La verbena cambia de panorama

Un puñado de formaciones han roto con la tradición para llevar al concepto de verbena a otro estadio. No gustan a todos, en especial a los más puristas, pero cuentan a sus seguidores por miles y la juventud ha retornado al campo da feira. El jueves, Panorama y París de Noia reventaron O Castiñeiro
Actuación de la Panorama O Castiñeiro
photo_camera Actuación de la Panorama O Castiñeiro

Cinco mil personas son muchas para una noche de un jueves laborable en O Castiñeiro. En realidad, es una cifra considerable para cualquier noche en cualquier barrio de Lugo. Han venido a la verbena, o a algo que se sigue llamando verbena en espera de encontrar un término nuevo que se ajuste mejor. Porque quienes tocan son Panorama y París de Noia, dos de las formaciones, en especial la primera, que están obligando también a redefinir el concepto de orquesta, en un fenómeno único con epicentro en Galicia.

Apenas está empezando a aflojar el sol, pero el barrio ya se está echando a la calle, para tomar posiciones. Cinco horas antes, un convoy de siete enormes trailers y un buen puñado de furgonetas y microbuses de apoyo han tomado O Castiñeiro. Cuatro de esos camiones son de la Orquesta Panorama, que se ha situado en la parte de abajo de la plaza, frente a la París de Noia, arriba.

"Somos 32 personas, 17 en el escenario"

Esta abrirá la fiesta, así que sus músicos, cantantes y bailarines ya llevan rato ensayando a pecho descubierto. Frente a ellos, tras las lonas que todavía cubren el descomunal escenario, el engranaje de la Panorama -porque para todo el mundo es así, con el "la" por delante- no para. "Somos 32 personas, 17 en el escenario", explica mientras ve cómo calienta colgada de las cuerdas una de las acróbatas Lito Garrido, director de la orquesta y ya mítico cantante, una auténtica estrella en Galicia después de 22 años como referencia en el escenario.

"Ayer en Benavente tuvimos 20.000 personas", comenta, "hubo mucha gente incluso de Salamanca y de Valladolid que aprovechó que salíamos de Galicia para ir a vernos". Tienen club de fans, casi 100.000 seguidores en su Facebook y groupies que se pasan el verano tras ellos de fiesta en fiesta. Este año debutaron en la Valencia de las fallas y en Castellón, con apoteosis. "Fuera tenemos aún más gente, porque somos la novedad", asegura el cantante.

De bailar a mirar. También hay por supuesto detractores, personas que entienden la verbena al modo clásico, un lugar de encuentro con los vecinos donde echar un baile como toda la vida. Lito Garrido reconoce que su público "viene a mirar, no a bailar. Es más, aunque les toques temas de baile, los de siempre, no bailan".

A cambio, defiende su aportación: "Las fiestas de las parroquias se estaban muriendo. Cada vez iba menos gente y más mayor. Hasta que nosotros y otras orquestas apostamos por una línea más actual y hemos conseguido que la gente joven vuelva. Hemos salvado las verbenas".

Jesús tiene 49 años y José, 24; se recorren todas las fiestas que pueden por toda Galicia para escuchar a sus orquestas favoritas. Dos generaciones unidas por una pasión

Hace ya un rato que París de Noia ha comenzado su primer pase. En la plaza, familias con niños, matrimonios en la madurez, los clásicos grupos de señoras, cuadrillas de treintañeros y un montón de chavalada. Casi todos mirando, aunque los más próximos al palco parecen estar más animados. Sobre el escenario se suceden los temas a ritmo frenético, con más de una decena de músicos, cantantes y bailarines montando un espectáculo considerable. Ellos, luciendo bíceps y abdominales en tabletas; ellas, minuciosamente vestidas.

"Para bailar es mucho mejor la París, lleva mucho ritmo latino", comenta Jesús, que, sin embargo, espera sentado en la cabina de control del área de la Panorama. "Sí, pero mira para allí, no se mueve nadie", replica José, su hijo. Jesús tiene 49 años y José, 24; se recorren todas las fiestas que pueden por toda Galicia para escuchar a sus orquestas favoritas. Dos generaciones unidas por una pasión.

"A la Panorama la vemos por los menos dos veces o tres por temporada. Pero con la Panorama no puedes bailar, porque en cuanto quitas la vista del escenario te pierdes algo, una tía que baja del techo colgando, un músico haciendo algo, un juego de luces... Luego, cuando la ves dos o tres veces, ya te sabes cómo va todo", detalla Jesús, que, sin embargo, apuesta por la Orquesta Marbella como su favorita.

