La vida adelantada

En Lugo nacieron el año pasado once bebés grandes prematuros. Como Roi, que a sus 5 meses ha sido operado ya tres veces, se enfrentan a unos inicios inciertos pero cada vez con más posibilidades de salir adelante sin secuelas

Brasi, Ana y Gustavo, con Roi en brazos
photo_camera Brasi, Ana y Gustavo, con Roi en brazos

Es de esos bebés atentísimos. Hay niños así. Los hay plácidos y tranquilos, sentados como Budas enanos con unas piernas llenas de rollitos y los hay que no paran, que siguen con la vista al que habla, al que se levanta, al que deja caer algo y hace ruido. Roi Escolante Novo —8 meses de edad cronológica, 5 de edad corregida— es de los segundos. Parece asistir a la conversación con todo interés, mira al objetivo cuando se le hacen fotos y se esfuerza en intentar arrancarse los calcetines que le hacen de guante para poder acto seguido arrancarse la sonda de la nariz a través de la que come. Ya lo consiguió esta mañana.

Roi es el segundo hijo de Gustavo Escolante y Ana Novo después de Brais, que tiene ahora nueve años. Pesa en estos momentos 4 kilos y 260 gramos, un poco más de lo que pesaba Brais cuando llegó al mundo. Brais fue un bebé grande y Roi, un gran prematuro, que es como se llaman a los nacidos antes de la semana 29 y que suelen pesar menos de kilo y medio: llegó con 27 semanas y 2 días, rondando los 800 gramos.

El día 17 de noviembre se dedica a homenajear a los niños prematuros, de los que nacen cada año en el mundo 15 millones


.Cada año nacen 15 millones de niños como Roi. En Lugo nacieron el año pasado 1.361 bebés y de ellos 210 fueron prematuros. Once fueron grandes prematuros. No hay área de la Medicina en la que no se perciba un desarrollo más que evidente en los últimos diez o quince años, pero la Neonatal es asombrosa. Es también facilísima de resumir: simplemente ahora sobreviven niños que antes no tenían ninguna posibilidad. Y cada vez con menos secuelas. Pese a todo, los inicios son inciertos y complicados. Roi ha sido operado de los ojos y de dos hernias inguinales. Es objeto de un seguimiento milimétrico para hacer una detección precoz de cualquier problema de salud, desde neurológicos hasta neumológicos o digestivos, una característica que comparten los grandes prematuros. Sin llegar al año tienen una historia clínica más extensa que la de un adulto con salud razonable.

Ana explica que el embarazo de Roi se hizo esperar. Tras sufrir tres abortos, uno de ellos a causa de un embarazo ectópico, finalmente todo parecía ir bien hasta que en una revisión periódica le encontraron un coágulo en la bolsa. No le dieron importancia pero un sangrado posterior la llevó a ingresar y a una semana de reposo absoluto en el hospital con súplicas para sus adentros: "Yo le pedía que se quedara, que se quedara... y se quedó". Tras el preceptivo descanso en casa le detectaron hipertensión en otra revisión. No logró bajarla y no se lo explicaba. La matrona acabó mandándola a Urgencias después de observar lo disparada que la tenía.

Ingresó con una prescripción de reposo absoluto y de monitorización continua. Pasó dos semanas de hospitalización con el objetivo de aguantar un día y otro día y otro día sin que se le desencadenase el parto. A diario la bajaban a paritorios, los últimos días de la quincena que pasó en el Hula, durante una mañana o una tarde entera, a veces todo el día. La preclampsia es una complicación del embarazo relativamente frecuente y muy seria. Solo tiene un tratamiento: el parto. La respuesta tiene que ser rápida porque las consecuencias pueden ser fatales.

Quince días después, en el paritorio, Ana tenía ganas de orinar pero era incapaz. Se resistía a decir nada porque solo pensaba en ganar días, pero le detectaron que un riñón empezaba a fallar. El parto tenía que llegar sí o sí. Después, ingresó en la Uci sin tener claro si su hijo había sobrevivido.

PRIMERA VISITA. Mientras, Gustavo pasaba por la impresionante experiencia de ver a tu hijo por primera vez en una unidad de neonatos, ese bodegón formado por un cuerpo minúsculo, tubos y máquinas. Todo el personal de una unidad así coincide en destacar el shock de los padres, que siempre son los primeros en llegar, su estupefacción, lo raro que les resulta todo, hasta qué punto no se esperaban verse ahí.

"Yo no quería preguntarle porque tenía miedo de que me dijera que no vivía. Me dijo que lo había visto, que era precioso. Creí que me lo estaba ocultando y le tuve que preguntar directamente", explica Ana. Cuando le tocó a ella ir a verlo agradeció estar en una silla de ruedas. "Si no me hubiera caído de la impresión", admite.

Con el tiempo, aprendió a apreciar el sitio en el que Roi pasó sus primeras semanas. "Neonatos es ahora nuestra segunda casa, cuidan de tu hijo y cuidan de ti, dice. Se desvive en elogios hacia un personal vigilante y entregado que hace un trabajo que considera "dificilísimo".

Pero no los reduce a él. "En la sanidad se hacen muchas cosas bien y hay que reivindicarlo. Incluso en mi peor momento yo solo puedo agradecer lo bien que nos han tratado todos. Empezando por Primaria, mi centro de salud; Urgencias, la planta de Obstetricia y por supuesto Neonatos. Se desviven por ti", asegura.

Aún ahora, hay problemas para los que recurre al personal de esa unidad. Esta mañana acudió allí para que le colocaran a Roi la sonda que se empeña en arrancarse. Ana cree que debe devolver algo que lo que ha aprendido allí y en el proceso de cuidar de Roi. "Veo a las madres llegar muy asustadas y llorar desconsoladas, por ejemplo, porque pita una máquina. Siempre les digo a las enfermeras que, si ven que alguien quiere hablar con otra madre, les den mi teléfono. Te ayuda mucho lo que te dicen ellas, pero creo que a veces te tranquiliza más que te hable otra madre que ha pasado por lo mismo", explica, mientras mira a Roi afanarse una vez más con el calcetín.

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