Doble licencia:la pantalla legal, copa y habitación

La prostitución se resiste

La operación está prácticamente olvidada ocho años después y hay en funcionamiento 31 clubes
Una mujer en un club de alterne de Lugo
photo_camera Una mujer en un club de alterne de Lugo

Eladio 'El Medioreja' se volvía a sentar el pasado martes ante la jueza Pilar de Lara, una de esas mujeres con las que no está acostumbrado a tratar, pese a que ha dedicado buena parte de su vida a tratar con ellas, literalmente. De hecho, su descriptivo apodo le viene a Eladio de cuando hace muchos años otro hombre le arrancó parte de la oreja de un mordisco en una discusión por una mujer, dicen que en el Scorpio, burdel de referencia hace unos lustros en Lugo que luego cambió de propietario y nombre, para pasar a llamarse Eros.

El Medioreja fue después a más en mundo de la prostitución y pasó a regentar su propio local, un garito en la recta de O Corgo llamado Liverpool, un nombre que prometía cosas que evidentemente no podía cumplir. Pilar de Lara volvió a unir su destino con el del Eros en 2009, cuando reventó la operación Carioca y se llevó por delante, entre otros, al Eros, al Liverpool y a sus propietarios, que pasaron varios meses de prisión preventiva y varios años de exilio forzoso de la provincia.

De aquello hace ocho años, pero la jueza quería el martes pasado preguntarle por una causa separada de la principal en la que se investiga la supuesta presencia de una menor ejerciendo la prostitución en su local y si tres guardias civiles lo sabían y lo ocultaron.

Algunas cosas han cambiado mucho desde entonces. Por ejemplo, Eladio ya ha perdido el miedo a volver a prisión y no responde a las preguntas de la jueza ni de la fiscal, solo a las de su abogada. Otras, desgraciadamente, no tanto: ocho años después, el Liverpool sigue abierto como el garito cutre que siempre fue, otros burdeles han recogido el testigo del incendiado Eros y el negocio de la prostitución en Lugo ha vuelto a donde solía, aunque tan mordido por la crisis como el resto de sectores.

Policía y Guardia Civil no han vuelto a encontrar en la provincia mujeres obligadas o explotadas


La operación Carioca sí supuso un punto de inflexión en el mundo de la prostitución lucense, pero su efecto duró relativamente poco y se fue diluyendo con el tiempo. Además de los señalados Liverpool y Eros, en esa investigación se incluyeron el Volvoreta, el Carús y dos de los principales clubes que funcionaban en ese momento, el Queens y La Colina, ambos propiedad de José Manuel García Adán.

De todos los imputados en 2009, es este el único que sigue en prisión, aunque no por el caso Carioca, sino por maltrato a su expareja y madre de su hija. Por lo que respecta a los burdeles, varios incendios dejaron inutilizado el Eros y la implicación de los propietarios de la finca del Queens en la operación Pokemon lo mantiene vacío. El Carús nunca cerró, el Liverpool sigue funcionando de forma intermitente, al igual que el Volvoreta (ahora bajo el nombre sabor Latino) y La Colina vuelve a ser desde hace un par de años uno de los burdeles más afamados de la provincia, reconvertido en el Ladie’s.

En total, la Policía Nacional y la Guardia Civil mantienen bajo control 31 burdeles en toda la provincia. La Policía tiene competencia sobre todos ellos en materia de extranjería, pero en el resto de asuntos solo controla los diez situados en Lugo capital, Monforte y Viveiro. El resto son responsabilidad de la Guardia Civil.

Sin embargo, uno de los efectos más inmediatos de la operación Carioca fue que durante los tres o cuatro años siguientes las inspecciones de las autoridades en estos locales bajaron sustancialmente. No se puede olvidar que en esta investigación resultaron imputados numerosos y significativos miembros de ambos cuerpos policiales, lo que provocó que extremaran la prudencia en sus actuaciones ante el riesgo de que el juzgado pudiera reclamarles nuevas responsabilidades.

Agentes que vivieron esos momentos aún recuerdan situaciones muy habituales entonces, como entrar a realizar una inspección en alguno de los burdeles y encontrarse con mujeres que tenían reconocida la condición de testigos protegidas o que habían declarado en el juzgado y que amenazaban con denunciarlos "a Pilar de Lara" si se atrevían a investigarlas. No era una amenaza menor, y de hecho alguno de ellos fue citado a dar explicaciones en el juzgado o ante los guardias asignados a la operación. Por fortuna, hace ya varios años que se retomó la normalidad y que los controles han vuelto ha ser periódicos y estrictos.

