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Reboredo Pazos: "López Pérez es el primer alcalde al que le importa de verdad la ciudad"

Encontros en El Progreso pone este martes el foco en la figura de Ángel López Pérez, un alcalde que ha quedado para la historia. Julio Reboredo, autor de una completa biografía que analiza la figura y la obra de aquel regidor y su tiempo, aborda ese legado, a las 19.30 horas, en O Vello Cárcere, en un acto abierto al público

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photo_camera Julio Reboredo, con la placa del homenaje de la ciudad a López Pérez en 1914

Julio Reboredo niega una creencia consolidada: "Lugo pudo ser fundada por los romanos, pero no es una ciudad romana. La ciudad, tal como la conocemos hoy, se empezó a gestar en el siglo XIX", sostiene. El punto de inflexión lo marca la creación de la provincia y la designación como capital. 

Usted considera que Lugo es una ciudad moderna.
Es que cuando se crea la provincia, Lugo no es más que un villorrio, con solo dos área pobladas: el Burgo Vello y el Burgo Novo. Es difícil saber qué población había, pero tenía que ser escasísima. Cuando Borrow llega vendiendo su Biblia, que es de 1837, dice que había 6.000 habitantes. Luego empieza a crecer algo, pero en 1900 había 10.000 habitantes.

¿Por qué se había quedado Lugo tan anclada en la irrelevancia?
Entre otras cosas porque era una ciudad episcopal. El obispo no pierde el señorío jurisdiccional hasta la llegada del Estado Liberal, y eso supone que el obispo era el Justicia, el que cobraba el Portazgo, los impuestos... Eso cambia cuando Lugo se convierte en capital de provincia, lo que conlleva crear instituciones, como la Diputación o el Instituto, que suponen que lleguen funcionarios y población. Con todo, cuando llega la Segunda República en Lugo habría 13.000 o 14.000 habitantes.

Personalidad
"López Pérez sabía escuchar, sabía llevar a la práctica los proyectos y, muy importante, sabía pedir dinero"

¿Y es entonces cuando el Ayuntamiento empieza a ser relevante y cuando se hace posible la aparición de una figura como la de López Pérez?
Inicialmente las élites locales, la pequeña burguesía, utilizan la institución municipal para allanarse su propio camino. Ángel López Pérez es probablemente el primer alcalde al que le importa la ciudad. Y le importa mucho.

Más allá de las obras que dejara, ¿ha trascendido por eso?
Hizo que una gran masa de lucenses, interclasista además, tuviera interés por su ciudad. Con él estaban tanto lo que se podría llamar el todo Lugo, que era un grupo compacto, como los obreros. Y eso se ve en la manifestación que se convoca en 1927 para pedir que López Pérez vuelva a la alcaldía, porque la primera pancarta es la del Centro Obrero y luego por detrás ya se ven otras: del Círculo, de la Cámara de Comercio...

¿Cómo genera esa unión? ¿Es ambicioso respecto a la ciudad?
Él es un alcalde de su tiempo y solo de su tiempo. Miraba el presente, andaba pavimentando calles...

Pero hay obras que han quedado como referentes, como el Parque o el hospital de Santa María.
Él cogía ideas que otros exponían y las llevaba a la práctica. El primero en defender que hay que hacer un parque y que se debe construir donde hoy está es Jesús Rodríguez López, Gambetta, escritor, médico e higienista, que escribe que hay que abrir una gran calle por delante del Seminario hasta llegar al Garañón. Y López Pérez sabía escuchar, sabía llevar a la práctica los proyectos y, muy importante, sabía pedir dinero. 

Y también sabía recaudar, porque creó un impopular impuesto al vino para financiar el hospital.
Creó una reacción tremenda con el impuesto sobre el vino. Se consumían al año un millón de litros, pero es que, claro, el vino era el sistema de calefacción que había en un pueblo frío. Pero, en general, López Pérez tenía oposiciones, no oposición y, además, tuvo a su lado grandes aliados, como Antonio Goy, que fue el cerebro económico de López Pérez. El hospital se hizo en gran medida con el dinero que le dieron. Las hermanas Estévez, que regalaron joyas, fueron las que más aportaron; Dolores Belón Ventosinos donó 80.000 pesetas, y Ángel Fernández López dejó toda su herencia al hospital. Y dio el Centro Obrero y los dependientes... La confianza del pueblo hacia él era enorme. Y recibió así muchísimo dinero. El presupuesto inicial del hospital era de 400.000 euros, aunque al final costó mucho más.

