No se le detuvo, sino que se avisó al padre, expolicía

La Policía tardó cuatro meses en detener al agresor sexual de Lugo pese a tenerlo identificado

Dos agentes sospecharon de él justo la noche después de que hubiera asaltado a otra mujer porque coincidía con la descripción, pero el depredador en serie no fue apresado hasta que ya había acosado a otra y violado a su última víctima
Retrato robot recurrido por los investigadores
photo_camera Retrato robot recurrido por los investigadores

La detención de Pablo G.A. el pasado 3 de noviembre puso fin a un reguero de agresiones sexuales a mujeres en Lugo que se había iniciado en 2013. La instrucción judicial lo señala como autor de al menos once ataques, pero la investigación también deberá aclarar otros puntos oscuros. En especial, por qué no se le detuvo antes, cuando la propia Policía Nacional lo había identificado como sospechoso de los ataques más de cuatro meses antes de sus dos últimas agresiones, una de ellas la violación que determinó su ingreso en prisión. Dicha identificación fue comunicada ese mismo día al comisario jefe.

Pablo G.A., de 32 años, había iniciado su trayectoria criminal en enero de 2013, impulsado por lo que él mismo definió como «impulsos» que le llevaban a acechar a mujeres que iban de noche por la calle, seguirlas y, finalmente, abalanzarse sobre ellas para agredirlas sexualmente: les arrancaba la ropa, las tocaba y se masturbaba, para luego iniciar la huida. En su camino dejó un reguero de víctimas, pero también de pruebas, a la luz de la documentación que figura en el sumario judicial.

La práctica totalidad de los ataques fueron a cara descubierta y con el mismo modus operandi, por lo que las descripciones de las víctimas coincidían y sus relatos presentaban unos niveles de coincidencia que no permitían pensar en otra posibilidad que en un agresor en serie. La Policía contaba hasta con un retrato robot dibujado por una de las mujeres, dos años antes de su detención, de una asombrosa precisión. Sin embargo, ni la Policía ni las autoridades advirtieron nunca a la población sobre la existencia de este individuo y mantuvieron todas las agresiones en secreto, mientras sus investigaciones se bloqueaban de tal manera que incluso varios de los casos llegaron a ser sobreseídos judicialmente ante la falta de resultados.

Los informes policiales reflejan, no obstante, una actividad investigadora ingente, lo que todavía hace más inexplicable lo sucedido con la identificación del sospechoso el 28 de junio de 2015. La noche anterior se había denunciado otro ataque, en la calle Armórica, por un individuo de las mismas características físicas y en similares circunstancias a las de los anteriores.

Esa noche, en torno a las 4.00 horas, dos policías que estaban patrullando en un coche camuflado observaron a un individuo que conducía un Alfa 147 negro, un vehículo muy similar al que había descrito otra de las víctimas y conducido por un joven que respondía a la perfección a la descripción facilitada por las mujeres agredidas. Los propios agentes señalan en su informe al comisario jefe que decidieron seguirlo precisamente por esas coincidencias. Es decir, como sospechoso de las agresiones.

Se trata de dos agentes en función de vigilancia ciudadana , no destinados al grupo que investiga el asunto, por lo que al final de su turno emiten la preceptiva acta informativa al comisario jefe. En la misma detallan cómo el sospechoso, al percatarse de que le estaban siguiendo «cambia el sentido de la marcha de forma apurada» y se mete con su coche en un patio cerrado en Pintor Corredoira y apaga el vehículo y las luces, «intentando esconderse de los actuantes».

Sin embargo, ellos se aproximan al sospechoso y lo identifican. Resulta ser Pablo G.A., del que facilitan todos los datos. «Esta persona se encuentra muy nerviosa, temblándole la voz», describen, «manifestando que no vive en esa urbanización, si bien aparcó allí porque se le ‘calentó’ el coche; extremo este último falso, ya que la aguja muestra una temperatura normal. Que de igual manera extraña que en ningún momento se interese por los motivos por los que se le indentifica».

En esa intervención, el propio Pablo G.A. les da datos sobre su vida y sobre el restaurante de sus padres, y les dice que su padre había sido policía de la comisaría de Lugo. Les dice, también, que va a seguir allí un tiempo mientras se enfría el coche, cosa que los agentes comprueban que es mentira porque siguen al acecho y ven cómo el sospechoso se marcha de inmediato hasta su casa. El último párrafo del acta no admite dudas: «Que por todo ello, y coincidiendo las características físicas de esta persona con las denunciadas en el atestado de la noche anterior, así como también en las agresiones sexuales denunciadas en estas dependencias en meses anteriores, así como con el parecido del retrato robot de una de las víctimas... y la coincidencia de vehículo oscuro... es por lo que se realiza la presente, ante la posibilidad de que esta persona fuese el autor de todas ellas».

Era el 28 de junio. No consta en el sumario que se realizase ninguna otra diligencia de investigación al respecto. La identificación sí que pareció tener algún efecto en el agresor, porque interrumpió su actividad delictiva hasta el 1 de noviembre. Al menos, no constan más denuncias en ese periodo.
La noche del 1 noviembre volvió a las andadas, y atacó supuestamente a una chica en la escaleras que comunican Cidade de Viveiro con Rey Lemos. Cuando ya lo tiene encima y con los pantalones bajados, la mujer reacciona y consigue ponerlo en fuga.

Dos noches después, el 3 de noviembre, Pablo G.A. comete la supuesta violación, la única con penetración completa que se investiga, de una mujer. Ella aporta en su denuncia no solo la descripción del asaltante sino la matrícula del coche. Los agentes solo tienen que pedir los datos en el ordenador para localizar al sospechoso. Los datos son los mismos que ya constaban en la comisaría cuatro meses y dos agresiones sexuales antes.

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