La tortuga Margarita muere atacada por las ratas tras 50 años en Hacienda

Los roedores rompieron su hibernación, le comieron una pata y el quelonio no superó las heridas pese a que recibió antibióticos y todo tipo de cuidados en una caseta calefactada
Margarita, en el jardín de Hacienda
photo_camera Margarita, en el jardín de Hacienda

Margarita, la tortuga que convivió con los funcionarios de Hacienda durante más de 50 años, murió esta semana tras ser atacada por ratas en el jardín de la delegación lucense. El quelonio era una ‘testudo hermanni’, una especie propia de la zona de Levante que está en peligro de extinción, y llegó a Lugo hace cerca de sesenta años de la mano de un delegado procedente de esa zona.

En el jardín de Hacienda tenía las condiciones idóneas, vegetación variada que le servía de alimento y de refugio y un recinto en el que durante décadas estuvo a salvo de depredadores. Ante el temor a que pudiera comer carne envenenada -las tortugas son vegetarianas pero a veces buscan aporte de proteína, sobre todo antes de hibernar-, no se llevó a cabo una desratización muy severa y, hace unos días, los roedores atacaron al quelonio.

Los funcionarios recibieron con pesar la noticia de la muerte de la tortuga, a la que seguían de cerca desde hace décadas

Los funcionarios dieron la voz de alerta al especialista de la Protectora de Animales Exóticos de Galicia (Paexga) que se encargaba de su supervisión clínica, Eduardo Rodríguez, al observar que Margarita se había despertado antes de lo normal y que casi le faltaba una pata. Rodríguez la llevó a su casa, a una caseta calefactada, le aplicó antibiótico y crema cicacitrazante, además de todos los cuidados posibles, como baños de sol, pero el animal no consiguió recuperarse. «Al principio evolucionó muy bien, pero después empezó a apagarse poquito a poquito», explica Rodríguez. El especialista cree que la muerte pudo deberse a una combinación de factores, como la interrupción de la hibernación, las heridas, el estrés de salir de su hábitat y la edad.

La muerte de Margarita provocó un disgusto no pequeño a muchos funcionarios, que llevaban décadas conviviendo con ella. «Era parte de la institución, una compañera más. Me llamó hasta la delegada», cuenta Rodríguez, pesaroso por no haber podido hacer más por el animal.

En 2011, Margarita recibió a un compañero de la misma especie, Ataúlfo, pero no lograron procrear. A pesar de la insistencia de este, Margarita no quería saber nada de machos.

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