Conocen a los cantantes, los integrantes, repertorios, trayectorias... "Pues a mí me gusta más la Poceiro", le responde José. "Sí", apuntala el padre, "la única de toda Galicia con ocho metales, podía ser una sinfónica. Y el cantante es el mejor, Miguel Torres". "Estuvo 28 años en la Compostela", añade el hijo, para recalcar el nivel del que están hablando. "A mí me gusta mucho este ambiente, prefiero esto que estar por ahí de bares", argumenta el joven para explicar su pasión.

Ambos, en cualquier caso, lo tienen claro: "Esto es como un gran botellón autorizado. Es en lo que se convierten estas actuaciones. Y no me parece mal, porque en los bares los sangran, pero mira a esos grupos de jóvenes, con todas esas botellas. ¿Qué crees, que vienen a bailar?".

"Nos gustan, pero las orquestas nos dan igual, lo que mola es la gente que atraen y el ambiente que se monta"

Es el ambiente. Entre esos grupos a los que se refiere, uno de cinco chicas muy jóvenes, "del barrio de al lado" que han situado sus bolsas de supermercado con botellas a junto al escenario de Panorama, aún en silencio. Al fondo, sigue sonando París de Noia: "Hemos venido a ver a las dos, pero cuando hemos llegado ya había mucha gente en la París de Noia". "Nos gustan, pero las orquestas nos dan igual, lo que mola es la gente que atraen y el ambiente que se monta. Ahora vas al centro y no hay nadie", acaban por reconocer.

Efectivamente, pocos pueden quedar por el centro. Grupos de chicos y chicas de todas las edades han ido tomando la plaza con sus botellas de súper y sus vasos de plástico, revueltos con el resto del público, tan dispar como es posible suponer.

Entre Luar y Daft Punk. Es el turno de la Panorama, comienza de verdad la verbena 2.0. La puesta en escena es sencillamente espectacular. Las luces bailan sobre una superficie del tamaño de un campo de fútbol sala, los lásers se reflejan sobre las fachadas de edificios situados a cientos de metros y la música se oye en el otro extremo de Lugo, dependiendo de cómo dé el aire.

Esta es la gira Game Tour, porque se basa en los videojuegos. Incorpora elementos de los más conocidos, desde Super Mario a Call of Duty. Del techo, cinco de los cantantes y bailarines se descuelgan sentados en enormes fichas de Tetris iluminadas. Es el principio de un show perfectamente sincronizado que se prolongará durante los siguientes noventa minutos sin respiro para nadie, ni para los de abajo ni para los de arriba.

Lo que suena, lo mismo que lo que se ve: un popurrí en el que se mezclan temas que aún ocupan los primeros lugares de las listas de éxitos con un vals, el ‘Aserejé’, One Direccion, ‘El baile del azúcar’ o la agradecida rumbita. Como si el productor se hubiera desorientado cuando estaba a medio camino entre Luar y un concierto de Daft Punk y logró dar con un atajo para llegar a un lugar hasta entonces desconocido, donde solo habita la Panorama.

Mientras, mezcladas entre el público, personas con la camiseta de la orquesta y la palabra staff a la espalda, van repartiendo gratis banderines con el logo del grupo -y tres marcas publicitarias- y bengalas, que todo el mundo sabe sin que nadie lo diga que son para encender solo en el último tema, al final del primer pase.

Una chica de unos 30 años, acompañada por dos amigas que parecen estar disfrutando mucho, explica que lo que más le gusta del show "es que la Panorama te mantiene siempre arriba, no hay bajones, no dejan que caiga la fiesta".

Y nadie puede negar que la cosa es así. No hay lentas ni agarradas, pero se baila. Y bastante. Sobre todo la gente más próxima al escenario. Solo que no se baila como en una verbena, sino como en un concierto o en una discoteca. "A mí gustarme me gusta, pero me gustaría más verla sentada", lamenta una mujer de unos setenta años, que aguanta estoicamente de pie del brazo de su marido, que prefiere no opinar. "Ahora, sí que echo de menos lo de antes, unos pasodobles... y bachata, que a mí me gusta mucho la bachata", reconoce ella.

Quince metros público adentro, un chaval largo tocado con un diminuto sombrero verde salta agarrado a un botellín: "Me gusta este ambiente, estar al aire libre, escuchando buena música y viendo esto con tanta gente. Se está mucho mejor que encerrado en cualquier pub".

Se quedará al segundo pase, que se anuncia más roquero y no empezará antes de las tres de la mañana. Tal vez no se le pueda llamar verbena, y de ningún modo llamarla orquesta, pero el espíritu de ambas permanece, aunque no se sepa muy bien dónde ni cómo. Es la fórmula Panorama, y funciona.

"Las orquestas nos gustan, pero lo que mola es la gente que atraen y el ambiente que se monta", explica una joven espectadora Es como si el productor se hubiera desorientado cuando estaba a medio camino entre Luar y un concierto de Daft Punk

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