De Lara cierra el caso Liverpool sin juicio, pero con un auto acusatorio similar a una sentencia

La magistrada se ve «obligada» a archivar la causa al no acusar el fiscal y seguidamente relata los hechos en un escrito de 60 folios ►En este fleco de la operación Carioca estaba implicados el dueño del local, una camarera y cuatro guardias civiles

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photo_camera El Liverpool estaba en O Corgo. AEP

LUGO. Sesenta folios cargados de acusaciones zanjan sin procesados el fleco de la operación Carioca sobre el club Liverpool, de O Corgo, lo que supone la exculpación de su propietario, una camarera y cuatro guardias civiles. Después de admitir que está «obligada» a acordar el sobreseimiento de las diligencias, Pilar de Lara se despacha con un relato más propio de una sentencia, con hechos que ella considera probados sobre las penurias que vivían las prostitutas bajo el yugo de Eladio R.H. y con la complacencia de los agentes.

Es tal la contundencia de este auto de archivo (normalmente son escritos de dos folios que no entran en los hechos), que los propios absueltos se plantean recurrir a la Audiencia para que, paradójicamente, anule este auto de anulación y obligue a la magistrada a dictar uno más estándar, en el que no se vean expuestos a todas esas irregularidades que la jueza les atribuye, pero no el fiscal.

En una decisión muy criticada por las asociaciones contra la prostitución, el fiscal solicitó a principios de este año el archivo de la causa. En su escrito, la Fiscalía no dudaba de que en Liverpool se ejerciera la prostitución y de que su propietario sacara un beneficio económico de ello, pero recordaba que para que pueda considerarse delito es necesario que la prostitución sea impuesta de manera coactiva, bien mediante engaño o abusando de superioridad.

En este caso, argumenta el ministerio público, los testimonios de las mujeres que trabajaban en el club «despejan cualquier duda» al respecto: «De las declaraciones se infiere que tenía mal carácter, que era exigente con el trabajo, que les sugería, nunca imponía, con qué clientes podían subir, aproximando al lugar en el que se encontraba el cliente en el mostrador una bayeta o un cenicero, o si era calvo se tocaba la cabeza, así como que no usaran preservativo ya que se ganaba más. Pero las mujeres tenían libertad para ir a trabajar, tenían derecho a descansar y no se imponían multas».

La jueza responde que no necesitaría justificarse, sin embargo «la gravedad de los hechos y la importancia que a esta magistrada merecen las mujeres víctimas de la explotación exige realizar una serie de puntualizaciones, siempre desde el punto de vista de lo que a entender de esta instructora ha quedado adverado». Y a partir de ahí relata en esos sesenta folios las penurias de las mujeres y la presencia constante de los guardias civiles, que «recibían prebendas como copas gratis o el mantenimiento, también gratuito, de relaciones sexuales con las mujeres a cambio, presuntamente, de avisar de las redadas policiales».

Tras explicar a la Fiscalía lo que ella entiende por coacción, la magistrada relata cuáles eran las condiciones de trabajo: jornadas de diez horas, obligadas a trabajar cuando tenían la menstruación, imposición de multas, sin libertad para fijar precios o elegir a sus clientes y la imposición de que no utilizasen preservativo.

En un profuso relato de hechos, la magistrada añade las declaraciones de cada una de las prostitutas citadas a declarar, como si en una exposición de hechos probados de una sentencia se tratase. También cita intervenciones telefónicas donde se oye hablar a los guardias y su familiaridad con el dueño del establecimiento, que solía regalarles botellas de vino.

Tras este auto, todos los acusados en esta pieza quedan exculpados. Eladio R.H. estaba imputado por tráfico de personas, falsedad, contra la seguridad social, detención ilegal, inducción a la prostitución a una menor y abusos sexuales. A los guardias (uno de ellos es Armando L.T., uno de los principales implicados en la Carioca) se les atribuían delitos de omisión del deber de perseguir delitos y tráfico de influencias, revelación de secretos, cohecho y malversación.

El popular club «sin goma»

El Liverpool se había hecho conocido por la «familiaridad» con la que Eladio R.H. trataba a los clientes, que podían acostarse con las chicas sin usar «goma» (preservativo), no como en otros locales. El dueño no está inculpado en ninguna otra causa de la Carioca, 2 de los 4 guardias sí.

«Son de aldea, están limpios, no pasa nada»

Es una de las explicaciones que les daba a las chicas. Un día incluso hubo una pelea porque una chica se negó y el dueño salió en defensa del cliente. Eso causaba problemas psicológicos a varias mujeres.

 

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