La impunidad oculta tras la mascarilla

La Policía y los jueces han tenido que desarrollar nuevas herramientas y métodos para investigar algunos delitos, sobre todo contra el patrimonio. La dificultad para reconocer al sospechoso provoca el archivo de muchos casos
Una persona se oculta tras una mascarilla. EP
photo_camera Una persona se oculta tras una mascarilla. EP

La mascarilla se ha convertido en este tiempo en algo habitual en las vidas de los ciudadanos, un elemento que se ha normalizado de tal manera que ya forma parte de los rostros. Sin embargo, lo que para la mayoría es un artículo de protección ante el virus, para otros es el elemento que deja a los demás desprotegidos ante su voluntad, una puerta abierta a la impunidad del delincuente.

Las estadísticas todavía no son capaces de reflejar en números y porcentajes un efecto que para investigadores, jueces y abogados ya es una realidad palpable: las mascarillas han obligado a adaptar los protocolos policiales ante algunos delitos y los procesos de instrucción, y cuando esos casos lleguen a las salas de los juzgados penales marcarán también el grado de certeza de las pruebas.

"Estamos deseando que esto termine", reconoce el policía nacional Manuel Arias, "porque a nivel policial la investigación se complica mucho y hay que emplear más recursos y esfuerzos". La jueza Sandra Piñeiro, titular del juzgado de instrucción 2 de Lugo, que se enfrenta a estas situaciones casi cada día, lo completa así: "Lo que está pasando es que hemos tenido un montón de archivos por falta de autor conocido al no poder acreditarse que el sospechoso era el autor porque los testigos no han podido reconocerlo con la mascarilla. Eso implica impunidad".

Lo que sigue es una exposición de los principales problemas, y las claves para lidiar con ellos, que está causando la generalización del uso de la mascarilla en el ámbito de la delincuencia en una ciudad como Lugo.

La investigación: más compleja y más costosa


Manuel Arias, portavoz de la Comisaría de la Policía Nacional en Lugo, advierte de que el uso de las mascarillas a la hora de delinquir "influye sobre todo en delitos contra el patrimonio, robos y hurtos. Trabajamos mucho con las grabaciones de las cámaras de seguridad y ese visionado con las mascarillas ofrece un perjuicio para nosotros, fundamentalmente cuando se trata de delincuentes itinerantes. Al final el delincuente tiene más facilidad para ocultar el rostro".

Asesorado por sus compañeros de la Brigada de Patrimonio, Arias marca bastante la diferencia entre la delincuencia habitual, la local y la itinerante, empezando porque "Lugo es, por fortuna, una ciudad con poca delincuencia". Por ello considera que "quizás al inicio de la pandemia se notó más que quedaban casos sin identificar al autor, pero ahora, con la experiencia, no quedan muchos. Ya tenemos controlado el lenguaje no verbal de los habituales, la vestimenta...".

Eso implica que los investigadores de estos delitos han tenido que desarrollar otras habilidades para compensar las facilidades que antes les daban las imágenes de las cámaras de seguridad. "Si se trata de delincuentes habituales, a los que estamos acostumbrados y conocemos", detalla Arias, "se atiende a otras cosas: la expresión corporal, cómo camina, cómo se comportan, el modus operandi, la vestimenta... A algunos ya los conocemos hasta por la espalda".

Además, hay que prestar más atención a otros elementos periféricos, como la recogida de huellas por parte de la Policía Científica, el recorrido del delito para situar al delincuente en el lugar, seguimientos de vehículos, triangulación de móviles, análisis biométricos... todos los instrumentos a su alcance para compensar la ausencia de un rostro perdido entre una mascarilla y una capucha.

La cosa se complica mucho más, reconoce este policía, cuando se trata de los típicos grupos itinerantes que van realizando hurtos y robos en su recorrido, contra los que hay que utilizar "colaboración con otras plantillas periféricas, investigación de matrículas o registros de hospederías". Pese a todo, es más fácil para estos grupos salir ahora impunes.

Los testigos y la atención a los detalles


Para un grupo como Patrimonio, que trabaja fundamentalmente con imágenes y testigos, la ayuda que estos pueden ofrecer en un reconocimiento también se ve mermada por las mascarillas, si bien es cierto que "muchas veces esas ruedas de reconocimiento resultan positivas. Les muestras fotografías y reconocen al autor por alguna característica, como una cicatriz o un tatuaje".

Es el caso, recuerda Manuel Arias, de unos robos en establecimientos hosteleros que se sucedían de manera reiterada: "Lo único que teníamos siempre era la parte superior, pero llevaba la cara tapada y protegía las manos. Pero en unas imágenes conseguimos identificarlo gracias a un tatuaje en una muñeca y llegamos hasta él. Supongo que se confiaría al llevar oculto el rostro y localizamos el tatuaje".

