Cada cual tiene su clientela

Los manteros crecen en Frigsa, donde hay un rastrillo de quincalla y ropa

Se trata, en su mayoría, de familias rumanas, algunas de las cuales vienen desde A Coruña ► Pidieron al Concello un permiso para la venta, que fue denegado, dicen, por falta de sitio
Concurrencia de puestos y clientes, este viernes a media mañana en el otro mercadillo de Frigsa
photo_camera Concurrencia de puestos y clientes, este viernes a media mañana en el otro mercadillo de Frigsa

En el parque de Frigsa, no hay solo un mercadillo los martes y viernes. Más bien, hay dos: el tradicional, con sus puestos y sus toldos, por los que los vendedores pagan una tasa al Ayuntamiento y el de los manteros, al que acuden vendedores que no pagan nada al Concello y que exponen su mercancía –la mayor parte de las veces, quincalla y ropa usada– en una manta en el suelo, vigilando siempre si aparece la Policía para recoger la mercancía cuanto antes y evitar su incautación o que acabe en el camión de Urbaser, como sucedió varios mercados atrás. 

Estos manteros –la mayoría, rumanos– se sitúan al otro lado del centro social A Milagrosa, separados del resto de vendedores, pero su masiva presencia y también la afluencia de clientes está generando la creación de otro mercadillo paralelo con precios rompedores como un marco de plata, contrastado, por 4,5 euros o una pañoleta de Pierre Cardin, por 1 euro, que se podían adquirir este viernes en el parque de Frigsa. "Todo lo que vendo aquí es de segunda mano y yo lo compro. Vengo a Lugo porque también voy a otros mercadillos como este a Carballo, Ferrol y, a veces, León. Por toda España, hay mercadillos así y nosotros nos ganamos la vida solo con esto. Nos da para pagar el alquiler, el agua... Para vivir, no como ricos, pero sí medianamente bien y aquí todavía se vive mejor que en Rumanía". 

Quien habla es uno de los vendedores rumanos más veteranos de este mercadillo de manteros, que muestra, con orgullo, su alta como autónomo y el permiso que, hace año y medio, pidió al Concello para poder pagar la correspondiente tasa y vender su mercancía en Frigsa sin ningún problema legal.

"Yo estaría encantado de poder sacar la tarjeta y pagar los 170 euros que cobran por tres meses, pero no me dejan. El Concello nos dice que no tienen sitio y no es que yo no quiera pagar. Quiero pagar, pero no puedo. Así que lo que hacemos es ponernos aquí a vender pero siempre con miedo, temiendo que venga la Policía y nos lleve todo", afirma. 

Se colocan en el otro lateral del centro social de A Milagrosa y ofrecen artículos de segunda mano a precios muy bajos

Este hombre y su familia también se dedicaban a la venta de ropa usada y quincallas en su país. Fue siempre su único medio de vida. "No cobro Risga ni nada", apunta. Y quizá sea este también su único medio de vida posible.

"Aquí, a Lugo, venimos tres familias rumanas desde A Coruña todos los martes y jueves. Llegamos a las ocho de la mañana y nos marchamos a las dos de la tarde. Vendemos ropa de segunda mano y antigüedades. Se vende más o menos, no nos va mal en Lugo, pero nos gustaría que nos diesen los permisos y poder legalizar nuestra situación", cuenta este hombre, que lleva ya quince años en España. 

Lámparas, libros, básculas de cocina... objetos viejos pero a precios tirados. "Mira, yo llevo cinco libros por solo tres euros", comentaba este viernes un cliente. 

Otros rebuscaban y rebuscaban entre prendas viejas y usadas aquellas que iban justo con su talla. Cazadoras que imitaban piel por tres euros, colchas, bolsos, zapatos, botas... Un mercadillo que, más que una función económica, cumple una función social. "Lo único que puedo hacer es vender y sacar algo de dinero para el día a día. En el último mercado hice 25 euros, con eso ya paso la semana", dijo otro de los vendedores.

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