Las claves del juicio por el crimen de Sanfiz

La vista con jurado popular en la que se juzgará a Ibrahima Ndiaye, pareja de la víctima, durará la menos tres días

IBRAHIMA NDIAYE, un senegalés de 33 años, se sienta este martes en el banquillo de los acusados como supuesto autor del asesinato de Tatiana Vázquez, la joven de 24 años y nacida en Castro de Rei que apareció muerta en su coche en una calle solitaria de Sanfiz el 9 de abril de 2016. El cuerpo presentaba 54 heridas de arma blanca, un aspecto que enseguida hizo pensar en un crimen pasional y dirigió la atención de los investigadores sobre su entonces pareja, Ndiaye, que fue detenido al día después.

Este martes será trasladado desde la prisión de Bonxe hasta la Audiencia Provincial, donde un jurado popular lo juzgará en una vista que está previsto que dure al menos tres días, en sesiones de mañana y tarde. Hay que tener en cuenta que entre la Fiscalía, la acusación particular que ejerce la familia de Tatiana y la defensa han solicitado la presencia de 44 testigos más otros dos forenses y cuatro policías de criminalística que comparecerán como peritos.

Son cincuenta testimonios en total con los que las partes tratarán de arrojar luz sobre un caso que, en principio, no parece cerrado ni mucho menos, sobre todo por la ausencia de pruebas físicas, análisis de ADN o de testigos presenciales y directos. Está en juego una condena de 25 años por asesinato más otros dos años y medio por maltrato habitual.

Estás son algunas de las claves:

1. La hora de muerte
La autopsia fija la hora de la muerte en un margen comprendido entre las 4.50 horas y las 7.50 horas del 6 del 9 de abril de 2016. De las 54 heridas, muchas eran de escasa profundidad y 18 de ellas defensivas (situadas en las manos y el brazo). La herida que, según los forenses, le produjo la muerte fue un puñalada en el costado izquierdo que le perforó el bazo y le causó una homorragia interna. Falleció, por tanto, desangrada.

Los agentes que llevaron la investigación realizaron un barrido de todas las cámaras de seguridad de establecimientos que se encuentran en los posibles recorridos a pie desde Sanfiz hasta la pensión en la Ronda de la Muralla, a la altura de la puerta de San Pedro, donde residía Ibrahima Ndiaye. La cámara de tráfico lo localiza allí a las 5.01 horas. El informe da por probado, en base a las observaciones antropométicas, que una figura que aparece a las 4.47 horas en una cámara de la calle Rei Don García es la del sospechoso.

En estas circunstancias, la defensa considera que no hay tiempo material para que Ndiaye recorriera todo ese el trayecto a pie, por lo que él no pudo ser el autor. Las acusaciones, sin embargo, podrán contraponer que el hecho de que pudo haberla atacado mucho antes de las 4.50 horas en que se fija el límite de la muerte, pero que Tatiana siguió viva y desangrándose hasta su fallecimiento.

 

2. El crimen
Nadie parece dudar de que la persona que asesinó a Tatiana Vázquez tenía motivos muy personales: son 54 puñaladas, un ensañamiento que refleja una rabia característica. La Fiscalía y la acusación particular no dudan de que Ndiaye tenía esos motivos, ya que, en su versión, maltrató y mantuvo atemorizada a la chica durante todos los años que duró la relación, hasta acabar matándola.

Para la defensa, no obstante, el modo de matarla no cuadra con su cliente: se trata de un hombre joven y fornido que supera el 1,90 de estatura, alguien que, en teoría, no necesitaría 54 ataques con un cuchillo para acabar con la vida de una joven indefensa. Muchas de las heridas, además, son de muy escasa profundidad, por lo que el abogado defensor duda que fueran obra de alguien con la fuerza de su cliente.

 

3. Los motivos
¿Por qué? Ambas partes parecen tener clara su respuesta, pero tendrán que convencer de ello al jurado. Por un lado, las acusaciones defenderán que, en realidad, nos encontramos ante un crimen de violencia machista de libro, una historia desgraciadamente mil veces vista: un hombre celoso, posesivo y violento se entera de que su pareja mantiene una relación con otra persona, por lo que decide matarla.

A la defensa, sin embargo, no le cuadra: Tatiana e Ibrahima mantenían, en esta versión, una relación de muchos años y muy abierta en lo que se refiere a encuentros con otras parejas, por lo que no habría celos patológicos; por otro lado, la chica había sido y seguía siendo en buena medida en sustento económico y el billete que le aseguraba al senegalés el permiso para seguir residiendo en España, por lo que sería el último interesado en su muerte.

 

4. La relación

Buena parte del juicio girará necesariamente sobre la naturaleza de la relación que mantenían la víctima y el acusado. La familia siempre la miró con malos ojos, explicarán la Fiscalía y el letrado de la acusación, y trataron reiteradamente de que Tatiana pusiera fin a la misma. Sospechaban que era sometida a malos tratos y vía en un permanente estado de terror. Hay mensajes de Whatsapp que se leerán en el juicio en los que la propia víctima parece aterrorizada e hipercontrolada.

La hipótesis de la defensa es exactamente la contraria: los propios mensajes de la víctima y comentarios en redes sociales, así como otros testimonios, probarían que no solo no era una relación de control, sino que ella disfrutaba de una libertad casi absoluta para relacionarse con quien quisiera, incluidos otros hombres. Se pondrán sobre las ocasiones anteriores en las que en Comisaría Tatiana negó estar sometida a malos tratos.

Sí que reconocerá, seguramente, los problemas que había con la familia de la chica, y en especial con el padre, al que Ibrahima Ndiaye considera el instigador directo de las denuncias que habían puesto contra él.

A falta de testigos presenciales o directamente relacionados con el crimen en sí, muchos de los testimonios que se oirán en la vista serán de familiares, amigos y conocidos de la pareja. En base a los mismos, el jurado tendrá que sacar sus propias conclusiones sobre la verdadera naturaleza de esta relación.

 

5. Las pruebas
Seguro que los nueves miembros del jurado echarán mucho de menos en esta vista que les presenten pruebas como estamos acostumbrados a ver en las series y las películas de Hollywood, restos de ADN incontestables, huellas en un arma, salpicaduras de sangre en una camisa. Pero no habrá nada de eso.

Por no haber, ni siquiera hay arma. No se encontró. Los restos de sangre de Tatiana recogidos en la habitación de pensión que ocupaba el sospechoso y en la que le visitaba Tatiana resultaron ser de origen menstrual. En la ropa que llevaba al ser detenido no había tampoco rastro.

Los investigadores incluso creyeron el cielo abierto cuando en el lugar del crimen, junto al coche de la víctima, se hallaron tres colillas muy particulares: eran de cigarrillos liados iguales que los que solía fumar el sospechoso. Sin embargo, su análisis solo sirvió para arrojar más dudas sobre el asunto: el ADN de dos de ellos era de varones desconocidos y el tercero correspondía a un perfil de mujer.

Sobre estas bases deberán montar las partes sus relatos: de cuál de los dos crea el jurado depende que Ibrahima Ndiaye sea condenado o que disfrute del beneficio de la duda.

 

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