Se trata, sin embargo, de excepciones, porque "se nos ha dado el caso de estar convencidos de saber quién es el autor pero no poder acusar porque solo tenemos los ojos y la parte superior", lamenta este policía.

Esto influye a su vez en el número de casos que no llegan a judicializarse, ya que desde la modificación normativa de 2015 los delitos de este tipo en los que no hay un autor conocido no llegan a los juzgados, para evitar en lo posible la saturación de estos. Según declara Arias, "las ocho personas del Grupo de Patrimonio son gente con experiencia que ya saben lo que se puede validar judicialmente o lo que no. Si estudian todas las pruebas y no hay peso suficiente, no se judicializa, aunque sepan quién es".

Por fortuna, no todo lo que trajo la pandemia es malo, ya que las restricciones y los toques de quedan han provocado "una bajada notable de los delitos, por lo que unos datos se compensan con los otros". Pese a todo, llegados hasta aquí, los investigadores solo desean "que esto termine cuanto antes".

El juzgado, donde las sospechas se convierten en indicios


Sandra Piñeiro conoce bien las dificultades a las que se enfrentan estos policías porque trabaja con ellos prácticamente a diario. Hasta la mesa de su despacho en el juzgado de instrucción 1 llegan buena parte de esos casos y sabe que el uso generalizado de las mascarillas "supone un nuevo contexto en el ámbito de la delincuencia y la investigación criminal, porque afecta tanto a lo que es la investigación policial previa como a las diligencias que practicamos. Pero también a la valoración de la prueba por principios que son de nuestro propio proceso penal, como el de la inmediación, que es uno de los principios básicos".

Se refiere de este modo a que "la mascarilla afecta a algo esencial, a la valoración de la prueba de carácter personal, en la que tienes que reconocer a una persona y también valorar la propia declaración del testigo, la víctima o el sospechoso. La comunicación no solo es verbal, y a esa comunicación no verbal de los músculos faciales, la respuesta emocional... no tienes acceso. Se supone que el juez ante el que se practica esa prueba está en una posición privilegiada para valorarla, por la inmediación".

LA VÍCTIMA ANTE EL SOSPECHOSO: RETOMAR LA NORMALIDAD EN LAS RUEDAS DE RECONOCIMIENTO. En la imagen superior, la magistrada Sandra Piñeiro aparece fotografiada en la sala donde se organizan las ruedas de reconocimiento en los juzgados de Lugo, frente al cristal-espejo que permite a las víctimas o testigos analizar los rostros de los sospechosos sin temor. Sin embargo, durante toda la pandemia ha sido imposible organizar este tipo de ruedas, en primer lugar porque estaba prohibido meter a tantas personas en una sala tan pequeña, y menos aún sin mascarillas. Los reconocimientos se hacían, o al menos se intentaban, por videoconferencia o simplemente por fotografías. Pocos espacios tan pequeños, de apenas dos metros cuadrados, tienen tanta importancia. XESÚS PONTE
LA VÍCTIMA ANTE EL SOSPECHOSO: RETOMAR LA NORMALIDAD EN LAS RUEDAS DE RECONOCIMIENTO. En la imagen superior, la magistrada Sandra Piñeiro aparece fotografiada en la sala donde se organizan las ruedas de reconocimiento en los juzgados de Lugo, frente al cristal-espejo que permite a las víctimas o testigos analizar los rostros de los sospechosos sin temor. Sin embargo, durante toda la pandemia ha sido imposible organizar este tipo de ruedas, en primer lugar porque estaba prohibido meter a tantas personas en una sala tan pequeña, y menos aún sin mascarillas. Los reconocimientos se hacían, o al menos se intentaban, por videoconferencia o simplemente por fotografías. Pocos espacios tan pequeños, de apenas dos metros cuadrados, tienen tanta importancia. XESÚS PONTE

 

Mucho más a pie de juzgado, los jueces encargados de completar la instrucción de los casos que les presentan los investigadores se encuentran con problemas similares a estos, como "las cámaras de grabación de imágenes. En el típico hurto en grandes superficies comerciales veías las cámaras y podías ver quién era. Ahora no. Puedes identificar características físicas, como la altura o si lleva la misma ropa, pero solo si lo detienen en el momento", declara Sandra Piñeiro.

