Los vecinos piden controles para evitar las carreras en A Piringalla

Los residentes creen que el accidente del domingo podría haber acabado en tragedia
Estado en el que quedó la farola de Santo Graal tras el impacto del vehículo
photo_camera Estado en el que quedó la farola de Santo Graal tras el impacto del vehículo

El accidente ocurrido el domingo en la Rúa Santo Graal pone la guinda a las continuas protestas de los vecinos del barrio de A Piringalla, que llevan meses quejándose de las carreras y derrapes que efectúan los jóvenes con sus vehículos por las calles de la zona. Los residentes creen que este accidente pudo haber acabado en tragedia, por lo que reclaman más controles policiales, sobre todo durante las noches de los fines de semana.

El joven de 18 años que la mañana del domingo destrozó su coche en la Rúa Santo Graal dio positivo en el control de alcoholemia después de dedicarse a hacer trompos y quemar rueda por las calles aledañas. Una vez accidentado, varios testigos indicadon que el joven salió del vehículo y comenzó a darse cabezazos contra su propio automóvil y propinar patadas a un contenedor cercano. Los servicios sanitarios lo trasladaron al Hula, y la grúa, junto a la Policía Local, retiraron el vehículo siniestrado rumbo al depósito municipal.

La calle fue cortada desde las ocho de la mañana hasta las 13.00 horas debido al gran reguero de aceite dejado por el vehículo. Además los servicios encargados del mantenimiento del alumbrado público retiraron la luminaria de la farola contra la impactó el coche por el riesgo de que se pudiera caer y afectar a algún viandante.

El suceso no sorprendió a los vecinos de A Piringalla, que llevan tiempo reclamando una mayor vigilancia por parte de la Policía Local para controlar a los jóvenes, que cada noche, y con mayor afluencia los fines de semana, se dedican a hacer trompos, derrapes y carreras ilegales con sus vehículos.

Para los vecinos, dormir se convierte muchas veces en una odisea a causa del alto volumen de la música, del ruido de los motores y el chirriar de las ruedas que cada noche acompaña su descanso. Más allá de los problemas de ruido, los residentes del barrio temen que cualquier día ocurra una tragedia en forma de accidente grave o atropello.

Además, durante los fines de semana se incrementa la afluencia de jóvenes en los bares de la zona, que consumen alcohol hasta altas horas de la madrugada para posteriormente coger el coche, muchas veces simplemente para impresionar a los amigos con trompos y maniobras complicadas.

Las bandas de desaceleración instaladas por el Concello para evitar situaciones de este tipo se han convertido en un disfrute más para estos conductores temerarios, que los usan muchas veces de trampolín, o como simples obstáculos a esquivar a altas velocidades. Otra de las quejas de los vecinos es la velocidad a la que recorren las zonas aledañas a los locales de ambiente, sin respetar las señales ni los pasos de peatones.