INSPECCIONES. Cada local recibe al menos una inspección por año, por sorpresa y enfocada contra la trata de seres humanos. "El objetivo no es denunciar al propietario porque no tenga licencia o por cualquier otra cosa administrativa, aunque generalmente aprovechamos y también van patrullas para mirar eso, sino entrevistar a las chicas en privado", explica Víctor Souto, capitán de la Policía Judicial de la Guardia Civil en Lugo, cuyas palabras coinciden casi punto por punto con las de los responsables de la Policía Nacional.

Souto detalla que "se entrevista a todas, una por una, por gente de especializada en ese tipo de entrevistas. Se mantiene una conversación con un pláning de la entrevista. Unas te responden a todas, otras se niegan a contestar a alguna, otras no se niegan pero te mienten claramente... Se les pregunta cómo fue su vida anterior, cómo vino a España, cómo lo decidió, quién la animó a venir, cómo vino, si vino con contrato, con deuda, cómo es su día a día en el club, las condiciones de trabajo... Y con todo eso, sacamos buenas conclusiones, porque aunque alguna pueda mentir, al final lo que dicen todas debe coincidir cuando las comparamos y ya vemos las condiciones generales".

Nadie puede ignorar las condiciones terribles, las coacciones y la violencia que sufren a diario muchas de las mujeres que caen en manos de las mafias de la prostitución. Los testimonios de chicas engañadas e incluso secuestradas en sus países de origen y luego forzadas a prostituirse en condiciones inhumanas son concluyentes. Incluso en el caso de mujeres que sabían que llegaban a ejercer este trabajo es muy frecuente que lo hagan contrayendo una deuda con los proxenetas, que luego las mantienen recluidas y las obligan a trabajar en situaciones de abuso constante, como bien se puede comprobar en las declaraciones de las decenas de mujeres que prestaron su testimonio durante la operación Carioca.

Precisamente por eso, asegura el capitán Souto, los agentes están entrenados en la búsqueda de "indicadores que te pueden hacer pensar que una chica puede estar siendo sometida a trata, como que no disponga de su documentación a mano, que no pueda comunicarse, que no le dejen el móvil, que no le dejen salir...". Son situaciones muy comunes en zonas como las grandes áreas urbanas o el área del Mediterráneo, donde las mafias tienen sus centros de operación, pero mucho menos frecuentes en provincias como la lucense. De hecho, Víctor Souto afirma que aquí "desde que yo estoy, desde 2014, no nos hemos encontrado mujeres en esta situación, no hubo ningún caso. Todas tienen su documentación en su habitación, incluso cuando entras en el club ves que muchas están hablando por Whatsapp con su familia o sus amigos...". Lo mismo corrobora la Policía Nacional.

Reconocen, no obstante, que el delito de trata, al igual que el de proxenetismo, es muy difícil de demostrar sin la colaboración de las propias víctimas. Pero, pese a ello, los agentes insisten en que "si las chicas pueden ir y venir del club libremente, como pasa en los locales de Lugo, es complicado que se den condiciones de explotación".

PEQUEÑOS. En este sentido, señalan dos factores como determinantes: la estructura de los propios clubes y el perfil de las mujeres que ejercen en la provincia. Por un lado, aquí no hay burdeles especialmente grandes, sino al contrario: salvo tres o cuatro excepciones, se trata de locales en los que trabajan una media de entre cinco y ocho chicas, dependiendo de los días, que no residen en los propios locales sino en pisos y que incluso permanecen cerrados algunas temporadas.

Por otro lado, los agentes especializados se encuentran, como afirma Víctor Souto, con que la mayor parte de las chicas ya han trabajado antes de llegar a Lugo en otros muchos lugares, suelen tener su situación regularizada y ya no soportan ninguna deuda: "El perfil que más nos encontramos es la mujer que tiene a su familia e incluso a sus hijos en su país y que pasa temporadas en España. Viene equis meses a ganar dinero para la familia, lo hacen porque desgraciadamente es la manera que ellas han encontrado de sacar un dinero rápido para llevar a casa. En los clubes ya las conocen de antes, llaman y vuelven unos meses".

Otra de las constantes que se han detectado en los últimos años en Lugo es una bajada muy significativa de la actividad: la crisis ha afectado también a la prostitución y hay locales que cuentan con la mitad de chicas que antes. Es decir, que los proxenetas temen mucho más a la crisis que al fantasma de la operación Carioca.

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