La más enjoyada de todas las vírgenes

La corona de La Esperanza fue realizada con oro fundido de donativos y tiene esmeraldas, rubíes y perlas incrustadas. Javier, de seis meses, fue el cofrade más joven que salió y lo hizo en el regazo de su madre y de ocho parientes más
La procesión de la Virgen de la Esperanza
photo_camera La procesión de la Virgen de la Esperanza

No hay Virgen en Lugo que lleve tanto oro encima como La Esperanza. Oro que, en todo caso, no es todo el que reluce dado que, por cuestiones de seguridad, sería peligroso que luciese todos los donativos que sus devotos le hacen año tras año. Este lunes lució joyas, pero las habituales: la corona -hecha con oro fundido de otros donativos, al igual que el puñal, e incrustada de varias piedras preciosas como rubíes, esmeraldas o perlas-, además de un collar, un anillo, una pulsera y los pendientes.

Isabel Lagarón, la hermana mayor de la cofradía, es la responsable de poner guapa a La Esperanza. Ella le lava la ropa (o se la lleva a la tintorería), plancha lo que puede planchar ("el terciopelo del manto es imposible", comenta) y la viste y la adorna para que sea, un año más, una de las vírgenes más queridas y admiradas de la Semana Santa lucense.

Vestir a La Esperanza lleva su tiempo. Unas dos horas, más o menos. Hay que ponerle el cancán, las dos enaguas (una corta y otra de cuerpo entero), el hábito (realizado con el vestido de novia de la mujer del fundador de la cofradía, Elvira Santos), el manto, la mantilla (donada por la viuda del doctor Plácido Vila) y el tocado.

Así posa y desfila cada Lunes Santo, entre flores, velas, miembros de la Armada, autoridades y cofrades y así lo hizo este lunes también, en medio de una procesión como siempre multitudinaria, a la que acuden tanto propios (lucenses) como extraños (turistas y allegados venidos de fuera).

Javier era el más pequeñín de los cofrades que siguieron el paso de La Esperanza. Él, con solo seis meses, desfiló en el regazo de su madre cumpliendo con el deber que su hábito verde y blanco le exigía. No se sabe cómo terminó la faena pero, en principio, estaba previsto que resistiese sin decir ni mu toda la procesión. Al fin y al cabo, sus dos hermanos, Iñaki, de 8 años, y Andrea, de 5, también hicieron lo propio. Aunque, dicho sea de paso, ellos eran medio año más mayores que Javier. "Con un año, los saqué a los dos y muy bien. De todas formas, si llora y no puede seguir la procesión, otra gente recogerá el niño", afirmaba este lunes su madre, María Jesús, una hora antes de la procesión cuando los cuatro esperaban ya, vestidos, en A Nova, listos para salir.

Javier, Iñaki, Andrea y María Jesús no desfilaban solos en la procesión. También iban con ellos seis parientes más, incluido el padre, todos miembros de la cofradía.

Esta familia tiene una razón importante que los llevó hasta la cofradía y hacerse devotos de la Virgen. "Una hermana mía sufrió una mola (un tipo de cáncer) cuando estaba embarazada de su bebé. Ambos corrían riesgo de muerte si el embarazo pasaba de los tres primeros meses. El niño murió pero ella salvó su vida y, además, el cáncer no se extendió a otras partes del cuerpo. Aquello pasó y, con el tiempo, tuvo otro hijo. En aquellos momentos, acudimos a la Virgen de la Esperanza y vimos que se había hecho el milagro. Desde entonces, todos somos cofrades", señala María Jesús.

Esta devoción a la Virgen se extiende a todos los miembros de esta familia, viejos, jóvenes y niños que, desde entonces, se quedan todas las semanas santas en Lugo para salir en procesión. Es más, una sobrina de María Jesús, de tan solo 13 años, es tan forofa de la Semana Santa que forma parte y sale con todas las cofradías, menos con la de la Santa Cena. "A ella le encanta ir a las procesiones y se viste, tiene los hábitos de todas y va. También quería ir a la de La Santa Cena, pero le dijimos que ya llegaba. Si no, por ella también iría", explica su tía.

Este lunes no fue menos y esta joven tampoco falló. Como no lo hicieron los muchos devotos que, año a año, salen a la calle cada Lunes Santo para cumplir el ritual de ver a su Virgen y de escuchar, al final ya de la procesión, la emotiva ‘Salve marinera’, interpretada por los músicos de la banda de la Armada.

LA ARMADA. Y es que si la Virgen tiene tirón no lo tienen menos los marineros que, también cada Lunes Santo, pasean y lucen sus uniformes entre los lucenses, encantados la mayoría de ellos de tener presencia militar en Lugo una vez al año.

Tanto es así que si La Esperanza reúne a mucho público por la noche, el desfile congrega también al suyo por la mañana. Este lunes no fue diferente y la gente se agolpó junto a las vallas colocadas en la Praza Maior para ver a las autoridades, encabezadas por la alcaldesa, Lara Méndez, y el almirante jefe del arsenal de Ferrol, Francisco Javier Romero Caramelo. El objetivo era ver la parada militar que protagonizaba la Armada.

Ayuntamiento y Armada renovaron este lunes el vínculo que tienen desde hace 60 años. Se celebró la tradicional parada militar, en la que se rindió homenaje a los caídos y hubo el desfile de tropas. La recepción finalizó con la firma, en el Libro de Oro del Concello, del almirante jefe del arsenal de Ferrol. Y el pueblo se marchó a comer.

La Esperanza lleva un cancán, dos enaguas, un vestido, manto, mantilla, tocado y corona. Vestirla lleva dos horas Una joven de 13 años es miembro de todas las cofradías menos de La Santa Cena y sale en todas las procesiones

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