"La opinión mediática fue la que contó al decidir dónde debían hacerse las nuevas obras"

Lugo tarda mucho en empezar a expandirse. ¿Cómo se decide cómo ha de ser esa expansión?
La opinión médica fue la que contó. Hay varios médicos higienistas cuya voz sabe escuchar López Pérez. Es el caso de Jesús Rodríguez, médico municipal que pide permiso para ir a un congreso sobre tuberculosis y al volver escribe sobre dónde se debe hacer el Parque y dice también que ahí se deben construir los centros escolares de la ciudad. Eso llega más tarde, pero llega. Y fue este médico también quien dijo que el hospital debía hacerse entre el Campo de la Horca y el Carme, porque era una zona ventilada.

¿Se descartan otras zonas?
Hubo una primera idea de expandir la ciudad hacia la puerta de la estación, pero son los médicos los que dicen que esa zona es húmeda y más insana. Se habían planeado allí algunos chalés y finalmente solo se hacen dos, Villa Enma y Villa Pilar, que se conservan. Así se descartó esa zona. Hubo también una propuesta para hacer el Parque entre el seminario y la muralla y hasta se le llegó a poner nombre, parque Moltó.

Carisma
"La confianza del pueblo en él era enorme. El hospital se hizo en gran medida con el dinero que le dieron"

"Era autócrata, un líder y un hombre de todo por Lugo"

¿Cómo era López Pérez?
Era un autócrata y era un hombre de todo por Lugo. Llevaba todo el peso del Ayuntamiento y eso lo dijo muy bien Antonio de Cora cuando escribió que López Pérez llevaba él solo el peso del Ayuntamiento, con cuatro que le ayudaban y el resto que no le estorbaban. Era un buen líder y también podía ser un hombre caprichoso.

Y no le paraba nada.
En la única entrevista grabada que se conserva, él dice del Parque, por ejemplo, que "se me metió entre ceja y ceja hacer un parque". Y lo hizo. Las ciudades tenían parques y él quería que Lugo también lo tuviera. Y descuajó la Fuente de los Leones, y aunque hubo quejas también tuvo defensas para hacerlo. Y, sin pedir permiso –aunque el obispo había dado el visto bueno un tiempo antes– tiró en cuarenta y ocho horas el Arco del Palacio, que era un foco de inmundicia. Los obstáculos le importaban un rábano.

¿Hay un plano social en López Pérez?
Lo que hay es un sentido de la beneficencia. Él es un señor muy católico, fervoroso de la Virgen de los Ojos Grandes, a la que deja en herencia la medalla de oro de la ciudad. En la época de López Pérez no hay servicios sociales, de modo que lo que existe es un sentimiento caritativo, que en Lugo se ve muy bien, por ejemplo, cuando arde la conocida como Casa de las Siete Naciones, al lado del Portón del Recanto. Lugo se vuelca, dando dinero y ropa. Y eso es así siempre que hay alguna desgracia.

Y a la vez uno de sus empeños es construir un hospital.
El hospital que tenía Lugo, en el convento de Santo Domingo, era terrible. Estaba tan mal que hay un momento en el que Rafael de Vega dice que lo mejor es acabar al menos una parte del nuevo y trasladar ya a los enfermos allí, que no podían seguir donde estaban. 

¿Qué pensaría López Pérez del Lugo de hoy?
Eso es hacer historia ficción, pero hay un sentido ciudadano que creo que le gustaría. Y, aunque no creo que hubiera querido nunca que la ciudad fuera un parque temático para el turismo, él fue uno de los iniciadores del turismo. Ese interés se ve en que hay un artículo suyo en el Libro de Oro de Lugo y su Provincia, que edita en 1929 José Cao. Es el momento en el que se popularizan las vacaciones y se crean los Centros de Iniciativas y Turismo.

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