"Isto fai xustiza coa miña filla e alivianos un pouco, pero a dor nunca vai marchar"

Los padres y el hermano de Tatiana Vázquez se abrazaron a las puertas de la Audiencia tras conocer el veredicto

La madre de Tatiana es consolada por su hijo, delante del padre. XESÚS PONTE
photo_camera La madre de la víctima es consolada por su hijo, delante del padre. XESÚS PONTE

Uno de los veredictos más rodeados de incertidumbre de los últimos años en Lugo acabó con la familia de la víctima llorando aliviada y con el acusado proclamando de nuevo su inocencia y prometiendo continuar la batalla judicial.

La madre de Tatiana, el padre y el hermano, que la flanqueaban en un banco secundario como en el resto del juicio, escucharon el fallo sin pestañear, como si necesitaran que alguien les dijera en primera personas que sí, que Ibrahima Ndiaye se iba pasar las próximas dos décadas entre rejas. Ya luego a las puertas, los tres se fundieron en un abrazo.

"Estamos un pouco aliviados, pero a dor nunca vai marchar", declaró la madre a los medios congregados a las puertas de la Audiencia. Tras agradecer el apoyo de sus vecinos y el trabajo de su abogado, la magistrada presidenta y de los miembros del jurado, Manuela añadió que "neste caso se fixo xustiza, el foi o culpable de todo esto", mientras el padre apostillaba por detrás: "Foi un desgraciado".

La lectura del veredicto, prevista para las cinco de la tarde, se hizo esperar 25 minutos. En la sala, la magistrada tomó la palabra y lo primero que hizo fue reprender a un fotógrado de prensa por tomar imágenes de los miembros del jurado en la calle, algo que está prohibido. Este le respondió que las había borrado inmediatamente siguiendo indicaciones de la Policía.

Seis agentes custodiaban al fornido Ibrahima Ndiaye, tanto en la propia sala como a la entrada y salida. Para el traslado contaron además con otros cuatro guardias civiles. Otro grupo de policías que participaron en la investigación también siguieron la lectura del fallo. El resto del aforo se completaba con los representantes de los medios, algunos allegados a la familia, profesionales del Derecho y curiosos.

En poco más de diez minutos se solventó el trámite, pero el acusado tardó aproximadamente otros 20 minutos en salir. Ese tiempo se hizo eterno en la explanada de la Audiencia, con la familia a un lado y los fotógrafos y cámaras al otro esperando por la última imagen de Ibrahima, muy atentos de cuál podría ser su reacción. En medio de un silencio casi sepulcral, solo roto por los clicks de las cámaras, el ya condenado salió custodiado del edificio judicial. La familia de la víctima lo vio a apenas unos metros, sin inmutarse.

Mientras era introducido en el furgón que lo iba a devolver a la cárcel de Bonxe, a Ibrahima le dio tiempo a responder a las preguntas de los medios para ratificar su inocencia y para anunciar que recurrirá la sentencia condenatoria. "No maté a nadie, no me pueden meter en la cárcel por la puta cara", grito.

Fue su única reacción visible ante el veredicto de culpabilidad. Antes, en la sala, había recibido la noticia con el gesto que, según declaró en el juicio, recibía las malas noticias: con una leve sonrisa.

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