Javier López, director de la Fundación Barrié: "Sin dinero es muy difícil hacer transferencia de investigación"

La falta de fondos para investigar deja el campus sin patentes nuevas

A lo largo del año pasado no se tramitó ni una sola solicitud, una situación que no se había dado en la última década. Los investigadores advierten de que casi no tienen dinero para hacer su labor y que patentar es una tarea laboriosa que apenas da frutos
Centro de Transferencia de Tecnología del campus
photo_camera Centro de Transferencia de Tecnología del campus

La reducción drástica de los fondos para investigación y la falta de salidas para las patentes, que sin embargo suponen un trabajo enormemente laborioso para los investigadores, han dado lugar a una situación inédita en el campus lucense en la última década: la ausencia total de solicitudes de patentes en 2014. En los últimos años, en mayor o menor número, siempre se había intentando proteger algún resultado fruto de la investigación de los grupos lucenses, pero el año pasado no se hizo ninguna gestión al respecto.

El investigador Luis Botana, uno de los más prolíficos de la Universidade de Santiago en este campo, ejemplifica bien la suma de las dos circunstancias que subyacen tras este hecho. Aunque en los últimos años era raro el ejercicio en que su grupo, especializado en toxinas marinas, no presentaba al menos una solicitud de patente, siempre ha sido muy crítico con el sistema. El año pasado, aunque admite que podrían tener resultados que patentar, decidió no hacerlo. "No vale para nada. No hay interés por parte de las empresas, la universidad no tiene recursos y la Xunta no tiene interés para ponerlas en el mercado. Requiere mucho esfuerzo y no se justifica. Es una pérdida de tiempo y recursos", explica.

En su caso, ha decidido "priorizar", es decir, patentar solo aquello para lo que detecta ya interés en el mercado. Este año, por ejemplo, prevé pedir la patente para una molécula que puede ser útil para el tratamiento de la hipertensión en la que ya se ha fijado un grupo de Niza.

Marcelino Maneiro, del grupo QIBioCat de la facultad de Ciencias, reconoce que, además de ser un trabajo farragoso, el proceso no se acaba con la solicitud de la patente. "Temos que seguir involucrados na busca dun comprador e é un traballo que non nos motiva demasiado porque se te dedicas a iso non te podes dedicar a outra cousa", dice. Además, añade que hay que tener en cuenta que no todo es patentable, sino que algunos resultados es preferible darlos a conocer en publicaciones científicas.

A su vez, Andrés Barreiro, vicerrector de Desenvolvemento Científico e Tecnolóxico del campus, tiene claro que hay un vínculo entre la inversión en investigación y las patentes. "Está claro que cuanta menos actividad hay, menos se patenta", dice,

Situación angustiosa. Botana, que lidera uno de los grupos considerados de referencia competitiva por la Xunta de Galicia, expresa también las dificultades económicas por las que pasa la investigación. "Llevamos más o menos cuatro años sin ayudas para investigar y mucha gente ya tuvo que dejar de trabajar. Nosotros tenemos dinero para tirar dos años más, si en ese tiempo no conseguimos nada, cerramos. Hasta ahora siempre habíamos trabajado con un horizonte de cinco años y esto es muy angustioso. En treinta años que llevo investigando no me había pasado", reconoce.

Las convocatorias nacionales escasean, y las que hubo fueron muy fraccionadas porque los fondos eran modestos y los solicitantes, muchos, explica. Y las europeas, a las que un grupo de su calibre puede acudir, fueron una tabla de salvación los primeros años de la crisis, pero luego cambiaron las directrices y se complicó la situación. "Son convocatorias muy raras, muy genéricas y se convierte en una especie de lotería. Depende mucho del tipo de expertos que las gestionan", explica. Aún así, quedaron muy cerca de conseguirlas un par de veces.

A nivel autonómico, explica, las convocatorias se vincularon a la participación empresarial "a veces con cláusulas absurdas", indica. Primero se ceñían a empresas grandes con actividad en Galicia, luego se incluyó también a las foráneas y finalmente se abrió a las empresas pequeñas. Pero estas, explica Botana, no están por la labor porque "tienen que adelantar el dinero" y no están para eso.

El grupo de investigación de Botana tiene un coste anual que ronda el medio millón de euros. Cuenta con una plantilla de entre 25 y 30 personas y necesita equipamiento puntero que hay que renovar continuamente, por eso precisa una inyección económica importante.

El grupo de Marcelino Maneiro fue beneficiario de la última convocatoria autonómica para grupos de investigación, la de 2010. Estos fondos les permitieron tirar hasta 2013, pero ese año ya no hubo oferta ni de la Xunta ni del Ministerio, lo cual mermó mucho sus expectativas. Ahora siguen investigando con el stock de material que les queda y "baixo mínimos" en cuanto a recursos humanos.

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