Las parroquias cobran en metálico y no hacen factura por funerales

La funeraria es la que hace de intermediaria entre cliente e Iglesia y consigna ese gasto en la factura como suplido, o sea, abono a terceros
Misa funeral
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La negativa de un cura pontevedrés a oficiar un funeral si tenía que emitir una factura y su exigencia de cobrar en metálico ha vuelto a poner en el punto de mira, por enésima vez, la peculiar relación entre la Iglesia y Hacienda. En la diócesis de Lugo también es tradición recibir todos los abonos en metálico y no emitir factura alguna por las celebraciones de los sacramentos. Pese a todo, suele quedar constancia de ese dinero en las que hacen las funerarias, habituales intermediarios entre párrocos y familiares.

La cuestión de evitar las facturas es casi semántica: donde muchos ven el abono de un servicio (el de un párroco que conduce un funeral), la diócesis ve un donativo voluntario. Por una labor así, entiende que no hay que emitir factura o pagar IVA. «No estamos vendiendo nada. Es una ofrenda, es algo voluntario. Alguna gente da una cosa; otra, otra y otra, que no tiene dinero, no da nada. El funeral se celebra de la misma forma en un caso u otro», asegura el ecónomo diocesano (administrador del Obispado lucense), Miguel Álvarez.

Explica que el procedimiento «normal» es que sea la funeraria quien requiere su presencia por deseo de la familia. Es también la empresa a quien paga la familia por todo el servicio del funeral, incluido el pago que se hace al párroco. Ese abono se incluye en la factura como lo que en términos contables se conoce como un suplido: es decir, un gasto que paga el emisor de la factura por un servicio prestado por otros. Lo que el cliente paga por la presencia del párroco, la funeraria se lo entrega a él en metálico. Las funerarias confirman esta versión.

«Se hace así por tradición, porque es como se ha hecho siempre. Yo, desde luego, no tendría inconveniente en que se hiciera un ingreso a la cuenta de la parroquia. Me ahorraría tener que ir al banco a hacerlo yo mismo», explica y recuerda que una vez que se recibe un pago así se ingresa en la cuenta parroquial.

DECRETO
Aunque Álvarez insiste en la voluntariedad de los abonos, lo cierto es que la Diócesis tiene publicado un decreto, firmado por el Obispo, con los estipendios a cobrar por los curas por misas o administración de sacramentos. Con fecha de febrero de 2014, indica que un novenario cuesta 88 euros, las misas gregorianas, 320; la asistencia y aplicación de misa funeral, 40, a los que se le suma 25 si acompaña un sacristán; 20, si se acude al levantamiento y conducción del cadáver y otros 25 por el llamado derecho de fábrica, que es el abono que se hacía tradicionalmente para la conservación de sus edificios.

Ese decreto vio la luz en febrero del año pasado, como actualización de los estipendios que se venían cobrando y, según el ecónomo diocesano puntualiza, es una lista de máximos, que marca el tope de lo que se puede recibir.

En noviembre de ese año, durante la homilía de una misa, el Papa Francisco calificó como «escandaloso» que se haga pagar por celebrar sacramentos como funerales o bodas.

¿Puede considerarse una ofrenda algo sobre lo que existe un listado de precios? Miguel Álvarez insiste en que lo es. «No es una actividad económica, no se exige nada, se oficia igual si no se da nada, es algo que aportan las familias por su voluntad. Se fijaron los aranceles estableciendo el máximo y sirve de referencia cuando alguna gente dice que quiere dar algo y no sabe cuánto», apunta.

Para dejarlo más claro, recuerda que la Iglesia sí emite facturas y paga IVA por otras actividades. Pone el ejemplo de alquiler de algunos locales de su propiedad. «Eso es diferente. Si una persona no abona el alquiler puedes ir al juzgado y reclamárselo, incluirlo en una lista de morosos. Jamás se va a hacer algo así con una persona que no pague por el oficio de un sacramento porque no es obligatorio».

Pese a todo, admite que lo habitual es que la familia pague por esas tareas. En el caso de su parroquia es cien euros por funeral (incluyendo todos los conceptos) y lo mismo por una boda, un sacramento que deriva en mucho más trabajo para el párroco. Esos precios son menos que el máximo que cita el documento.

Existen otras costumbres, según reconoce. En algunas zonas no se hace pago alguno a través de la funeraria, sino que la familia entrega un donativo en un sobre al acabar el funeral. «No es una cantidad fija y, de hecho, no tiene influencia alguna en cómo se oficia el funeral porque el sobre se recibe cuando ya ha terminado», explica.

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