La Virgen se hace un lifting

Alba García, de origen cubano, conserva una imagen de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre de su tatarabuela que su vecino Francisco Cabado acaba de ayudar a restaurar

Alba García y Francisco Cabado muestran la imagen de la virgen del Cobre. VICTORIA RODRÍGUEZ
photo_camera Alba García y Francisco Cabado muestran la imagen de la virgen del Cobre. VICTORIA RODRÍGUEZ

Alba García González se ha enterado hace poco de que en Muras se venera a la virgen de la Caridad del Cobre. Al municipio chairego llegó una imagen de la patrona de Cuba de mano de emigrantes retornadas, grandes devotas de esa advocación y a la que honran con una fiesta que es precisamente este fin de semana. "Así que mi Virgen también se ha duchado y arreglado su casa para su fiesta", dice, riendo.

Se refiere a la puesta a punto de la imagen de bronce que lleva cuatro generaciones en su familia y que, como la de Muras, también hizo el viaje desde la isla. "Está en casa desde mi tatarabuela por parte de madre y fue pasando de ella a mi bisabuela, a mi abuela, a mi madre y a mí", dice, en presencia de su madre, de 93 años.

La imagen estaba ya deteriorada por el paso del tiempo. El bronce tenía manchas y la base de madera no era ya tan estable. La devoción, sin embargo, seguía intacta. "En Cuba hay muchísimos devotos de la virgen del Cobre. Si quieres un novio bueno o dinerito para la cartera hay que ponerle una vela", explica Alba.

Hija y nieta de emigrantes gallegos y canarios, Alba lleva en Lugo 25 años. Hace tres meses se mudó de casa y en su nuevo edificio conoció a su vecino Paco Cabado Ferro, que trabajó 44 años en una carnicería de la misma calle en la que viven junto a su mujer y que ahora dedica parte de su tiempo de jubilado a hacer trabajos de madera. Él fue el encargado de devolver a la Virgen del Cobre a su estado original. "La base es de madera cubana y pensé que había que conservarla, el resto lo añadí yo", explica en referencia a una base más amplia y al respaldo sobre el que se apoya la imagen.

CRUCES. Una de las actividades a las que Paco dedica largo tiempo es a hacer unas cruces franciscanas diminutas, de solo un par de centímetros, que confecciona con las palmas del Domingo de Ramos bendecidas por el Obispo. Se trata de un trabajo laborioso y para el que debe seguir unos pasos minuciosos y tener paciencia. Por ejemplo, la palma debe estar perfectamente seca porque si no no se puede trabajar, por ese motivo Paco hace, cada año, cruces con las palmas del año anterior.

Después reparte el resultado con familiares y amigos para que todos dispongan de una en su casa o puedan llevar una en la cartera. "Las que están listas ahora son de las palmas del año pasado -explica-. Tengo tres hijos y todos fueron a los Franciscanos, por eso hago la cruz franciscana". Su vecina Alba tiene varias en una cajita sobre la mesa del salón. "La clave es que queden bien, sin un lado más largo que otro, que todo quede dentro de una escuadra, compensado", apunta.

No es su única labor. También crea mangos para paraguas y bastones y es capaz de meter en las botellas más estrechas pequeñas escaleras y martillos de madera.