Esta magistrada añade un elemento previo: "Hasta que comenzó la obligación de la mascarilla, el hecho de ver a una persona con el rostro cubierto lo que generaba era desconfianza. Pero con las mascarilla lo hemos normalizado, ya no te genera sospechas ni te da la voz de alerta que antes tenías, sobre todo en delitos patrimoniales, como si te van a robar el teléfono, o delitos de carácter sexual. Antes se utilizaban bragas o pasamontañas para cubrir el rostro. Hoy en día no es necesario, porque con una capucha y una mascarilla desaparece toda identificación facial. Y las posibles víctimas tampoco detectan una situación de peligro previa".

La rueda de reconocimiento y el interrogatorio


Una de las diligencias fundamentales para los jueces de instrucción es la rueda de reconocimiento. La víctima o el testigo es citado al juzgado y se le lleva a la sala de reconocimiento, "un cuarto de dos metros cuadrados con un cristal que no permite que las personas que están en la rueda vean al testigo. Se eligen a cuatro o cinco personas de características físicas similares al sospechoso. Hacemos dos ruedas, mezclando los números de las personas e incluso a veces no metemos al sospechoso, para poner a prueba el reconocimiento: se nos han dado casos en los que han señalado como culpable a un funcionario del juzgado que habíamos metido al azar. Además, no solo deben reconocer al sospechoso, sino expresar su grado de certeza".

Si esto ya era complicado sin mascarillas, "con la pandemia ya no podíamos meterlos a todos juntos, sino que había que hacerlo con sistemas de videoconferencia, y encima con las mascarillas. Lo que ha pasado es que tienes a un montón de testigos diciendo la misma frase: "Es que así, con mascarilla, no estoy seguro". Eso implica impunidad, muchísimos sobreseimientos por el artículo 641.2 de la Lecrim, por falta de autor conocido de los hechos".

Pero Sandra Piñeiro percibe dificultades en otros muchos aspectos de su día a día, de las que "te das cuenta en la práctica de la prueba. Por ejemplo, hay muchas personas con dificultades auditivas y es horrible tomarles declaración, porque con la mascarilla pierden mucha información y no pueden ayudarse de la lectura de labios, se pierde vocalización... De hecho, tuve un par de declaraciones por videoconferencia que fueron imposibles y tuve que pedir que se hicieran por exhorto en el juzgado en el que estaban".

"El propio hecho de llevar mascarilla nos hace hablar de otra manera", reconoce la jueza, y hace más fácil la mentira porque "todos tenemos a nivel subjetivo cierta idea de cuándo alguien nos está mintiendo o nos está diciendo algo cierto, o está introduciendo datos no reales. La respuesta emocional, la sorpresa ante la imputación o la autenticidad de la persona que ha sufrido algo realmente traumático, una respuesta espontánea... Te quedas privada de toda esa información".

Pese a todo, "ha habido casos de reconocimiento positivo con mascarilla. Lo que no sabemos es si será suficiente cuando llegue a juicio, dependerá del juez de Penal. A mí me basta como elemento indiciario, pero para dictar una sentencia es necesario que tengan aún menos dudas que yo, deben ser hechos probados. Habrá que ver cómo valoran ellos ese reconocimiento".

La defensa: desaparece la agravante de disfraz


Será, como dice la magistrada, cuando estos casos empiecen a llegar a juicio cuando se podrán a empezar a rellenar estadísticas. En ese momento asumirán un papel fundamental los fiscales y los abogados encargados de acusar y, sobre todo, de defender a los sospechosos. Y, se quiera o no, los delincuentes ya parten con una ventaja: "Con la mascarilla", explica el abogado Jacobo Cela, "desaparece en la práctica la agravante de disfraz".

Esta circunstancia, recogida en el artículo 22.2 del Código Penal, implica que hasta ahora cualquier intento por ocultar o desfigurar el rostro o las facciones para cometer un delito conllevaba la aplicación de una pena más severa. "Ahora no solo no se puede aplicar esa agravante, sino que llevar la mascarilla es incluso obligatorio", señala el letrado.

Jacobo Cela también coincide con Sandra Piñeiro en que el principio de inmediatez queda muy tocado, "porque no es lo mismo escuchar un testimonio detrás de una mascarilla. Yo puedo estar hablando con alguien y riéndome de él bajo la mascarilla".

También considera que el viento sopla a favor del sospechoso en el caso de las identificaciones cuando estas se han realizado de manera parcial, "por los ojos, o por el pelo, o por determinadas características físicas genéricas. Conseguir una condena en base a esos reconocimientos va a resultar ciertamente complicado, porque cualquiera puede comprobar que es totalmente diferente ver a una persona con o sin mascarilla".

Esas posibles absoluciones serán, en cualquier caso, otra variante del virus de la impunidad que se está extendiendo al amparo de las mascarillas.