El tiempo que tardó en morir Tatiana pudo facilitar una coartada a Ibrahima

La autopsia solo dejaba un margen de 12 minutos al sospechoso para perpetrar el crimen y recorrer más de dos kilómetros, pero al morir desangrada pudo haberla apuñalado antes
El sospechoso es introducido en una furgoneta camino a prisión
photo_camera El sospechoso es introducido en una furgoneta camino a prisión

Las acusaciones en el caso del asesinato de Tatiana Vázquez creen haber encontrado el modo de desmadejar el problema del tiempo en el que se basaba una de las coartadas principales del sospechoso, Ibrahima Ndiaye. Y la clave parece que se escondía en el mismo informe forense que facilitaba esa coartada: la autopsia confirma que la forma de morir de la joven pudo dejar tiempo suficiente al sospechoso para regresar a la pensión donde minutos después estaba localizado.

Según fuentes conocedoras de la investigación, tanto la acusación privada como la Fiscalía defenderán en la vista oral que Ibrahima tuvo muchos más que los doce minutos que transcurren entre la hora límite de la muerte establecida por la autopsia, las 4.50 horas del pasado 9 de abril, y las 5.02 horas, cuando el sospechoso ya está localizado con exactitud en la pensión de la Ronda da Muralla donde vivía, frente a la puerta de San Pedro.

La defensa incidirá en que ese tiempo no es suficiente como para perpetrar el crimen en Sanfiz y recorrer los más de dos kilómetros de distancia hasta la pensión. Sin embargo, el arco horario se abre sustancialmente si se tiene en cuenta la causa exacta de la muerte: de las 54 puñaladas que recibió la joven, la más grave, la que la mató, fue la que recibió en el bazo; esta herida le causó una hemorragia interna, que fue la causa última del fallecimiento. Es decir, que murió desangrada, con lo que la agresión en sí pudo haber sucedido mucho antes del fatal desenlace, de tal manera que a las 4.50 horas, cuando los forenses han establecido el límite, el sospechoso podía estar ya lejos del escenario del crimen.

Este hilo argumental serviría además a las acusaciones para apuntalar buena parte de los indicios existentes. Por un lado, el sospechoso reconoció que se montó en el coche de la víctima en torno a las 3.30 de la madrugada, según dijo para ella lo acercara hasta un 24 horas de San Roque para comprar un mechero. Según su versión, él se bajó poco después frente a ese 24 horas, pero no llegó a entrar porque se dio cuenta de que llevaba un mechero en el bolsillo; la chica se habría marchado en su coche.

No hay más datos fehacientes hasta que a las 4.47 una cámara de seguridad de un establecimiento de la calle Rof Codina graba una imagen andando por la acera en dirección a la Ronda da Muralla. Los estudios antropométricos realizados por los investigados concluyen que su altura y características morfológicas son similares a las del senegalés encarcelado y pareja de la víctima. A las 5.02 horas, Ibrahima está localizado sin duda en la pensión de la Ronda, ya que las llamadas de teléfono que realizó lo sitúan allí.

En estas circunstancias, apenas hubiera tenido doce minutos para perpetrar el crimen y regresar a la fonda, un tiempo realmente muy escaso. Sin embargo, todo cambia ante la posibilidad de que el ataque se hubiera realizado muchos minutos antes de la hora fijada del fallecimiento y que la hemorragia interna causada por la cuchillada en el bazo hubiera tardado en hacer su efecto.

Un comportamiento que, por otro lado, estaría en consonancia con el tipo de agresor que las acusaciones consideran que es: no solo un hombre violento, celoso y dominante, que maltrataba habitualmente a su pareja, sino además un asesino frío y calculador que habría premeditado el crimen y que fue capaz de abandonar en aquella calle deshabitada de Sanfiz a Tatiana Vázquez mientras esta agonizaba lentamente, después de haberle dado más de medio centenar de puñaladas. Se trataría en este caso, como desde el principio han defendido los investigadores, el juez instructor y las Fiscalía, de otra víctima de la violencia machista.

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