, un taxista que acudió al Hula con dos pacientes desde Burela sufrió el robo de 1.500 euros tras negarse a darle dinero a un gorilla. Indignado, el hombre no dudó en achacar la sustracción a esta persona. "Están as súas anchas. Pídenlle a un, pídenlle a outro..., sen que ninguén tome medidas", lamentaba. Las palabras que salían de la boca del taxista las hicieron suyas muchos ciudadanos, que pedían "medidas urgentes" contra esta actividad.

Sin embargo, el problema no se solucionó y los robos y destrozos continuaron. El año pasado, una profesora que acudió a una consulta se encontró al salir del Hula con que le había robado el ordenador después de destrozarle las ventanillas de su vehículo. La afectada tan sólo estuvo media hora en el hospital, tiempo suficiente para que los delincuentes lograran su objetivo.

Estos casos son tan solo un ejemplo de una década de quejas que se saldan hasta el momento con dos detenidos, ambos con antecedentes por robos y hurtos. En el arresto de los dos gorrillas participaron los equipos de Radio Patrullas y el Grupo II de Policía Judicial..
 

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