La orfebrería de antaño sigue viva en Lugo

José Antonio Refojo continúa trabajando piezas a mano en su joyería de San Pedro, un negocio con más de 100 años de antigüedad
José Antonio Refojo, en su joyería en la Rúa San Pedro, número 12
photo_camera José Antonio Refojo, en su joyería en la Rúa San Pedro, número 12

"Ha sobrevivido a una Primera Guerra Mundial, a una Guerra Civil con todas sus consecuencias, a una Segunda Guerra Mundial y a distintas crisis económicas". Así de orgulloso resume José Antonio Refojo los 113 años de vida de su joyería, que estos días celebra el centenario de su actual emplazamiento, en la Rúa San Pedro número 12.

Este mítico negocio lucense conserva la esencia de la tradicional orfebrería de antaño. Así, Refojo cuenta que en 1903, cuando su abuelo abrió la joyería en Lugo, que en un primer momento estaba situada al lado del ayuntamiento, "se hacían todas las piezas manualmente". Pero es a partir de la Segunda Guerra Mundial, "con la industrialización de las empresas, las joyas empezaron a hacerse en fábricas y empezó a perderse poco a poco esta tradicional profesión", afirma.

Este lucense, que lleva 53 años al mando del negocio -después de su abuelo lo regentaron su tío y su padre- lamenta que el trabajo de orfebrería fuera desapareciendo con el tiempo. "Antes todo era trabajo manual, las piezas eran una auténtica maravilla y los que se dedicaban a la profesión eran verdaderos artistas", apunta Refojo. Y es que el tiempo no contaba. "En aquella época si llevaba tres días hacer una sortija la gente los pagaba, pero hoy en día no ocurre así. Los clientes quieren los artículos en el momento y no están dispuestos a pagar el tiempo de trabajo que lleva elaborarlos", manifiesta José Antonio Refojo.

Y es que "es mucho más barato encargar productos a fábricas que hacerlos manualmente en el taller", asegura.

TRADICIÓN FAMILIAR. A pesar de ello, Refojo no ha querido perder la tradición que en 1903 empezó su abuelo en la joyería lucense, y a día de hoy hace piezas únicas por encargo, aunque reconoce que actualmente la gente apenas se interesa por este trabajo.

"Tú piensas que te gustaría tener unos pendientes de una determinada forma, pero nunca los has visto en ningún escaparate. Pues vienes a un taller de orfebrería y les indicas el material y el color y te lo hacen", indica Refojo.

Y es que con ganas e ilusión se hace cualquier cosa. Así lo manifiesta este lucense, que cuando heredó la joyería de su padre todavía se hacían por encargo cuberterías de plata y orfebrería religiosa. De hecho, hasta 1999 el local de San Pedro tenía el mostrador a la entrada, mientras que el resto del bajo se destinaba a la maquinaria de orfebrería para el trabajo manual.

"Llegamos a tener a 16 personas trabajando en el taller", cuenta este lucense, satisfecho de la historia de este mítico negocio.

Sin embargo, Refojo lamenta que, en unos años, incluso las pequeñas reparaciones de orfebrería, que habitualmente hace en el taller, habrán desaparecido. "Yo también tengo una fecha de caducidad", dice, y es que lamentablemente, a día de hoy, el trabajo de esta mítica joyería de la calle de San Pedro no tiene heredero.

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